COLUMNISTAS
La pelea interna en el peronismo

¿A dónde va Cristina?

Hoy se oficializarán las listas para la elección de una nueva conducción en el Partido Justicialista, el 17 de noviembre. La expresidenta es quien más determinación muestra en que esos comicios se realicen. Empoderamiento interno y condena, en el horizonte cercano.

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Cristina Kirchner. | Pablo Temes

Vencido ayer el plazo de las impugnaciones, este viernes serán oficializadas las listas para las elecciones de una nueva conducción del Partido Justicialista. Se estimaba que la interna nunca llegaría a los hechos. Un país sobre el que su presidente busca hacer tabula rasa, un lugar sin pasado ni memoria, salvo los remotísimos de más de un siglo atrás, no andaba como para internas. Ver a los dirigentes del principal partido de la oposición revolcados en una pelea partidaria podría no ser lo más oportuno para este momento. Pero eso pareció no importar.

Se atribuye al riojano Ricardo Quintela la voluntad de desafiar la intrépida decisión de Cristina Kirchner de avanzar sobre la jefatura del justicialismo. Una idea impensable en la cabeza de la ex presidenta en cualquiera de sus (mejores) épocas. Los días de vértigo del cierre de listas -un frenesí desde siempre en la política local- iluminaron un desafío mayor, inesperado para la doctora Kirchner: el que plantea desde La Plata el gobernador, y antes escogido, Axel Kicillof.  

Entre las novedades que presenta la era Milei tenemos la de haber visto a la ex presidenta urgida en la necesidad de llamar al orden y disciplinar en público, y sin éxito, a quien hasta hace no mucho prohijó.  A pesar de todas las reconversiones y amenazas que se le lanzaron en las últimas semanas al gobernador, la adhesión de Kicillof a la candidatura de la doctora Kirchner nunca llegó. 

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Estela de Carlotto, sobre el encuentro de Cristina Kirchner y Kicillof: "Se notaba una frialdad impresionante, no se hablaban"

Kicillof parece plantear un reto desconocido para alguien que lleva el apellido Kirchner. No solo por la contundencia de su reclamo de renovación (“La lógica del ‘sometido o traidor’ entró en crisis”, dijo el sábado pasado). O por el valor de lo que está en juego: el peronismo del conurbano bonaerense, principal asiento del kirchnerismo. Si bien en el pasado dirigentes como Duhalde, Massa y Randazzo rompieron con el matrimonio y se lanzaron a competir con ellos en elecciones generales, el caso Kicillof difiere de todos: el economista se presenta con el ropaje de heredero directo, aunque superador, de la expresión que hegemonizó el peronismo en los últimos más de 20 años. La participación del gobernador y la ex presidenta durante el acto de aniversario de las Abuelas de Plaza de Mayo, el miércoles en el Teatro Argentino de La Plata, un esfuerzo pacificador de Estela de Carlotto, indica que en su determinada búsqueda de independencia, Kicillof no abandonará el universo conceptual desde el que Néstor Kirchner construyó el kirchnerismo. Al menos no por ahora.

Carlotto, con autoridad ecuménica en el espacio, puso en palabras a la mañana siguiente lo que todo el mundo advirtió en el acto platense: “Una frialdad bárbara. No hablaban entre ellos. Parecemos chicos a veces, niños”. Quiso decir parecen.

Existe un elemento que hace más significativo este divorcio político en el peronismo. A diferencia de rupturas como las mencionadas, Kicillof y Fernández de Kirchner comparten el electorado, representan el mismo universo de votantes.

Se sabe que ambos tienen hoy mejor índice de imagen que la que mostraban a mediados de año, obra de la gestión de Javier Milei. Una encuesta que se conocerá este sábado les otorga al gobernador una imagen positiva del 47% y a la expresidenta, de 39%. Son indicadores de antes de que estallara el conflicto. La misma consultora está haciendo un trabajo de campo sobre el impacto de la pelea. Una primera impresión de quien analiza esos datos es que no parece haber una ruptura en la base. 

La interna entre Cristina Kirchner y Ricardo Quintela ya divide al peronismo por arriba (y por abajo)

Sin embargo, en ese universo cunde el desconcierto. Los alineamientos a veces sorprenden. Gordos e independientes de la CGT se mostraron en el acto de quien llaman “el soviético”, el sábado pasado, en Berisso. Allí Kicillof se consagró al peronismo. El lunes coincidieron en una de las mesas de la cena anual de la Universidad Di Tella los ex cancilleres Felipe Solá y Jorge Taiana. Solá integra la lista partidaria de la doctora Kirchner. Igual que los jefes de los gremios,Taiana había estado en el acto en el que se coreó “Axel presidente”.

Para peor, los factores se han desordenado. De los dos candidatos a presidir el partido, la ex presidenta es quien más determinación ha mostrado en disputar la interna, incluso a pesar de los cuestionamientos que han hecho desde su sector a la lista de Quintela.

Dado que no consiguió como deseaba que un operativo clamor la instalara en la presidencia del PJ, Cristina Kirchner parece buscar alzarse con un triunfo contundente en el partido, que difícilmente las urnas le nieguen. Las elecciones en el justicialismo están previstas para el 17 de noviembre, cuatro días después de que la sala IV de la Cámara de Casación penal se pronuncie sobre la condena a seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos que le impuso un tribunal oral federal en diciembre de 2022 en el marco del juicio por la causa Vialidad. Los jueces comprobaron entonces irregularidades en la adjudicación de la obra pública en Santa Cruz durante su gobierno. Cristina recibió la máxima pena contemplada para el delito de administración fraudulenta en perjuicio del Estado. Todas las versiones surgidas en Comodoro Py indican que Casación confirmará la condena.

¿A dónde va Cristina? Es una pregunta aún difícil de responder. Dueña de un liderazgo declinante, con interna o sin ella, la expresidenta se alzará con la jefatura del PJ. Podrá decir una vez más que también el peronismo ha sido condenado.