Te puede pasar a los diez, a los dieciocho, a los treinta, a los ochenta. Hay una edad para hacer ciertas cosas, pero no hay edad para que tu vocación ingrese al terreno gris de la duda. Puede pasarte en cualquier momento. Incluso, aparecer después que hayas logrado establecerte en lo que tanto te costó. O al consagrarte, también bastante común…
Así como no hay un tiempo específico, las razones tampoco son unívocas. Para cada afectado vocacional existe una justificación.
Ya sea que estés cansado de lo que haces, que no te convence, o no seas brillante en eso, que a tu hobbie lo disfrutes más, o simplemente, te gane el deseo aventurero de transitar otras experiencias. Si hasta ahora no entraste en ninguna de esas alternativas, siempre tendrás al alcance de la mano la razón mas turra, el talón de Aquiles siempre vigente: que quizás te sentís a gusto con lo que haces porque en realidad no conoces otra cosa mejor.
Perdón si te metí una idea en la cabeza, mejor prevenir que curar…
La crisis vocacional es un mal histórico que atormenta al hombre desde que es hombre (me refiero a la humanidad, INADI ¡abstenerse!) pero que, sin dudas, en nuestros tiempos se agudizó.
Y no debería...: la presión social y familiar disminuyeron en comparación con épocas pasadas, y al mismo tiempo, las ramas laborales se diversificaron exponencialmente. Otra buena noticia, es que la primera aproximación a las ofertas se volvieron inmediatas a partir de internet. Aprender guitarra, informática, ingeniería, cocina; lo que se te ocurra, con sólo un click ya podes saber algo más…
No obstante, el efecto es paradojal. La masiva accesibilidad paraliza. Si se puede saber de todo, no se investiga nada. Un boliche sin un VIP (parece a nadie interesar).
En el vasto universo de posibilidades, anulados gran parte de los impedimentos de antaño (distancias, grandes costos, hermetismo sapiensal) la gente, en lugar de salir a recorrer entusiasmados los fértiles campos digitales, tiende a detenerse. Se angustia.
En el menú de hoy, estamos invadidos por una crisis vocacional masiva, para todas y todos.
Detesto esas notas que analizan una situación y en el fondo no te dejan nada. Por eso (a conciencia del sesgo que conlleva un consejo y a sabiendas que empeora cuando se difunde a gran escala) van las siguientes líneas:
-Busca en lo mínimo y cercano. Que te atraviese un rayo la frente y un designio sobrenatural guíe tus actos, no digo que no pueda pasar, pero sería muy raro… Si te gusta sentir el calor de la taza en tu mano, quizás seas alfarero. Si te sentiste en vena defendiendo a un amigo, puede seas un buen futuro abogado. Buscá más acá y no tanto allá. En lo que te rodea, cerca, mirá alrededor tuyo. Ahora mismo, si sacás la vista del monitor, vas a ver que hay cosas que te gustan más y otras que no. Ahí está la punta del ovillo. Siempre
-No hagas cosas sólo por la plata. Te vas a terminar aburriendo y vas a tener que volver a leer notas como esta. Si haces cosas con amor el resultado siempre será superador. La abundancia es la hija pequeña del amor, la trae consigo adonde que va. La plata puede sufrir cambios. Si vas con amor, el riesgo baja a cero.
-Cortala con el flipper. No vayas en busca del entretenimiento constante. Pretender una actividad salvífica, sin errores, es otro rebusque autodestructivo. Toda actividad, por más afín sea a tus capacidades, siempre estará repleta de imperfecciones, de errores, de circunstancias indeseadas. Sin ir mas lejos, prepararte a la mayoría de las profesiones requiere generalmente entre tres y cinco años de entrenamiento mínimo inicial antes de poder hacerlo. ¿A quién le puede divertir eso?
-Recuperá una visión de largo plazo. Un mejor futuro depende de postergar otros deseos que te atrasen de la meta. El hecho que debido a las tecnologías, todos estemos más acostumbrados al corto plazo, podés también tomarlo como una ventaja: si te decidís por una mirada a largo plazo, te hará destacar del resto más fácilmente en lo que sea que emprendas. Tendrás menos competencia que las que tendrías con el mismo esfuerzo en otras épocas.
-No compres humo. Muchos millonarios, bellos y exitosos, murieron de sobredosis, ahorcados. Con su ejemplo nos dejaron una elocuente muestra que el ideal que los medios de comunicación y el marketing nos implantan día a día, no alcanza -por sí solo- a sofocar el alma inquieta del ser humano. Un hombre brillante aprende de sus propios errores, y el genio, aprende también de los errores de los demás.
-En lugar de adelantarte tanto pensando en qué cosas te ves haciendo, rebobiná. De chico, cuando no tenías mucho disco rígido ocupado con mandatos, haciendo qué cosas entraste en transe, con qué cosas no se te pasaba el tiempo.
-Asesorate y preguntá. Internet esta buenísimo, pero no está organizado. Siempre tenes personas que te pueden orientar, o al menos, que conocen a otras que sí saben. Los Institutos de orientación vocacional pueden ser útiles. No sólo a los adolescentes que terminan el colegio, sino como reorientador, a cualquier edad. Conozco personalmente el Instituto D´Alfonso y es una opción seria que brinda al aspirante un autoconocimiento vasto y profesional. Nadie me pagó para decir esto ni conozco a los dueños. Que conste…
Por último, lo fundamental. Por mas que abras los ojos, es un cuarto oscuro.
Quedarte quieto o moverte con tedio, es confirmar que no te interesa profundamente resolver el problema. De ese modo te encontrarías en la otra punta del problema, es decir, ejerciendo la vocación de dudar de tu vocación. ¿Te gusta esa? Si te hace felíz no leas más. Sino, la respuesta se encuentra chocando. Siempre chocando. En esa prueba esta la respuesta. En los errores nuestros puentes. No va por acá. No, ahora al menos. ¿Y esto? Das un paso al costado. Despacio, tocas de que se trata. Moves el brazo a ver si el camino está despejado, si podes ir por ahí…
Al comienzo de esta nota dijimos algunas características del problema vocacional. Las características de la solución, son las mismas: Encontrar tu vocación puede ocurrirte a cualquier edad. Tener distintas justificaciones. Y lo mejor, pasarte con distintas cosas y más de una vez.
Preguntarse para qué uno nació, además de pretencioso, es una pregunta maldita, porque pregunta algo que se debería inventar.
Seguís tanteando y ahora te encontrás con algo fríó, es un picaporte, abrilo, te fuiste de esta nota.
(*) Especial para Perfil.com.