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A Milei le ganó la casta

Se puede detectar un cúmulo de mensajes en la decisión de Milei de desplazar a Nicolás Posse, menos de seis meses de haber asumido. Acentúa, por caso, su resultadismo en la gestión. Si no ve los efectos deseados o se rompe el contrato de confianza, afuera. Se trate de quien se trate.

Javier Milei
Javier Milei. | NA (archivo)

“El Presidente me eligió porque la política se le hace complicada, no la entiende”. Con honestidad brutal, el flamante nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, ensayó en las últimas horas las razones de su ascenso. Y hasta se dio el lujo de esbozar los motivos de la caída de su antecesor, Nicolás Posse: “Era insostenible”.

Ya en las últimas semanas y en especial el domingo último en PERFIL nos explayábamos sobre los entuertos de Javier Milei con Posse, y sobre todo de su hermana Karina y del asesor premium Santiago Caputo, en los que se sostenía la decisión de echarlo del cargo (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/banda-desafinada-por-javier-calvo.phtml).

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Breve repaso de aquellos fundamentos. El autoaumento en el Poder Ejecutivo, designaciones demoradas o controvertidas, escasa diligencia en la gestión y agitación de internas. Sobre otros dos argumentos, sendos pies de página.

Uno, es curioso que se le endilgue a Posse espionaje interno desde la AFI en la que estaba al frente su sobrino Silvestre Sívori, cuando cada vez acumulaba más peso (también en plural) el asesor Caputo. Acaso esto explique que los servicios de inteligencia vuelvan a depender de Presidencia. Esto es, Karina y Caputo.

Dos, se lo culpa de las dificultades con la ley Bases y el paquete fiscal, pero se promueve al ministro del Interior que tuvo mayor protagonismo en la cuestión. Cosas que pasan cuando alguien se convierte en chivo expiatorio.

Banda desafinada

Se pueden detectar un cúmulo de mensajes en esta decisión de Milei a menos de seis meses de haber asumido. Acentúa, por caso, su resultadismo en la gestión. Si no ve los efectos deseados o se rompe el contrato de confianza, afuera. Se trate de quien se trate. Posse es amigo del Presidente desde la época en que se conocieron en Corporación América, el holding de Eduardo Eurnekian. Y trabajó a su lado en silencio durante la campaña, siendo el hombre clave en el armado de los equipos de gobierno.

Esta señal del líder libertario se bifurca en varias direcciones, tanto hacia el interior de la administración como el exterior. Ministros y funcionarios debieran tomar nota de que Milei arroja al vacío a quien le parezca que lo merece. Podría resultar un estímulo, o todo lo contrario, para el empinado ejercicio honesto y eficiente de la función pública.

De algo parecido se podrían anoticiar aliados políticos y del empresariado, si no lo hicieron ya cuando a medida que avanzaba la campaña y tras ganar el balotaje Milei reemplazó a sus asesores económicos y armadores electorales.

Hostia, Milei

Hay otro tipo de aviso presidencial al entronizar a Francos. Por un lado, es alguien de muy buena relación con la hermana Karina y el asesor Caputo, un requerimiento imprescindible en este tiempo. Pero además es un gesto de que abraza la política, pareciera más por necesidad que por convencimiento.

Surgen allí ciertas conjeturas. Podría plantearse que Milei hecha mano a la muñeca dialoguista de Francos porque vislumbra que los resultados económicos del corto plazo, más allá de la reducción progresiva de la inflación, recalentarán el clima social y político. Empiezan a aparecer estudios de opinión pública que transmiten signos de desgaste en la aprobación del Presidente, lo que tal vez agregue explicaciones al tono contemplativo del discurso del sábado en Córdoba.

Por ello, el recambio en la Jefatura de Gabinete es una novedad esperanzadora para el sector dialoguista que se preocupa en darle gobernabilidad a Milei. Salvo para Mauricio Macri, quien ve a Francos como una suerte de infiltrado peronista, el resto aplaude al promocionado funcionario. Como dijo en privado un connotado aliado, “por suerte ganó la casta”. Veremos, con Milei nunca se sabe.