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Carnap, Wittgenstein, Caputo y Milei

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Juegos de lenguaje. Los filósofos del siglo XX Rudolf Carnap y Ludwig Wittgenstein, expertos teóricos de las prácticas de Santiago Caputo y Javier Milei. | reproducción

Rudolf Carnap fue un filósofo alemán del siglo XX, miembro destacado del Círculo de Viena, especializado en semiótica y denunciador del uso abusivo que se hacia del lenguaje. Autor de la Sintaxis lógica del lenguaje, consideraba que “constituir” es igual a “reducir”, y toda disciplina o campo del conocimiento llega a ser tal porque logra construir un lenguaje propio, términos que resuenan con un significado intraducible a otras disciplinas y al silvestre lenguaje cotidiano. Cómo los significantes siempre son polisémicos, construir o reinstalar significantes nuevos o desusados son la clave para establecer una narrativa y, desde ella, una perspectiva del mundo. El lenguaje psicoanalítico es el mejor ejemplo de una jerga que rebautiza el mundo con una perspectiva original, pero lo mismo sucede con los economistas y tantas otras especialidades. Para Carnap, la filosofía era “un análisis lógico del lenguaje”.

“Fuerzas del cielo” son un sinónimo de suerte elevado a una condición metafísica

Ludwig Wittgenstein, otro filósofo contemporáneo y vecino de Carnap, nacido en Viena, autor del célebre Tractatus logico-philosophico y padre de la filosofía lingüística, consideraba: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” y sobre el isomorfismo del lenguaje agregó que “lo que se puede mostrar no se puede decir”. Para Wittgenstein, el lenguaje engendra supersticiones y la función de la filosofía era aclaradora para rehuir del “embrujamiento de nuestra inteligencia mediante el lenguaje” y luchar contra él para descubrir lo oculto en el lenguaje.

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No hay un lenguaje, sino lenguajes, y cada uno de ellos son “formas de vida”. Hay innumerables formas de usar las palabras que no son traducibles, sino simplemente “similaridades”. Lo que existe son “juegos de lenguaje” detrás de cada forma de vida y el fin de la filosofía es “salir de la encerrona” de los juegos de lenguaje que constituyen “modos de pensar”. Para  Wittgenstein, lo que no puede decirse es más importante que lo que puede decirse.

Los juegos de lenguaje de Milei/¿Caputo? (Santiago) tienen innumerables ejemplos: “casta” (palabra de dos sílabas y la misma vocal, sonora y fácil de recordar), “gente de bien”, “fuerzas del cielo”.

Así como vulgarmente se podría llamar tristeza a la depresión psicoanalítica, se podría decir que “las fuerzas del cielo” son un sinónimo de “suerte”. Pero cuando se ingresa en el terreno económico se agrega aún más oscuridad a los juegos del lenguaje mileísta. ¿Qué quiere decir “dolarización endógena”? ¿Hay una dolarización exógena? Se podría inferir que cuando Luis Caputo dice “dolarización endógena” se lo puede traducir por “tendrán que consumir sus ahorros” y en lenguaje más chabacano “gasten sus canutos en dólares para mantener el nivel de vida”.

Es cierto que en economía se abusa de los neologismos populares: recientemente “dólar puré” es el “rulo” de quienes compren dólares alternativos  y los blanqueen ganando el 7% en esa operación. Otro ejemplo actual es “meseta de recuperación” para incluir la palabra recuperación donde por ahora solo hay estancamiento, o en otra época “crecimiento negativo” para edulcorar la palabra caída, o liquidación de divisas “constipada” para referirse a retención por sus tenedores de los granos para ser exportados.

La función de un político es construir una nueva narrativa embrujadora, y como el flautista de Hamelin construir canciones (nuevas, como reclama Kicillof). Raúl Alfonsín ganó las lecciones de 1983 con un concepto: “pacto sindical-militar”, catectizando al peronismo como cómplice de la dictadura. Carlos Menem las ganó con otra síntesis: “revolución productiva”. Milei no solo apeló a la instalación de nuevos términos, sino a la denostación de anteriores: “no existe la justicia social” y negaciones tácitas, como llamar a los distribucionistas “degenerados fiscales”. También apela a un lenguaje academicista que ametrallando con palabras se hace ininteligible: rendimiento incremental cóncavo y convexo, externalidades, óptimo y subóptimo.

Cada momento tiene sus palabras, un caso reciente fue en la salida del covid, cuando se instaló el concepto de “nueva normalidad”. También a cada momento pasado se le asignan retrospectivamente palabras que pretenden sintetizarlo. Mauricio Macri consideró que su error estratégico fue  rendirse al culto del “buenismo” prescripto por Jaime Duran Barba y Marcos Peña, y si vamos a principios de siglo pasado, “efectividades conducentes” era la forma elíptica de referirse a contar con el poder o los recursos para consumar lo buscado. Grieta, crispación, hartazgo son más recientes y como determinadas formas estéticas, las palabras también se ponen de moda en estos casos desde abajo hacia arriba por su uso y no por la imposición narrativa de una nueva cultura política.

“Dolarización endógena” es un sinónimo de consumirse los ahorros o “canuto”

El posmileísmo deberá  encontrar nuevas palabras  para explicar el fracaso de todos sus predecesores y volver a ilusionar, primero tendrá que esperar que el embrujo lingüístico con el que todavía seduce Milei pierda su encanto y sus significantes se carguen de significado negativo, algo que inevitablemente les sucede, más tarde o más temprano, a todos los presidentes porque ellos mismos son un significante.