COLUMNISTAS
generaciones

De cristal o los acostados

Logo Perfil
. | Cedoc Perfil

Hay una película de los años 60 que merece una trasnoche. Como todo cine de otras épocas, conviene darle tiempo. Y es precisamente una historia que se adelanta a su tiempo. Remite con cariño y rebeldía al presente de la inmovilidad. En español se tradujo Buenas noches, Alejandro, y en francés Alexandre, le bienheureux, algo así como Alejandro, el dichoso o afortunado. El film consiste en un hombre que decide no salir de su cama. El genial actor, Philippe Noiret, monta un sistema de poleas, con sogas, baldes, bandejas, extensiones y conexiones que le permiten afirmarse en el colchón, haciendo que todo venga a él. El director, Yves Robert, ya había conmovido a su generación con La guerra de los botones, en 1962, y seguiría combinando humor, ternura y crítica social en Alto, rubio y con un zapato negro. Pero el film que me resulta inolvidable es Buenas noches, Alejandro, un elogio irónico del aislamiento y la inacción. El protagonista, regido por el gusto de no tener que levantarse, consigue lo que necesita estirando los brazos, apretando un botón o tirando de una cuerda.

En estos días –cumpliendo la maravillosa “condena” de escribir en una Residencia de escritores y traductores en Saint-Nazaire– me invitaron a conversar con alumnos de quinto año de uno de los colegios secundarios más grande de Francia. El profesor de lengua, al enterarse de mi estadía durante estos meses, incluyó en el programa del 2023-2024, la lectura de cuentos de Borges, Silvina Ocampo y Cortázar (en francés). Es un colegio público con mayoría de estudiantes destinados a trabajos en los astilleros, en puestos de ventas, y unos pocos aspirantes a la universidad. La literatura les resultaba más bien ajena hasta que el profesor de lengua les abrió algunas puertas. Como escribió Bernard Pivot: “Leer no es retirarse del mundo, es entrar en él por otras puertas.” Por ahí traté de meterme, viendo el efecto que les había producido la lectura de autores argentinos. Fue notable que la mayoría prefiriese, por sobre todos los cuentos, “El otro”, de Borges (estuve varios minutos jugando a que pronuncien todas los sonidos de la j y la g del nombre completo de nuestro escritor, creando un coro de sonoridades imposibles). El relato, incluido en El libro de arena, postula un encuentro entre Borges de casi setenta años con el joven Borges. A varios de los alumnos les pareció genial cómo el cuento mostraba tan diferentes al viejo y al joven de una misma persona. Se habló de la juventud en Francia y aproveché para preguntarles si usaban el término “Generación de cristal”.  Desconocían esa nominación, y quisieron saber el motivo. Les pregunté entonces por las propiedades del cristal. Frágil, rompible, dijeron. El profesor intervino: acá los llaman “los acostados”, porque todo lo hacen a través de internet, hasta con la pizza: estiran el brazo y la reciben por la ventana. Diferencias económicas y anímicas, pensé. Los que pueden, no se levantan, ¡como Alejandro! Y los que no pueden, se rompen.

Recordé que en francés élever tiene doble acepción: levantar y educar.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las palabras suelen tener la respuesta.