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Eclipse de mar

El electorado que apoyó a Milei se desgrana, pero nadie lo captura.

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‘Jamoncito’ Javier Milei. | Pablo Temes

Las barajas comienzan a salir al revés en la mano gubernamental. El Gobierno comienza a exhibir una distancia considerable de las demandas del electorado que lo votó.

Cordilleras ideológicas. El mantra monetarista parece parafrasear a la famosa frase del General José de San Martín: “tengamos superávit, lo demás no importa nada”. Esas anteojeras ideológicas permiten que todos los problemas puedan esconderse debajo de la alfombra y avanzar con una agenda múltiple y rotativa que nunca termina de ejecutarse.

El malestar social que se expresan en todas las encuestas muestra que el Gobierno ya se mueve dentro del espectro de la imagen negativa: es decir, más personas, creen que el Gobierno va por el camino incorrecto que las que consideran que va por el correcto. Las cifras no harán más que incrementarse. El veto a la ley de movilidad jubilatoria causó un profundo malestar en los nueve millones de jubilados, pero también a sus familiares y allegados que tienen que escuchar las diatribas de quienes se sienten injustamente marginados. Un veto parcial, reconociendo el ocho y monedas de pérdida de enero, habría sido una salida salomónica entre el fundamentalismo monetario y las necesidades de quienes hoy se sienten abrumados por el “reacomodo de los precios relativos” como les gusta decir a los economistas neoliberales.

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Microscopios políticos

El enojo de los jubilados va más allá del porcentaje perdido en el año: sienten que es una profunda injusticia. En el momento que se estaba preparando el veto, los periodistas oficialistas se regodeaban recordando que Cristina Kirchner también había vetado el 82% móvil que había sancionado el Congreso díscolo en 2010. Lo que esos periodistas, omitían en su ánimo vengativo, es que la mayoría de esos jubilados se convirtieron en silenciosos opositores del kirchnerismo, votando en contra en cada oportunidad de lo que presentían como “K”. Ese numeroso colectivo terminó mayormente abrevando en Cambiemos, luego en Juntos por el Cambio, y terminaron votando a Javier Milei en el balotaje del noviembre último. Como plantea Luc Boltanski en El Amor y la Justicia como competencias, es que “la proximidad de la muerte crea una urgencia que endurece el reclamo, lo hace más vehemente y más apremiante”.

Segunda vuelta. Ahora, será el turno al veto del financiamiento a las universidades. Curiosamente entre los ideólogos de la ultraderecha mundial el sistema universitario es un enemigo importante, que incluye a la mayorías de las grandes universidades norteamericanas e incluso las inglesas. Hasta la prestigiosa London School of Economics and Political Science (LSE) que supo albergar entre sus profesores a Friedrich Hayek, hoy es cuestionada por su mirada crítica a los modelos ultraliberales. El desarme financiero del sistema universitario ahora golpeará en el corazón del electorado joven libertario. Contrariamente a lo que se pueda pensar, buena parte de los jóvenes que apoyaron a Milei el año pasado habían prestado mucha atención a la promesa del voucher, que más allá de no entender exactamente cómo iba a funcionar, expresaba el deseo de acceder a los estudios superiores.

En síntesis, el 55% del electorado que apoyó a Milei se empieza a desgranar. Pero para beneplácito del oficialismo, nadie está capturando ese desapego. Desde ya, ese heterogéneo espacio que votó LLA tenía el componente del nuevo electorado juvenil, pero también el votante tradicional de Juntos por el Cambio y que a su vez contaba con un componente liberal urbano –de centroizquierda moderada, y otro componente furiosamente antikirchnerista. El radicalismo quedó casi por omisión en condiciones de volver a generar una opción de liderazgo nacional, pero el famoso asado convocado por Javier Milei fue un misil teledirigido a hundir –una vez más–, al centenario partido. Resultado: los gobernadores amigables vuelven a desear ser parte del armado de las listas nacionales en 2025, que es la principal tarea de Karina Milei –además de recibir a Susana–.

Tiempos extraños

Nuevas luchas. El Gobierno también disfruta de las luchas intestinas en el kirchnerismo. El acto en La Plata de Máximo Kirchner con un escenario duranbarbista 360° tuvo un solo destinatario: Axel Kicillof. Si hay nuevas canciones el compositor no debería ser el gobernador bonaerense. Es cierto que Máximo arriesgó ser el único orador en un estadio estrictamente dividido entre “los jetones”, muchos funcionarios de Kicillof y los militantes rasos. Muchos sospechan que a la alianza entre Máximo y Cristina se le debe sumar Sergio Massa. Algunos ya imaginan que el tigrense encabece la lista de diputados bonaerenses, lo que debilitaría las aspiraciones de Kicillof. Máximo Kirchner hacia el final de su discurso de aproximadamente una hora, dejó sobreentendido que si las aspiraciones de su sector no fueran atendidas, no tendría problemas en levantar sus bártulos y presentar su propia lista emulando a la Unidad Ciudadana de 2017. Esto por supuesto tendría un fuerte impacto en los intendentes, que tendrían que duplicar sus esfuerzos para tener presencia en las distintas opciones que ofrezca el peronismo al electorado.

Entre quienes le hablan al oído al gobernador le plantean seguir el camino de Massa en 2013, armar por fuera del kirchnerismo, con la esperanza de obtener el gran reencuentro en 2027. El ejemplo de Daniel Scioli en la derrota, pero aún el de Alberto Fernández en el triunfo, está en el pizarrón de los estrategas bilardistas: las elecciones se ganan por al menos un voto. El riesgo de la difusión de listas peronistas, y todas acusando a las demás de no ser genuinamente peronistas en los principales distritos electorales, aparte de predecir un bochorno, hace crecer las posibilidades de que LLA gane en distritos claves, más allá de la debilidad relativa del Gobierno. Más allá de las declamaciones los recursos libertarios fluirán con el objetivo de realizar una buena elección, la oscuridad de las cuentas públicas favorecerá al ingente esfuerzo de los libertarios de atraer los votos hacia figuras desconocidas mezcladas con las que han sido candidatos en innumerables ocasiones.

*Sociólogo.