COLUMNISTAS
falsificaciones

Echar de menos

En un artículo de la revista Ñ de mayo de 2024, Luis Alberto Romero decía que extrañaba a Horacio González, a José Pablo Feinmann, a Ricardo Forster, a Pacho O’Donnell. Que, “luego de décadas de criticarlos”, ahora los extrañaba. No para concordar, evidentemente, no para confluir, sino en todo caso para seguir discutiendo con ellos, para criticarlos y ser criticado y elaborar una disidencia más pulida y mejor fundamentada. Recordé (ahora que ya la extrañamos) lo que Beatriz Sarlo escribió ante la muerte de Mario Wainfeld: que leía cada domingo sus notas de Página/12, que cada domingo discrepaba y discutía mentalmente con él, y que ahora iba a extrañarlo.

No es la muerte el único factor que en esto incide, como se advierte en el planteo de Romero. Él mismo explica por qué motivos extraña a quienes extraña: por la “tanta tosquedad e ignorancia” de las formulaciones del gobierno actual (las formas, como sabemos, hacen al contenido: por algo se brutalizan tanto). En un contexto de etiquetamientos hiperbólicos y huecos (“el mejor de la historia”, “el peor de la historia”, etc.), en un contexto de adhesiones estridentes al estilo de los clubs de fans, que no precisan sustancia, y de los vituperios morbosos de los enquistados en el rencor, que tampoco la precisan, se entiende que alguien como Romero o alguien como Sarlo dijeran que echaban o echarían de menos a aquellos que les ofrecían, no la paz del buen acuerdo, sino una exigencia intelectual siempre estimulante para la confrontación.

No es algo que esté perdido, por supuesto, pero sí está evidentemente dañado, arrinconado, interferido. ¿Cómo despejar un espacio y un tiempo a salvo de las falsificaciones continuas, del hábito del disparate, de la maraña de agresiones en masa a golpe de pulgares y botoncitos? ¿Cómo separarlos de la turbia metafórica de violaciones sexuales, con sus cogidos y sus culos rojos, de quienes, empezando por el presidente de la República, se regodean públicamente con escabrosas fantasías de esa índole?

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Eso que Beatriz Sarlo advirtió que extrañaría, eso que Luis Alberto Romero escribió que extraña, lo extrañamos también los lectores. No está perdido, no: no está perdido. Pero está sumamente replegado.