El 30 de diciembre de 2003 el escritor John Dunne caía fulminado por un infarto en la mesa de su hogar. A metros de él su esposa, la también escritora y periodista Joan Didion (una de las más exquisitas y agudas de las letras estadounidenses contemporáneas), preparaba una ensalada para la cena. Dos años después Didion (1934-2021) publicaba El año del pensamiento mágico, crónica a un tiempo doloroso y lúcido de los largos meses que siguieron hasta que pudo asumir la muerte de John y elaborar el duelo. Es la radiografía implacable y conmovedora de un alma desgarrada, de un vacío infinito, de un intransferible punto de inflexión existencial. El adiós a cuarenta años de vida compartida.
El título de esa joya literaria podría aplicarse a la realidad argentina del momento, aunque nada tenga que ver con ella salvo en un punto. Didion expone en esas páginas, con honestidad brutal, la disociación con que, durante el año que siguió al trauma, apeló a mecanismos para negar (o mejor, negarse) que estaba viviendo lo que vivía. La define como pensamiento mágico, un truco de la mente para remplazar la realidad efectiva y presente por otra ilusoria y fantaseada. Eso es la disociación, fenómeno psíquico que, para evadir el dolor, la tristeza, el miedo, la frustración u otros sentimientos dolorosos, inventa desvíos hacia creencias, pensamientos, ideas o convicciones opuestas a lo que de verdad se está viviendo y experimentando.
Algunos estudios y datos divulgados en las últimas semanas sugieren que algo de esto podría estar manifestándose en un importante sector de la sociedad. Por un lado, la imagen positiva de Javier Milei se mantiene en un nivel similar al que tenía cuando asumió la Presidencia tras haber amagado un descenso un par de meses atrás. No parecen hacerle mella ni la peligrosa brutalidad de su lenguaje, ni la arbitrariedad y la grosería con que descalifica a quienes no piensan como él o no se le postran, las pruebas de sus repetidos plagios en escritos y discursos, las formas caprichosas y contradictorias con que dispara cifras, porcentajes e hipótesis incomprobables o falaces. Cosa curiosa en un país en el que la sociedad se decía harta de agresividad, violencia y falsedades. O quizás sólo se había cansado de quienes las ejercían, y no de lo ejercido.
Diferentes encuestas repiten, con distintas cifras, pero con igual tendencia, una misma situación. Un porcentaje apreciable de los consultados cree que la economía va a estar mejor el año próximo. Pero dentro de ese grupo una alta proporción señala que su situación económica empeoró en el último año. Puesto que esa porción significativa de la sociedad no está compuesta por economistas ni por clarividentes cabe preguntarse en qué basa su creencia y su paralelo apoyo al Presidente. Ahí asoma la sombra del pensamiento mágico. Por otra parte, dos meses atrás, en el Día de la Salud Mental, se conoció un estudio de nivel internacional que ubica a la Argentina junto con Perú y Nigeria entre los tres peores índices de estrés debido a problemas de trabajo (o falta de él) y escasez de dinero. Al mismo tiempo, una investigación del Observatorio de Deuda Social de la UCA confirmaba lo que es realidad diaria en consultorios psicoterapéuticos y establecimientos de salud: el creciente malestar psicológico (26%) de la población, expresado en angustia, depresión, ansiedad e insomnio entre otros síntomas. A un año de asunción del gobierno paleo-libertario la convivencia de la alta imagen positiva con las duras realidades sociales, económicas, psíquicas y laborales quizás podría explicarse, con permiso de Joan Didion, aplicando el título de su obra. El primer año de Milei sería el del pensamiento mágico.
*Escritor y periodista.