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Defensor de los Lectores

A un año del nuevo gobierno, las fake news imponen agenda

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Orson Welles. En Citizen Kane, puso en cine lo que Randolph Hearst consumó para promover la invasión a Cuba. | cedoc

En poco menos de un año, los argentinos volveremos a poner nuestros votos por unos u otros candidatos según gustos, preferencias, ideas, motivos. Muy prematuramente, pero no tanto como para olvidar que no es nuevo esto de lanzar campañas con mucha antelación (casi no hay ninguna, en la historia reciente, en la que tal premura no haya sucedido), tirios, troyanos y sectores independientes de los mayoritarios están sumergidos en internas a veces virulentas que no hacen más que desorientar, asombrar a los electores no comprometidos con alguna de ellas.

En ese marco, es bueno volver sobre una cuestión que preocupa a este ombudsman, quien cree necesario llevar a los lectores de PERFIL algo de información sobre ella: las noticias falsas, sesgadas o distorsionadas que pueden afectar el correcto análisis de cada situación.

No se trata de un fenómeno nuevo, ni siquiera original: las fake news han sido y son, a lo largo de la Historia y en los días que vivimos, protagonistas principales (no meros partiquinos) de las sociedades, aquí y en el resto del mundo. Ya me he referido en columnas anteriores al rol que las noticias falsas tuvieron para llevar a Donald Trump o Jair Bolsonaro a la presidencia en Estados Unidos o Brasil. También a la manera en la que Vladimir Putin intenta justificar su invasión a Ucrania, o las maniobras que llevaron adelante el Brexit en el Reino Unido. Ni hablar de los asesinatos y otras violaciones a la vida y las haciendas en Arabia Saudita o México, por solo citar dos puntos alejados del planeta.

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“Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ¿Cómo nacen? ¿De qué elementos extraen su sustancia? ¿Cómo se propagan y crecen?”, escribió en Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra (Réflexions d›un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Allia, 2012) el historiador Marc Bloch ¡en 1921!, y agregó: “Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones”. Las noticias falsas necesitan gente que quiera creerlas.

En la Grecia antigua, las noticias falsas nacieron casi al mismo tiempo que su democracia. “La democracia ateniense tiene una especie de momento fundacional, de hito crucial, que en realidad fue una genial construcción narrativa”. Citado por el diario El País de Madrid, así explica el helenista Óscar Martínez, profesor de Griego y autor de Héroes que miran a los ojos de los dioses. Aclara: “Se trata del ensalzamiento de los tiranicidas Harmodio y Aristogitón, quienes pasan por ser los fundadores heroicos de la democracia ya que asesinaron al tirano de Atenas. Pero cuando Heródoto y Tucídides narran este episodio se ve claramente que hay cosas que no casan: no mataron al tirano sino a su hermano y la tiranía duró cuatro años. Y ponen de manifiesto que las causas del magnicidio fueron más bien un asunto personal, incluso amoroso”.

No hace falta ir tan atrás en el tiempo. Sectores de la prensa, de la mano de editores sin escrúpulos (Hearst y Pulitzer, por ejemplo), justificaron y motorizaron la invasión de Estados Unidos en Cuba (1898), la Guerra de Vietnam (1955-1975, con el incidente del golfo de Tonkin), y la invasión a Irak en 2003, con las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. 

Por estos lares, la discusión política está muy contaminada por visiones muy parciales de medios y periodistas, comunicadores y seudoanalistas sometidos casi alegremente a las usinas generadoras de noticias falsas o sesgadas a uno y otro lado de la grieta.