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Del 'nopasanadismo' a la nada misma de Macri

19_04_2019 macri descanso vacaciones
ARCHIVO. Macri junto a Awada durante sus vacaciones en la Patagonia. | Cedoc.

Con el ingreso del otoño, cambió su reposera veraniega por el mullido sillón de su elegante quinta Los Abrojos, en el conurbano bonaerense. Allí Mauricio Macri abraza la cuarentena y trata de encarrilar su nimiedad política, a solo seis meses de haber obtenido casi 11 millones de votos. Seis meses.

Tras entregar el poder el 10 de diciembre (lo que deberá ser reconocido por la historia), Macri se entregó al descanso y al bajo perfil. La primera por tradición, la segunda por necesidad: dejó una herencia socioeconómica de tal magnitud que mejor esperar un tiempo antes de asomar.

La pandemia, el aislamiento estricto y la cancelación del fútbol (que jugaba y miraba por TV con entusiasmo aun en los peores momentos) acaso lo obligaron a cambiar de planes. También, hay que decirlo, debió frustrarlo que no se pudiera materializar por el Covid-19 su portentoso desembarco al frente de la Fundación FIFA.

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Así, empezó a transitar el mismo camino de prueba-error de cuando era presidente. Se contactó con Alberto Fernández (con quien no hay feeling) para transmitirle su preocupación por el impacto económico de la cuarentena, mientras morían de a miles en Europa diariamente. Error. No hubo más mensajes entre ellos.

Pretendió volver a liderar reuniones virtuales con el Estado Mayor del PRO con el objeto de bajar línea hacia una mayor dureza con el Gobierno. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal pegaron el faltazo a algún zoom y el ex mandatario solo encontró eco en el ala dura, personificada públicamente por Patricia Bullrich y Miguel Pichetto y más reservadamente por Guillermo Dietrich.

Las diferencias dentro de ese espacio se hicieron más notorias con quienes tienen que gestionar, como gobernadores e intendentes. Ya no se trata del caso Rodríguez Larreta, que sigue escuchando estoico a su ex jefe pese a que eligió y fue elegido socio político clave de Alberto F. Hasta Jorge Macri, primo del ex presidente e intendente de Vicente López, transmitió a los medios que tomó distancia de esa idea de confrontar con el oficialismo en estos tiempos. El “Macri bueno”, como lo llaman ciertos albertistas, suele visitar la residencia de Olivos junto a Juan Zabaleta (de Hurlingham) más de lo que se conoce.

Intentó entonces con los legisladores, que salvo contadas excepciones disimulan su escaso interés por lo que dice Macri. Lo contrario a lo que sucedió con Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados durante la era macrista, que volvió a intervenir con sus ex pares para recomendar colaboración constructiva con el peronismo.

Perdido, Macri recurrió a otro vetusto caballito de batalla: firmó una proclama protoliberal contra los presuntos autoritarismos y populismos que se enancan en la pandemia. Acompañado por Vargas Llosa y Aznar, entre otros conspicuos derechistas, criticaron a Cuba, Nicaragua, Venezuela, España y Argentina. Ups, se olvidaron de Brasil. La actitud de Macri causó vergüenza en varios referentes de su coalición.

Con la misma necedad con que negaba la crisis en su gestión, el “nopasanadismo” acuñado por Marcos Peña, Macri parece no entender tampoco este presente y termina instalándose como líder de la nada.