COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Diaria gimnasia de rebeldía versus los abusos del poder

06_09_2024_bozal_cedoc_g
Bozal. La libertad de expresión entra en riesgo cuando desde el poder atacan al periodismo. | cedoc

No quiero iniciar mi columna de hoy como defensor de los lectores del diario PERFIL sin señalar que me duele lo que está sucediendo en Oriente Medio, verdadero germen de un conflicto que puede escalar hasta niveles indecibles: mañana se cumplirá un año del violento ataque terrorista de Hamas contra el sur de Israel, en un festival sangriento que hemos visto con horror. Aún quedan las secuelas de ese ataque mortífero: la respuesta de Israel hizo de la Franja de Gaza una región devastada por bombardeos, ataques terrestres y aislamiento; con Hamas en estado de extinción, el ejército Hezbollah, financiado por Irán, con enorme influencia en el Líbano y decenas de actos terroristas en el mundo (Argentina incluida), provocó el dramático traslado de las acciones bélicas al norte de Israel y sur del Líbano, con cientos o miles de víctimas, muchas de ellas civiles. El enfrentamiento no cesa y tiende a  aumentar hasta proporciones impredecibles.

Dicho esto, que seguramente compartirán o rechazarán muchos de los lectores de este diario, pasemos  a cuestiones domésticas, no diferentes de las abordadas en semanas anteriores.

El lanzamiento nacional del partido que conducen los hermanos Milei fue una tramo más de la escalada virulenta que el dúo consuma contra todo aquel o aquello que se opone, analiza críticamente o rechaza las políticas del Gobierno iniciado hace ya casi diez meses. En particular, el periodismo independiente y actores de las redes sociales no sometidas –por amor o por dinero– al poder central. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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¿Por qué cuestionar una política persecutoria desde lo verbal contra la prensa no sometida al discurso y la praxis oficial? Porque si la máxima autoridad de un país la castiga con insultos, denuestos, ciertas amenazas (veladas o no), se deja terreno libre para que los ataques de sus adherentes o amanuenses en las redes sociales (de gran influencia, es cierto, pero habría que hacer un verdadero análisis de cuánta es) se viralicen y lleguen sin filtro alguno a un público ya contaminado por noticias falsas y comentarios de comunicadores afines al Gobierno. Y más: en una clara acción distractiva, buena parte de ellos dedican horas a comentar frivolidades como si fuesen temas importantes para la vida cotidiana de los argentinos, más necesitados hoy de buenos argumento que expliquen por qué no frenan los aumentos de tarifas (sean de gas, agua, telefonía, prepagas, comida, ropa, transporte), por qué cierran o languidecen fondos, centros de investigación, universidades, la escuela pública, empresas estratégicas, por qué los vaivenes que van desde políticas internas a compromisos internacionales (Malvinas, la China que a fines del año pasado –¡un  año atrás, apenas!– era mala palabra y es hoy tabla salvadora de una economía en riesgo). 

Quienes hemos transitado no pocos años de la vida argentina con ojos y piel de periodistas sabemos bien de qué se trata cuando el autoritarismo, sea en un sistema dictatorial como en uno democrático, avanza sobre la libertad de expresión. El poder va erosionando la capacidad de asombro de las audiencias y del periodismo, hasta llegar al extremo de pensar que no importa demasiado si esa libertad de expresión está o no en riesgo. Primero se aplica una sutil forma de censura no declarada, o declarada a medias), para lograr un segundo paso hacia la indiferencia que lleva a un tercero, la aceptación. Así, los regímenes autoritarios van conquistando el territorio de las ideas sin encontrar a su paso poco que se les oponga abiertamente. Queda, en definitiva, aceptar las condiciones, someterse, callar, o ejercer la rebeldía como gimnasia cotidiana y enfrentarse al poder. Todo poder.

La libertad es eso: optar entre la quietud callada y aquiescente y la rebeldía enriquecedora.