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Drogas pesadas

Evito la Feria del Libro, pero igualmente, me contaron que uno de sus “hits” fueron la bellas promotoras que ofertaban Fernet –gratis– a cuanto curioso o baboso se les acercara y pareciese mayor de edad. Perón decía: “El capital es lo más cobarde que hay” y, en efecto, es natural que una celebración del capital como la Feria Rural o la del Libro en la Rural cedan su espacio a quienes mejor lo paguen. Pero esa natural cobardía no exime a nadie de su responsabilidad moral.

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Evito la Feria del Libro, pero igualmente, me contaron que uno de sus “hits” fueron la bellas promotoras que ofertaban Fernet –gratis– a cuanto curioso o baboso se les acercara y pareciese mayor de edad. Perón decía: “El capital es lo más cobarde que hay” y, en efecto, es natural que una celebración del capital como la Feria Rural o la del Libro en la Rural cedan su espacio a quienes mejor lo paguen. Pero esa natural cobardía no exime a nadie de su responsabilidad moral, en este caso, con la captación de alcohólicos de relevo a esos pocos que rescatan algunas iglesias y muchas sectas evangélicas y a los tantos que dejan de beber por incompatibilidad entre la ingesta y la cirrosis contraída a causa de la ingesta.

Los daños que produce el alcohol superan entre ochenta y cien veces los del conjunto de las drogas prohibidas. Ahora está de moda alarmarse por el auge de la violencia relacionada con el comercio de drogas, pero las muertes violentas provocadas por el alcohol –desde la violencia familiar hasta esa forma de violencia social que son los accidentes viales y de tránsito– suman decenas de miles por año.

Casualmente, también son decenas de miles las muertes provocadas por enfermedades pulmonares y vasculares causadas por el tabaco. El nueve por ciento de la población mayor de cincuenta y cinco años padece el penoso EPOC, cuadro crónico que, en su mayoría, se produce entre fumadores y ex fumadores activos y pasivos. Es absurdo que los afiliados a prepagas médicas y las obras sociales tengan que cargar con los enormes gastos de atención de este mal de la época. Esos diez o quince mil dólares que cuesta cada caso tendrían que ser repuestos por el Estado, que engrosó sus arcas con impuestos al tabaco y nunca alertó debidamente a la población ni arbitró políticas contra la difusión del tabaco. Aún hoy, el Gobierno argentino sigue manteniendo el precio del cigarrillo en el nivel más bajo del mundo y a la industria del tabaco en el estatus más privilegiado del mundo: el razonable proyecto de ley del ex ministro Ginés González sigue cajoneado y torpedeado por las provincias productoras de tabaco y las vitivinícolas han alterado en su favor la ley de accidentes de tránsito.

Tal vez haya que agregar al juego entre estas drogas pesadas que cuentan con la protección y hasta con el estímulo del Estado. Es evidente su crecimiento y la cercanía de sus capomafias al centro de un poder que no acierta con mejores políticas contra las drogas ilícitas que amenazar con su despenalización, tal vez como paso previo para integrarlas a su negocio.