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De bolsillo

No estoy seguro de que la “sensación térmica” deba asignarse al plano de la subjetividad. Se nos informa de ella cada hora, junto con la temperatura, y nos tienta la idea de que pueda ser un invento argentino. Pero subjetivo, según creo, es que se diga que a alguien le gusta el calor o le gusta el frío, que disfruta del aire seco o le agrada el aire espeso. La sensación térmica, en cambio, combinación objetiva de factores tales como la temperatura, la humedad y el viento, se registra objetivamente en la materialidad objetiva del cuerpo. Después cada cual sabrá, en lo subjetivo, qué le pasa con eso que le pasa al cuerpo; pero eso que le pasa al cuerpo le pasa de manera objetiva.

Pensaba en estas cosas porque no entiendo del todo bien qué se dice cuando se dice (y se dice muy a menudo) que la baja de la inflación “no se siente en el bolsillo”. Recordemos a Juan Carlos Pugliese, que en su momento debió distinguir corazón de bolsillo, ya que le habló a lo uno y le respondieron con lo otro. La sentimentalidad del corazón es subjetiva, no así lo que un bolsillo percibe o no. Está claro que a la inflación hay que medirla con las metodologías estadísticas de rigor. Pero eso que se mide objetivamente, ¿dónde ha de sentirse, sino en el bolsillo? ¿Dónde se siente entonces, ya que no en el bolsillo, que es el que sabe si la plata alcanza o no alcanza, si los salarios ganan o pierden, si las jubilaciones subieron o no? Las cosas en el país pueden seguir muy complicadas, y la esperanza sostenerse pese a todo: eso sí es del orden de lo subjetivo. Lo que el bolsillo siente o no siente, no.

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