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¿Cómo puede ser que se le diga libertario a Milei?

El expresidente José Mujica y su mujer, Lucía Topolansky, exvicepresidenta de Tabaré Vázquez, recibieron durante un año en varias charlas al periodista Pablo Cohen, colaborador de PERFIL, para una serie de charlas imperdibles, recogidas en el libro “Los indomables”, que acaba de salir en nuestro país, luego de ser un best-seller absoluto en la otra orilla del Río de la Plata. Aquí, algunas definiciones del entrevistador sobre el Pepe, como su cuidado en hablar evitando las frases huecas, su respeto y cercanía con el papa Francisco y la cuestión de los juicios a los militares.

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Abrazo. Mujica y Toplansky entre Cohen y otro periodista uruguayo, Gabriel Pereyra. Unas charlas en las que no ahorraron críticas a la izquierda “asfáltica” o intelectual. | cedoc

Parecería que, a esta altura, poco se puede agregar de José “Pepe” Mujica o de su capacidad de transmitir. Su imagen de austeridad, sus dichos y su forma sencilla de hablar han dado la vuelta al mundo. Personalidades de la política y de la cultura se disputan un lugar en la agenda para acercarse a su modesta chacra de las afueras de Montevideo y compartir unos mates con el expresidente y con su mujer, Lucía Topolansky. Pero ahora que, como él mismo ha dicho, ha comenzado a despedirse, al poner fin al tratamiento por el cáncer que sufre, apareció en todas las librerías de la Argentina un libro, Los indomables, del periodista y escritor Pablo Cohen –habitual colaborador de PERFIL–, que resume un año de conversaciones con Mujica y su mujer, y que rápidamente se convirtió en best-seller en la otra orilla. En exclusiva, Pablo cuenta aquí cómo fue preparar este libro con el uruguayo más global de las últimas décadas.

—Hay una frase que Mujica lanza por ahí, cuando habla de un discurso que dio ante la ONU: “Yo, cuando hablo, digo cosas”. Me dio la impresión de que él siempre se ha esforzado por ir más allá del lenguaje vacío de la política que los periodistas estamos acostumbrados a replicar.

—Efectivamente. Mujica, tanto sea cuando causa una conmoción positiva como negativa, es siempre políticamente incorrecto y auténtico. En ese sentido es, culturalmente, un caudillo clásico del Partido Nacional, que dice lo que la gente piensa y, muchas veces, lo que la gente no se anima a decir. Y está en contra no solo de la primacía del marketing político por sobre la política tradicional, sino de ese discurso vacío, lleno de lugares comunes, al que vos aludías. El hecho de decir estas cosas le ha costado muchos dolores de cabeza y muchas satisfacciones. Porque, cuando hace el promedio, la gente no solo ve a un líder carismático, sino a alguien querible, con quien empatizar o, si querés, criticable pero real. Ahí está su valor: en la autenticidad, en la honestidad intelectual, en la incorrección política y en la voluntad de patear el tablero para sacudir algunas ideas establecidas, lo cual ha sido muy útil para el Uruguay, probablemente porque ha sido mejor expresidente que presidente, pero también para la propia izquierda, porque en los últimos años Mujica ha mostrado un grado de moderación y de pragmatismo que le ha permitido decir cosas que en boca de otro hubieran provocado un gran rechazo.

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—Es interesante, porque la religión es un tema que no les resulta nada indiferente a Mujica ni a su mujer, Lucía Topolansky. Además de expresar respeto, a Mujica le resulta atractivo analizar a la Iglesia católica como institución, que podría ser muy criticada desde una mirada progresista típica.

—El tema es que él no tiene, para nada, una mirada progresista típica. Mujica empieza siendo un caudillo de la línea conservadora, aunque popular, del Partido Nacional, predicando un nacionalismo inclusivo muy típico de Luis Alberto de Herrera, una figura que admira hasta hoy. Y después pasa por los Tupamaros y por toda la historia que conocemos, con el alzamiento armado, con la represión, la cárcel y la liberación, hasta convertirse en el líder del Movimiento de Participación Popular, el MPP, un sector donde prácticamente hay lugar para todos. De hecho, el MPP es un movimiento con características sociológicas similares al peronismo en cuanto a su inclusividad, a su pragmatismo, a su capacidad para captar personas de distintas ideologías y distintos sectores del interior profundo, del Montevideo pobre, de lugares a los que la izquierda, sobre todo la universitaria, la “asfáltica” o intelectual, como dicen ellos, nunca llegó. Entonces, no es casualidad lo que decís. En primer lugar, porque Mujica no es anticlerical, sobre todo si se lo compara con Julio Sanguinetti. Lucía sí es más anticlerical, pese a que por vía materna proviene de una familia rioplatense, la familia Saavedra, católica y muy tradicional. Es decir: Mujica no cree en Dios, pero le gustaría creer en Dios. Y tiene una relación de mucho respeto y cariño con el papa Francisco, uno de cuyos referentes intelectuales acompañó políticamente a Mujica al final de su vida. Esa coincidencia es muy importante, porque se trata de un amigo en común, el gran teólogo uruguayo Alberto “Tucho” Methol Ferré.

Controversia y reflexión. En el Uruguay provocaron una gran polémica política, social y hasta judicial las declaraciones de Lucía Topolansky en el libro de Cohen sobre algunos casos de desaparecidos, sobre todo cuando afirma que hubo personas que “mintieron en las declaraciones” sobre crímenes de lesa humanidad vinculados a la última dictadura militar (1973-1985) para, de ese modo, incriminar a militares. “A un compañero nuestro vinieron a decirle –no importa de qué sector político–: ‘Mentí, decí esto y aquello, y metemos preso a fulano’. Y él contestó: ‘No lo voy a decir’. Ahí te acusan de traidor”, aseguró la exvicepresidenta, quien adelantó que no revelará nombres: “No lo vamos a decir porque no somos traidores ni botones”, dice Topolansky en Los indomables.

En Argentina abundan las teorías conspirativas sobre la cuestión de los desaparecidos (“los hijos de Bonafini están vivos en Holanda”), pero en la otra orilla del Río de la Plata la cuestión fue por otros carriles. Para Cohen, “el Uruguay es más medido en estos temas. Lucía no es una izquierdista ortodoxa, es decir no es políticamente correcta y, por otro lado, el MPP tiene un enfrentamiento histórico con el Partido Comunista. Eso hay que tenerlo presente cuando se habla de este tema. Acá no hay ninguna teoría conspirativa. Ella acompaña la lucha por memoria, verdad y justicia. No está a favor de ningún perdón militar. Lo único que han manifestado ellos es que creen la prisión domiciliaria para personas muy mayores, sean o no criminales de lesa humanidad. Y lo que ahora provocó tanto revuelo es que, según ellos, hubo gente de izquierda que les pidió a militantes tupamaros que mintieran para inculpar a determinados militares. Pero la generalización de esa afirmación, como si Lucía fuera prodictadura, es un error. Del mismo modo, pienso que es un error considerar que, por ser víctima, alguien debería convertirse necesariamente en una figura heroica y carente de defectos. Y, por otra parte, pienso que no se puede simplificar un año de conversaciones y 228 páginas de un libro en un solo titular”.

—¿Pero qué mirada de la Argentina surge de las conversaciones con Mujica?

—Es una mirada cariñosa, porque él le tiene afecto a la Argentina, pero al mismo tiempo considera que no es un país del todo recuperable. Lo ve como demasiado extremo y fratricida. Él es muy crítico de Milei. Mujica, que tiene simpatías auténticamente libertarias, dice: “¿Cómo puede ser que se le diga libertario a Milei? El anarquista es enemigo del Estado, pero no es amigo de la propiedad privada”. Pero también es crítico de los Kirchner, sobre todo de Cristina. Y en un momento del libro dice: “Más allá de quien la lidere, la Argentina te termina cagando siempre”, que es una frase muy fuerte. Entonces, él le tiene cariño a este país y seguramente simpatice con algún líder argentino histórico, pero no tanto como el que tiene por otros líderes uruguayos como José Batlle y Ordóñez, o contemporáneos, pero pertenecientes a otros países, como Lula da Silva, quien encarna una izquierda popular, democrática e inclusiva con la que Mujica se siente muy cómodo.