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Celeridad acelerada

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Cuatrocientos temas a la vez. “A la sociedad de lo inmediato le gusta esto”. Suena a estrategia: saturar de información para desinformar. Hacer rodar noticias falsas entre las otras, apenas ciertas, para llenar de ruido. Estamos aturdidos y astillados. La sobresaturación nos fragmenta. Todo hace creer que apenas un touch, un clic, o seis segundos bastan para entenderlo todo. Estamos saturados de tips. Abandonamos los rituales y los libros sagrados, andamos por la vida defendiendo nuestras parcelas de individuación con uñas y dientes: mi auto, mi celular, mi casa, mi pileta, mi perro. Pertenencias de un mundo sin lazos, sin familia, sin más problemas que los del ego.

La inmediatez aplica también a las relaciones. Breves, efímeras, espontáneas. “Match y a la bolsa”. Sobrevolamos, no ahondamos en nada, vamos por encima. No podemos bucear en lo profundo ni sostener conversaciones que ahonden o traigan a la mesa autores o especialistas. Para surfear tampoco nos da el cuerpo, porque este ha muerto a manos de la razón hace tiempo. Y a la ola, como a todo lo bueno, hay que esperarla.

Los verbos que gobiernan la época son siempre los mismos: sintetizá, limpiá, simplificá, acortá, apurá. Y vienen acompañados de guiños como: no te enganches, fluí, dejá pasar, vibrá alto, hacé la tuya, corta, fin. Desplegar cuestiones no es moda. Prueben con cambiar apenas el ritmo de algo o demorarse para no responder al estilo Pavlov. La reacción será desmedida: nadie quiere esperar, nadie está dispuesto a perder quince segundos en nada porque, en esos quince segundos, alguna teoría de la relatividad habría podido ser explicada en cuatro títulos.

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Estamos solos y aturdidos. Y la propuesta es más de eso y más rápido. En su libro Lo inmediato (Qeja Ediciones), el investigador y doctor en Ciencias Sociales Esteban Dipaola desgrana ciertos vocablos para ir armando un nuevo orden y sostiene que al freno que implicó la pandemia le siguió la aceleración de todas las interacciones. Algo que venía dándose y se profundizó. “Vísteme despacio que tengo prisa”, se dice que le pidió Napoleón a su sirviente antes de la batalla. Vamos despacio que estamos apurados. En slow podemos mirar a nuestro alrededor y considerar al otro, que sí existe, y nos humaniza.