¿Le peguntaste a Laje?, suele ser uno de los interrogantes que triscan en la Casa Rosada. Más de un funcionario, dicen, consulta al cordobés Agustín Laje sobre el contenido de sus decisiones: saben que este filósofo treintañero, autor de numerosos libros, enemigo mortal de la nueva y vieja izquierda, ascendió en la consideración de Javier Milei para expedirse en cuestiones ajenas a la Economía: protagoniza el modelo de la batalla cultural que, en ocasiones, le ha generado algunas controversias en sus discursos. Caso Davos, por ejemplo, cuando se rozó la homofobia y hubo que dar explicaciones. Hombre de peso Laje que, además, asume en público la defensa del Presidente y sus medidas, se ha vuelto un portavoz cada vez más reiterado. Eso paga. Sin duda, carece de la altura de Santiago Caputo en la escala del poder, pero no se esconde al público, es conferencista y polémico, características que le granjeó simpatías de Milei. Mientras Caputo ha sido un gran lector de libros –es lo que comentan sus amigos–, Laje en cambio ha publicado media docena de textos. Igual no son competencia uno con el otro.
En todo caso, el cordobés forma parte de los improvisados “dadores de sangre intelectual”, como Ted Sorensen con John Kennedy, aportando más contenido político a la llamada Nueva Derecha en la que abreva el mandatario. Obviamente Laje comulga con Donald Trump y sus ONG, prestas esta semana para recibir con aplausos al jefe de Estado argentino. Ambos colegas se identifican más en la ideología que en la contradictoria economía: los intereses de ambas naciones no son tan comunes, van a fingir un apareamiento. Aparte del creciente ascenso de Laje en la cercanía de Olivos, también hay que incluir a otro radicalizado en el pensamiento de la derecha, que viene menos al país y participa del mismo núcleo de “dadores”: un orientador filosófico de la misma tendencia, Leonardo Orlando, quien reside en París y ha sido noticia porque lo excomulgaron en la universidad francesa por sus opiniones sobre la agenda woke. Otro que tiene su propia batalla en tierra ajena.
Pero es el Caputo joven y pragmático quien debe lidiar en la calle, en silencio como le gusta, por otras porfías del Gobierno. Lejos de las tenidas intelectuales, como las imputaciones de corrupción. Sea por el desliz de Milei en los mercados al recomendar una empresa que subió en forma violenta y bajó con la misma intensidad en minutos, con un daño presunto de más de 80 millones de dólares que afectó en apariencia a inversores del exterior y, mucho más, por una cuestión superior en monto que lo tocaba al propio Caputo: la suspendida licitación de la Hidrovía, medida obligada por suspicacias varias. Fue el Presidente quien, al final, no quiso demorarse para suspender las presentaciones por una concesión de 60 años y un discutible pliego. Habrá que imaginar su rabieta porque hasta el gobierno paraguayo había señalado venalidades en ese operativo. Demasiadas, oscuras y distintas manos en un mismo plato, aunque ahora Trump habilita a las empresas de su país para que se ejerciten en sobornos. Justo cuando se pensaba que el nuevo liberalismo no se mancha.
Santiago Caputo ha sido un gran lector de libros, dicen sus amigos. Laje ha escrito varios. No compiten entre ellos
Estos dos tropiezos afectaron a Caputo y al Presidente –molesto, además, por la baja audiencia que registró en varios de los programas de la mañana a los que asistió–, uno se va de viaje a EE.UU. y el otro a luchar en el Senado desde la trastienda en una sesión clave con tres temas por lo menos: la designación de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla como jueces de la Corte Suprema, la suspensión de las PASO y la aprobación de la “ficha limpia”. 1) Suspenso con Lijo quien, por derecha, legalmente, tiene más posibilidades que el otro aspirante que ni siquiera logró la aprobación de la comisión específica. Parece que se complica lo de Lijo porque uno de sus necesarios votos, el de la senadora Corpacci, se ausenta a la India; 2) carretera libre para terminar con las PASO por tiempo indeterminado y 3) enormes dudas para el tratamiento de la “ficha limpia” que aprobó Diputados con holgura la semana pasada.
Si trascendió el propósito de bloquear cualquier candidatura de Cristina de Kirchner con este instrumento, parece chambón e inconstitucional ese cometido. Lo planteó Miguel Pichetto en su discurso, ya que si se aprueba el proyecto, luego la expresidenta puede acudir con una cautelar al juez electoral de la Provincia de Buenos Aires por violación al principio de inocencia (incluido hasta en la Corte Internacional de Costa Rica), ya que sus condenas no están firmes. Curiosamente, si elige ese camino, la cautelar quedará en manos de un magistrado al que vinculan con el kirchnerismo: Alejo Ramos Padilla. Como el tema es más moral que penal, seguramente el juez lo elevará a la Cámara y ésta, luego, lo desviará a la Corte Suprema de la Nación. Demasiadas etapas, larga o eterna espera, alegría hasta ahora de quienes piensan librarse de ella y solo vieron una estantería con libros de Derecho y confianza en quienes han leído esos libros y ejercido la materia. Siempre que haya sesión esta semana en el Senado, tal vez la “ficha limpia” pase para otro momento mientras Cristina se preocupa por otras cuestiones, no por esa amenaza diletante.