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Cómo crear la oposición de Milei

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Javier Milei, Presidente de la Nación | Cedoc/Perfil

En la columna de ayer se explicó que a diferencia de Francia, donde el “cordón sanitario” fue de las fuerzas sociales contra la extrema derecha de Le Pen, en Argentina el “cordón sanitario” fue contra el peronismo, demostrando que el antiperonismo es más fuerte que el antiautoritarismo que podría significar como amenaza el desconocido Milei.

Si el peronismo siempre tuvo un tercio de la población que nunca lo votaría, el “virus” del kirchnerismo puede llevar a la unión de todo lo que no es peronismo a acercarse a los dos tercios, como sucedió en 2023, y siempre más del cincuenta por ciento, como sucedió en todas las otras segundas vueltas desde su existencia: Macri 2015 y De la Rúa 1999.

El peronismo es primera minoría pero sin alianzas solo puede ganar en primera vuelta porque en segunda siempre fue derrotado. La mejor democracia precisa alternancia en el poder y, como derivada de esta, que la oposición a quien gobierne tenga la posibilidad de sucederlo en la próxima elección generando responsabilidad de gestión tanto en el oficialismo como en la oposición.

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Hoy el PRO, cooptado su electorado en gran parte por La Libertad Avanza, no está en condiciones de encarnar ese rol. Su principal exsocio, el radicalismo, está fragmentado y es desde el peronismo como primera minoría que podría comenzar a construirse esa oposición si pudiera renovarse “cantando nuevas canciones”, pero también con nuevos cantantes. 

Si el kirchnerismo es un “virus” que aumenta el rechazo al peronismo, no podría provenir de allí esa oposición nacional. Paralelamente, el kirchnerismo debería tener la humildad de aceptar que son ellos más responsables del fracaso de la presidencia de Alberto Fernández que el propio expresidente porque desde el comienzo del mandato, en plena pandemia de 2020, Cristina Kirchner salió a criticarlo con los “funcionarios que no funcionan” dinamitando la idea de un gobierno unificado, y si su critica hubiera sido correcta les cabría la responsabilidad de haber elegido mal a Alberto Fernández.

Un futuro peronismo competitivo no podría surgir del kirchnerismo, como ya sucedió dos veces con Scioli y Massa: la sola presencia detrás de Cristina alcanza para que sean rechazados por la sociedad.

Un futuro peronismo competitivo no podría surgir del kirchnerismo, como ya sucedió dos veces con Scioli y Massa: la sola presencia detrás de Cristina alcanza para que sean rechazados por la sociedad. Tampoco parece lógico que surgiera del sector que representa Guillermo Moreno, quien se opone a Cristina Kirchner representando una ortodoxia que luce vetusta a los ojos de los nuevos votantes.

Y para complicar más la situación, probablemente aun con un peronismo renovado en las ideas más en las caras que las representen, tampoco alcance y, como sucedió en Europa, que frente al desgaste de los partidos tradiciones se debieron coaligar dos o tres minorías de distinto tamaño para construir una mayoría ganadora, deban imitarlos siempre y cuando, además, tengan un proyecto superador que exponerle a la sociedad.

¿Hay algún proyecto político exitoso en la historia reciente de Argentina? Sí lo hay para el politólogo Federico Zapata, quien lo expuso en un muy recomendable texto editado en la publicación digital Panamá, titulado “La unión de las fuerzas sociales”, que combina geopolítica, economía y sociología: “Un nuevo modelo económico que corte el monopolio político del AMBA de los últimos veinte años”.

Dice Zapata: “Durante los últimos treinta años la Región Central se transformó, un poco a espaldas de la contradicción pendular de los sucesivos gobiernos y la economía nacional (del menemismo al cristinismo), en un modelo autónomo de desarrollo productivo del sector privado en la Argentina. (...) Pampa Húmeda, política seca. ¿Objetivo deliberado de la Nación AMBA? ¿Incapacidad endógena de la Región para la agremiación política? En cualquier caso, lo cierto es que la Región Centro no pudo transformar ese poder económico dinámico en poder político efectivo”.

El texto reflexiona sobre la necesidad de sintonizar con la nueva gramática económica internacional, que Milei representa en “que se vayan todos en cuotas” pero resulta incapaz de suturar la conflictividad. Observa al páramo institucional en que nos encontramos como una oportunidad para proyectar “un nuevo aspiracional y un nuevo partido del orden y el desarrollo”.

Para Zapata, la piedra basal de esa nueva conformación es lo que él llama “peronismo salmón”, que nadó contra varias corrientes: contra la “iglesia kirchnerista” en su momento de apogeo y gobernando una provincia atávicamente radical: “El peronismo cordobés al regreso de la democracia y que llegó al poder en 1998, tuvo que afrontar, de una manera creativa y original, el desafío de seducir y gobernar una sociedad no peronista. A diferencia de la receta kirchnerista (traer la sociedad hacia el peronismo o peronizar a la sociedad), el peronismo cordobés optó por una hipótesis de trabajo radicalmente diferente: ir hacia la sociedad. El peronismo local se hizo cordobés antes de intentar que la sociedad se hiciera peronista”.

Reforma vs. veto: Zapata imagina a la oposición kirchnerista asociada al veto antimileísta como valores del viejo régimen, en tanto una oposición reformista sería posmileísta, apuntando a futuro.

Zapata propone transformar en fortaleza la debilidad de su carácter periférico, mostrándose como “un partido de las cosas y no de los símbolos”. De la misma forma, hacer del virtuosismo burocrático de su gestión una respuesta a la narrativa de Milei sintetizada en “el problema del poder político es que se autohereda intra-estatalmente, alejado de las experiencias y los problemas cotidianos de la sociedad. Para esta perspectiva silvestre, la política ha mutado de clase a casta parasitaria, y en ese tránsito ha perdido el aura de legitimidad que fundamentaba su relación y funcionalidad vertical con la multitud”.

La propuesta incluye a las tres grandes minorías fuera de LLA: el peronismo, el radicalismo y el PRO, creando una liga de la Región Centro con Llayora por Córdoba y el PJ, Pullaro por Santa Fe y la UCR, y Frigerio por Entre Ríos y el PRO. “La Región Central lo que tiene son capacidades técnicas de producción. Se trata de rutinas empresariales de nivel medio y organizadas en sistemas cooperativos. Terceras y cuartas generaciones de inmigrantes, profesionalizados, en universidades públicas o privadas, extremadamente pragmáticos y propensos a incorporar tecnología e internacionalizarse”. Formas de creación de riqueza que se oponen tanto al viejo fordismo industrial del conurbano bonaerense kirchnerista como al extractivismo minero y energético de la Cordillera de los Andes de Javier Milei: “Si las fuerzas del cielo avanzan en la senda del equilibrio fiscal por la vía extractivista y sin reconvertir la matriz productiva (economía de enclave), las fuerzas de la federación deberían contraponer un modelo comprobado donde el equilibro fiscal no es consecuencia de una estructura productiva desintegrada y gobernada por grandes conglomerados extranjeros, sino fruto del desarrollo de un empresariado nacional dinámico e internacionalizado”. Y “allí donde las fuerzas del cielo dejan librada al mercado la arquitectura de un país, las fuerzas federales deberían propiciar e instalar en la agenda pública reformista en torno a la infraestructura federal crítica y del futuro la Hidrovía y su calado, una red inteligente de autopistas, el riego, el 5G, open access para el ferrocarril (para una economía con epicentro en el mundo asiático)”.

Concluye Zapata su magnífico ensayo sosteniendo que “la Región Central es la única región política y económica del país que, en estas décadas de larga crisis nacional, pudo producir, a través de su fortaleza institucional histórica, un proceso bastante homogéneo de una movilidad social ascendente posible, real y tangible en el país. La riqueza que, en patrones extractivistas, genera progreso para sectores sociales focalizados directamente vinculados al crecimiento de una actividad económica puntual (minería, petróleo, litio), en las provincias del Centro se ha logrado canalizar a través de un conjunto de redes de valor organizadas en torno a la tecnología (la capacidad de hacer de un cuerpo social-empresarial de pequeña, mediana y gran escala). En ese sentido, la Región Central tiene una esperanza más social que individual de progreso para ofrecerle al resto del país, y esa esperanza también es una respuesta política a la crisis”.

Zapata se imagina a la oposición kirchnerista asociada al veto antimileísta representando valores del viejo régimen, mientras que una oposición reformista debería ser posmileísta representando los valores del futuro. Reforma versus veto.

Peter Drucker publicó un ensayo sobre el desarrollo de Brasil, que hasta su boom económico de los años 70 no tenía industria y su PBI per cápita era un cuarto del argentino, diciendo que hasta que nuestro vecino no mudó su capital de Río de Janeiro al interior profundo de Brasilia, la enorme superficie de Brasil estaba desarrollada solo a 80 kilómetros de toda su costa de norte a sur, pero a partir de esa mudanza desarrollaron todo su territorio en el tercero mayor del mundo. Argentina tiene el octavo mayor territorio del planeta, no es poco.