COLUMNISTAS
necesidades

Boquitas pintadas

Boquitas pintadas 20240713
Boquitas pintadas | Unsplash | Darren Nunis | dnunis

Algo que no esperaba ver en los camarines de varios de los teatros a los que, desde 2021, voy por trabajo. Una suerte de hábito, muy sorprendente para mí, que nunca antes había estado tanto tras bambalinas. Consiste en dejar un beso en paredes o puertas, como quien firma una obra o aplica un sello. Pola Oloixarac ha dedicado así sus libros, un gesto que siempre me encantó. Tengo Las teorías salvajes con un beso dirigido a Martin Rejtman, a quien, según la evidencia, nunca devolví su ejemplar, pero lo de los camarines me tomó por sorpresa. Decenas de labios pintados en todos los matices de rojo disponibles, acumulados en desorden como las florcitas silvestres de los campos, componiendo un cuadro general realmente bello, abstracto a corta distancia y fatalmente realista de cerca. 

La primera vez que aprecié el fenómeno, en un teatro de Quilmes, pensé en las inscripciones que sobreviven desde el medievo en los espacios que oficiaron de calabozo en el Castillo de Vincennes. Esa necesidad de los presos por dejar testimonio de su martirio en muros que, efectivamente, alcanzaron la posteridad, es como el reverso de estos besos. Mientras unos plasman su padecimiento, otras ofrecen la consabida voluptuosidad de las bocas. También pensé en los corazones con flecha de los árboles (que creo haber visto en la vida, pero posiblemente haya sido solo en dibujos animados) como una práctica afín. Me gustaría empapelar con esas bocas alguna parte de mi casa, para que la presencia de esas deliciosas criaturas lo perfume todo. Tal vez algún día convoque a muchas de ellas y lo haga. ¡Salud, boconas!