El colonialismo siempre se montó sobre épicas con las que dar curso a intereses no declamados. La conquista de América conoció la épica religiosa, a la que el siglo XIX sustituyó por la civilizatoria, la del progreso. Actualmente, la hegemonía global legitima nuevas variables discursivas que, aun manteniendo en su interior antiguas intenciones, se presentan como superadoras de aquellos viejos paradigmas. En este marco, el ecologismo, largamente postergado como línea de acción política, ascendió de golpe a la cima de las agendas por resultar crucial en la disputa global en torno a los recursos naturales. Y con su ascenso aparece, previsiblemente, la injerencia de organizaciones transnacionales que exportan propuestas atentas a la ética ambiental con las que, sin embargo, se perpetúan y fortalecen las dependencias neocoloniales.
Lejos de ser algo que pase por el veganismo, no usar celulares o privilegiar unas prácticas ambientales olvidando otras, la ecología, tomada en serio, es una cuestión muy compleja. En Argentina, tenemos a mano la enjundiosa y extensa obra de Jorge Rulli, quien, en su libro de 2022, Semillas para una nueva conciencia (Editorial Econautas), expone una mirada profunda, documentada e independiente sobre todos los temas que forman parte de la lucha ecológica. No es tan extraño que miradas como esta sean acalladas por el bullicio financiado por intereses de ultramar. A tono con nuestros tiempos, el colonialismo se pintó de verde para prometer, de nuevo, una salvación que nunca llega a su presunto destinatario. Habrá que aprender de una vez por todas a separar la paja del trigo.