En las teorías dramáticas de la comunicación política existe algo llamado “decreto”. Implica reconocer qué hace que las personas, al comunicarse, reaccionen de tal o cual manera. Es todo lo implícito o tácito que esconde un mensaje en un ambiente sociocultural determinado.
Así es que no tengo ni idea de los votos que sacará la formula Fernández Fernández, ni de cuánto suma o resta. Ni de qué van a hacer –o deben hacer– los opositores. Porque el sistema de partidos está roto y esto no es un tetris de instituciones partidarias fácilmente analizable. Más bien se trata de un concierto de solistas donde todes tienen incentivos, cálculos, intereses, ideologías y tiempos diferentes. Demasiados para un análisis serio que dure más de dos días.
Lo que sí quiero es analizar un desafío que presentó el discurso audiovisual de CFK. El decreto cultural que aflora (y habrá que ver como continúa) desde una línea argumental que posiblemente obligue a un nuevo posicionamiento a los distintos actores. Porque ese acto discursivo -como decreto- generó una hecatombe política. Sacudón fue la palabra elegida por los titulares de los principales medios.
¿Qué propuso? Un nuevo desafío de gobernabilidad futura. La reconstrucción tras las ruinas. Lo que viene tras estos tiempos dramáticos, Cristina dixit. Discurso erigido como una respuesta al desgobierno –para algunos–, mal gobierno –para otros-, o al gobierno que no le salió ni una pero hay que aguantar –los propios–.
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Hace rato que la imagen de las personas no es lo más importante en una campaña, es la actitud. Y CFK la tuvo proponiendo a alguien para gobernar. Porque Cambiemos fue una perfecta coalición electoral hasta que empezó a crujir. Nunca fue una alianza gubernamental y lo que el texto del video exige –aspiracionalmente- es precisamente eso, crear una alianza gubernamental donde lo electoral sea tan solo un procedimiento. Unidad para ganar sí, obvio. Pero más se reclama unidad para poder transitar el gobierno de una Argentina endeudada y empobrecida, Cristina dixit nuevamente.
La tesis dominante en la academia es que las campañas son mucho más retrospectivas que prospectivas. Traducido: los argumentos sobre el pasado tienen más peso en lo electoral, tanto para rescatarlos positivamente como para cuestionarlos desde la negatividad. Sin embargo, CFK desafió esa tesis y fue literal: “No se trata de volver al pasado” (ni siquiera como autocrítica). Su discurso tuvo poco de pasado, pero fue despiadado con el presente, lapidario. Y reclamó futuro: “gobernar es dar nuevas respuestas”. Y lo reclamó buscando complicidades tan obvias como esta: “decisiones comprendidas, aceptadas y compartidas por la inmensa mayoría”.
El futuro que propone es de gestión fortalecida o más frustraciones. Negó por completo que el presente mute a algo mejor antes de las elecciones porque el problema, o mejor, el miedo, comienza tras diciembre, no antes. El tiempo dirá si este sacudón político tendrá éxito porque su historia siempre supo de auténticos shocks políticos, pero no siempre de victorias electorales.
Pero abre interrogantes. ¿Podrá Cambiemos pelearle a ese encuadre tan adverso esgrimido por el liderazgo más significativo del país en la actualidad? Una vieja campaña en Michigan decía: “El señor Chamberlain ha estado en el Congreso por más de 12 años, y a continuación le leeré algunos de sus logros. (Un largo silencio). ¿Acaso olvidé mencionar algo?”. Ese spot bien podría aplicarse a los logros del gobierno. ¿Alguno ampliamente aceptado por mayorías? Ninguno. El logro es preservar un libreto republicano y un ordenamiento económico que sirva de base para un despegue futuro. No se sabe para qué, cuándo ni hacia dónde. Ese libreto sirvió gubernamentalmente muy poco a juzgar por la aceptación pública. Antes electoralmente eficaz, ahora pareciera que no.
Cambiemos es camaleónico en sus estilos. O ciclotímico tal vez. Ensaya, erra y más erra que ensaya. Promete felicidad a corto plazo o tránsitos tristes de sudor y lágrimas. Es eufórico e internacionalista (contándonos lo bien que nos mira el mundo), pero puede ser empáticamente triste al lado de quién padece (tocándole el timbre a anónimos para empatizar con su situación). Su encuadre más eficaz fue “pasado o nosotros”, o mejor “Ella o nosotros”. Y hasta hace poco les salía bien. Habrá que ver si esa idea de una Argentina explotada, endeudada, con un gobierno débil y sin méritos (Cristina dixit otra vez) tiene en Cambiemos un encuadre igual de potente en este contexto. Dudas.
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Hay dudas también de lo qué hará el espacio del centro. Por lo pronto ese espacio no tiene institucionalidad ni límites definidos. Pareciera ser una colección de nombres que reivindican el consenso (algunos sólo si encabezan fórmulas), y que van del centro progresista a un centro no kirchnerista. Todos reclamando institucionalidad republicana. Pero hay un valor distintivo: la moderación. De tonos, discursos y posturas. Un centro pragmático. ¿Puede ser atractiva la moderación en una crisis? Sólo si está más cerca del aplomo. El encuadre discursivo propuesto por CFK es un escenario dantesco: habla de “nuevo infierno” ante otra frustración. Si ese discurso cala hondo, nuevamente dudas con la moderación centrista.
¿Qué le da chances al discurso de CFK de ser un fuerte ordenador discursivo en la próxima campaña? La tesis 80 60 40 20. 80% de rechazo al rumbo económico. 80% promedio de rechazo al gobierno de Macri en –al menos– 16 provincias ya. 60% de gente que votará cualquier variante opositora que represente algo diferente a Cambiemos. 40% el valor proyectado que acumulaba CFK en primera vuelta antes del video. 20% el acuerdo con la reelección de Macri (que no es lo mismo que la intención de voto de Cambiemos).
Quizás ahora se entiende mejor qué hace que las personas, comunicándose, reaccionen de tal o cual manera… en definitiva, los discursos como decretos que se tejen en una telaraña de ambientes simbólicos. CFK jugó. Tuvo aplausos y detractores. Pero donde muchos ven una batalla de votos, algunos vemos el inicio de una nueva batalla de discursos que aglutinen mayorías en un nuevo tiempo político.
*Director Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral y presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales.