Escalofríos. Eso es lo que genera en el oficialismo la conceptualización lanzada por Mauricio Claver Carone sobre una de las condicionalidades para que Argentina pueda ingresar en el equipo de los estados beneficiados por aranceles cero y saltar el costado norteamericano de la guerra arancelaria que el 2 de abril Donald Trump lanzó al mundo. El enviado para América Latina del presidente de los Estados Unidos aclaró que el país debe terminar con la línea de créditos armada desde hace décadas entre Argentina y China, llamada swap. Según Claver Carone, uno de los objetivos de la ayuda (condiciones) al país es que debe desmantelar este sistema de intercambio monetario y comercial; dado que en cualquier guerra, hay que elegir bandos. Y, en esta oportunidad, el conflicto es entre Trump y Xi Jinping, con lo que Javier Milei debe escoger una de las opciones. Como se descarta que será la primera, la prueba de amor será desmantelar el swap. Al menos es la posición del cubano- norteamericano, amigo personal de Trump y referente del trumpismo para América Latina. Todo esto, además de enemigo del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, a quien Claver Carone identifica como el principal impulsor de su ejecución como presidente del BID por un problema de asuntos personales con los públicos en el que cayó el trumpista.
Lo cierto es que el ahora empoderado Claver Carone volvió a ponerle límites a la Argentina desde su nuevo puesto. Hace dos meses había congelado la idea de poder negociar un acuerdo de libre comercio con Washington. Ahora impone pruebas de amor para que una cincuentena de productos argentinos puedan ser exportados a EE.UU. con arancel cero. En juego están unos US$ 2 mil millones anuales de piso. Mucho dinero.
El problema es que el requerimiento viene en momentos en que la relación comercial entre Argentina y China está en uno de sus mejores momentos; precisamente gracias al swap. Sucede que el intercambio de monedas no le cuesta al BCRA un solo dólar, ya que por las características del acuerdo, se da directamente de pesos a yuanes y viceversa; con lo que la operatoria no influye ni a favor ni en contra en las reservas del BCRA. Además, desde China, llegan muchos productos clave para el Gobierno para impulsar un incremento en la oferta y tener herramientas de freno inflacionario. Hay que sumar que el régimen de Xi fue de los primeros en garantizar el apoyo total en el board del FMI cuando toque aprobar el Facilidades Extendidas.
Lo cierto es que Argentina mantiene una deuda de unos US$ 6 mil millones con China por la aplicación del swap; consolidada durante el gobierno de Alberto Fernández y que quedó flotando como deuda no estructurada ni establecida con plazos e intereses claros. Y que, en consecuencia, China podría reclamar en cualquier momento.
Según la visión de Milei, y luego de varias embestidas cruzadas de comienzo de la gestión libertaria, el gobierno de Milei y el de Xi mantienen un prudente y semisecreto diálogo por vías más útiles que encontraron los dos gobiernos: la de los negocios. Mantienen sólidas relaciones casi carnales, bajo el código de caballeros que sólo trata cuestiones de comercio y política monetaria bilateral. Y que no tiene sentido ensuciar.
Desde Buenos Aires se menciona que es el mejor camino para transitar durante los años libertarios, y se especula con que lo mismo se interpreta en Beijing. Entienden en el Gobierno que China es un Estado milenario, sabio, prudente y que sabrá mantener el statu quo a la espera de mejores tiempos con otros gobernantes en Casa Rosada. Libertarios pero realistas, entendieron en el Ejecutivo que un conflicto con China, al estilo España o Brasil, podría derivar en la exigencia oriental de devolución del 100% del swap; algo que Argentina está imposibilitada de ejecutar. Hoy, y en el futuro también.
Saben en Beijing una realidad, cuyo conocimiento se comparte con Washington, Londres, Nueva York y todas las sedes financieras del globo: Argentina no tiene los dólares para pagarle a nadie. Ni enemigos ni amigos. Donde quiera que se ubique Beijing dentro de estas dos opciones, el país no podrá pagarle una deuda que, por otro lado, no está escrita en cuanto a sus condiciones. Por lo que se especula en Buenos Aires, será una cuestión a considerar en el segundo semestre, cuando el Gobierno tenga más claro el panorama monetario y cambiario.
La habilitación de este instrumento también fue siempre polémica. Un swap es un mecanismo por el cual Argentina y China se comprometen a habilitar eventualmente el cambio de divisas, sin la intervención de terceras monedas, en este caso, el dólar.
El aporte de capital lo hace el Banco Central de China, bajo la certeza de que los yuanes serán eventualmente utilizados. Hasta que se ejecute el cambio, quedan como libre disponibilidad del depositante: el BCRA. La idea fue otorgar este dinero en cuotas, como garantía para el intercambio financiero entre los dos países para la construcción de las grandes obras en el país comprometidas con el país asiático, fundamentalmente la represa Cóndor Cliff-La Barrancosa, proyecto que en algún momento el gobierno de Mauricio Macri prometió clausurar pero que, precisamente por la vigencia del swap decidió mantener vigente.
Milei dio la orden de suspender el proyecto más importante de infraestructura vigente, dentro del marco de paralización de la obra pública en todo el país. Decisión de la que solo se salvó la reversión del Gasoducto del Norte.
El primer swap fue firmado en 2009 con Martín Redrado en el BCRA, para reforzar los resguardos ante eventuales crisis internacionales y cuando las reservas alcanzaban el récord del 15% del PBI. En total ese acuerdo se cerró por unos US$ 10.200 millones a tres años, con la opción de extender el plazo. Redrado lo negoció con su par chino, Zhou Xiaochuan, para acordar un intercambio de monedas que ambos países pudieran pedir uno del otro y que deberían ser repagados.
El segundo movimiento con China se activó en el tercer trimestre de 2014, durante la gestión de Axel Kicillof en Economía y de Juan Carlos Fábrega en el BCRA, por unos US$ 3.800 millones. La novedad fue que se justificó con el comienzo de las obras para el levantamiento de la represa santacruceña, que la constructora china Gezouba había ganado en licitación en sociedad con la cordobesa Electroingeniería. El acuerdo fue por US$ 11 mil millones, en liquidaciones sucesivas.
Durante el primer semestre de 2015 se concretó un nuevo desembolso por US$ 3.700 millones, completando hasta ese momento un total de US$ 6.500 millones. El dinero había llegado en un momento justo para apoyar los últimos tramos del gobierno de Cristina Kirchner, cuando la falta de dólares y el ostracismo en los mercados internacionales era preocupante.
Las reservas rondaban US$ 30 mil millones, y las posibilidades de recurrir a los mercados financieros a tasas razonables eran nulas. Para fin de 2014, US$ 3 mil millones del acuerdo ya se habían utilizado. De hecho, unos US$ 2 mil millones provenientes de este financiamiento se utilizaron para cancelar el pago final del Boden 2015.
Vino entonces el cambio de gobierno, y la decisión de Macri de revisar el contrato de Gezhouba para construir la represa (llamada por entonces Cepernic- Kirchner). La primera y pública decisión del actual gobierno fue la de congelar la obra, bajo sospechas de corrupción y de impacto ambiental negativo. Sin embargo, hacia julio de 2016, desde Beijing le recordaron a Buenos Aires que parte del dinero para la obra ya había sido gastado (y no precisamente para avanzar con la represa), con lo que de levantarse el proyecto, el dinero debía ser devuelto.
Fue así como se “renegociaron” las condiciones del swap; la obra volvió a la vida con otro nombre y el swap se reactivaría. Se renovó el mecanismo por unos US$ 11 mil millones con una vigencia de tres años más, con lo que las reservan en yuanes llegaron a unos US$ 8 mil millones.
La historia continuó con la activación de swap en el segundo trimestre de 2023, en momentos en que en el gobierno de Alberto Fernández comenzaban a escasear los dólares, con una campaña que se avecinaba negativa para el entonces oficialismo. China comenzó a habilitar tramos de US$ 3 mil millones del swap que fueron utilizados como depósitos de “libre disponibilidad”, concentrados en el financiamiento de importaciones de origen chino y la ejecución de la represa.
En total se ejecutaron unos US$ 9 mil millones (nadie sabe monto exacto ni condiciones), que ahora podrían entrar en conflicto de pago con Beijing. O no.