Este tiempo está marcado por la crueldad. ¿Es posible pensar en distintos tipos de crueldad? ¿La crueldad de Milei hace sistema con el Teatro de la crueldad, de Artaud? ¿La crueldad de Sade tiene algo que ver con la crueldad de La Nación + o TN? ¿Habría un tipo de crueldad emancipatoria, soberana, vanguardista, y otra fascista, neo-fascista, reaccionaria? Habría que volver sobre la relación (tensión) entre vanguardia y fascismo. Volver sobre el futurismo (incendiar los museos, inundar las bibliotecas). Pero la singularidad del tiempo de Milei ocurre en el goce. Hay en Milei, y en todo su aparato de propaganda y discurso, la extracción de un goce en la acción cruel. Eso es novedoso. Por supuesto (y ante todo) que hay un plan socio-demográfico en Milei y el gran capital: una inmensa transferencia de recursos que haga casi desaparecer a la clase media, llegando a un 80% de pobreza, y que eso (que incluye la falta de acceso a la educación superior –y a la educación tout-court–, la salud, la vivienda, el transporte digno, los bienes culturales, etc.; es decir, el llevar una vida miserable) llegue a naturalizarse. Que las cosas sean así y sea imposible pensar que podrían ser de otro modo, igual que como ocurre en casi toda América Latina. Pero no se puede pensar el tiempo de Milei sin también un pensamiento sobre el goce de la crueldad. //
–Los escritores en Instagram: debemos detenernos en la puesta en escena de la figura pública de la literatura y los escritores en base a una especie de “política de la afectividad”. Esa situación ocurre en diversas instancias, pero con especial pregnancia en las (auto) denominadas “redes sociales”. Es evidente que la letra del discurso del mercado literario, la literatura y los escritores en la escena pública construye, reproduce y amplifica la “política de la afectividad” que cierra toda discusión sobre las implicancias estéticas. Todos los actores del campo literario pasan a ser seres queridos: se agradece a la “amorosa” que escribió una reseña favorable, al “genio” que presentó el libro, al público “divino” que asistió, a la editorial y el agente literario “que tan bien trabajan” (hasta que dejan de trabajar bien), al “maravilloso” ilustrador del libro, etc. Pero es un error suponer que allí solo se expresa el narcisismo o la autopromoción de los autores. Es ese un dato secundario. Lo que se juega allí, en esa “política de la afectividad”, es una obturación de la discusión estética. El campo literario se vuelve democráticamente trivial, un jardín en que todas las variedades son bienvenidas y queridas. Al obturar las discusiones estéticas –las discusiones a causa de las estéticas– se obtura también toda conflictividad. La “política de la afectividad” es lo propio de un progresismo sin conflictos. Un progresismo que no conflictúa nada. Pero lo literario –y su pensamiento– conlleva siempre una dimensión agonística: es lo agonístico mismo.//
–Los diarios The Guardian y La Vanguardia, de Barcelona (y tal vez otros más) anunciaron que abandonaron X (Twitter). Es una decisión correcta. Twitter (y las redes sociales en general) no han sido cooptadas por el fascismo: son el fascismo. No tiene sentido dar la pelea ahí. Hay que irse y vaciar las redes: dejarlos solos hablando entre ellos, insultándose, mintiendo, amenazándose, siendo la cloaca del mundo.