La multiplicidad de canales de comunicación nos ofrece tantas coberturas e interpretaciones de los hechos que parece que hubiésemos llegado al ideal de la parcialidad.
Ni las encuestas se acercan a los sucesos. Salvo una que acertó ampliamente vaticinando el triunfo demoledor de Trump: la estadística que proviene de las apuestas. Los que pagan por un ganador parecen ser votantes asegurados.
Ante la dificultad de elegir una emisión de radio, streaming, programa televisivo, podcast, influencer, recomiendo una escenografía familiar, con la heladera cerca. El debate casero puede atenuar el bombardeo de información y el odio diseminado.
Primer paso: levantarse con la euforia de la decepción.
Segundo paso: preparar el agua a temperatura justa para un mate duradero, yerba sacudido el polvo, una bombilla que motive la conversación a la manera de un micrófono (pero de los que hacen callar). Si fuera posible, unos bizcochitos, dulce de leche o mermelada recién hecha (se recomiendan los puestos en las rutas, yendo a Escobar, cuatro kilos de frutillas por 8 mil pesos, una delicia).
Tercer paso: exponer lo agotado, que la repetición no arruine el desayuno.
Cuarto paso: soltar algunas ideas, agregar un chorrito de comentarios avinagrados, una pizca de ilusión (“supuestamente no quiere guerras”), una cantidad considerable de temor, con cuidado de que no inmovilice al conjunto. Por último, en esta instancia, batir lentamente hasta que la conversación vaya tomando forma.
Quinto paso: dejar reposar las estipulaciones, mirar algunos memes (el humor permite que amalgame y el diálogo crezca); contrarrestar con alguna lectura, puede ser un fragmento del poema de Allen Ginsberg, Aullido, para recordar que Estados Unidos es un país complejo, omnipotente y desesperado, también cuna del pesimismo. Enseguida otra pizca de humor, fundamental para aplacar la furia del poema. Batir nuevamente hasta que emerjan algunas verdades (atención: es un efecto de la mezcla, no un ingrediente).
Sexto paso: escuchar a los hijos. Sumar nuevas palabras, condimentar con algunos vocablos inclusivos, dejar reposar, atender a lo que surja: “La verdad le gana a la imparcialidad”, “El oprimido se identifica con el opresor para dejar de serlo”, “Laburante mata identidad (ni latino, ni negro, ni homosexual, siempre gana el discurso del laburante)”.
Séptimo paso (simultáneo al sexto): cebar en silencio, dejarse sorprender, sopesar. Opcional, y hasta recomendable: sumar intervenciones de quienes estén cerca.
Una vez realizada la conversación, es probable que formatos y plataformas se digieran de otra manera.