La República Checa es calificada en el Bertelsmann Transformation Index 2024 como una democracia consolidada, con una economía avanzada y una buena gobernanza.
El 17 de noviembre de 1989 se produjo en la entonces Checoslovaquia una revolución pacífica que culminó en el colapso del régimen totalitario comunista, siguiendo el camino previo de Polonia y la República Democrática Alemana. Al igual que en estos dos países, que integraron el bloque socialista y el Pacto de Varsovia, en Checoslovaquia fueron creciendo las protestas internas y el apoyo internacional a la disidencia, lo cual fortaleció a la oposición y erosionó la moral de la nomenklatura comunista.
Havel al Castillo. A diferencia de la Primavera de Praga de 1968, el intento de implementar un “socialismo con rostro humano” aplacado por los tanques soviéticos, con la llegada en 1985 de Mijail Gorbachov al poder en la Unión Soviética y sus políticas de “glasnost” (transparencia), y la “doctrina Sinatra”, que cada país del bloque socialista resuelva sus situaciones internas “a su manera”, el año 1989 marcó el fin del experimento comunista en Europa central y oriental, hasta el derrumbe final de la URSS, en 1991.
Una serie de acontecimientos importantes sembraron el camino para el fin del régimen totalitario comunista en Checoslovaquia, cuyo punto destacado fue la Carta 77, luego de los acuerdos de Helsinki de 1975, que comprometió a los 35 países signatarios a respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, entre ellos los integrantes del Pacto de Varsovia.
En 1983, el líder polaco de Solidaridad, Lech Walesa, obtuvo el Premio Nobel de la Paz, y el nombre de Václav Havel sonaba para ganarlo en 1989, pero finalmente lo obtuvo el 14 Dalai Lama, futuro amigo y guía espiritual del primer presidente de la República Checa. Sin embargo, Havel recibió en 1986 el Premio Erasmus, de los Países Bajos, que no pudo ir a recibir personalmente, tanto por temor a que no lo dejaran salir del país como a la posibilidad de que no le permitieran regresar.
El 9 de diciembre de 1988 se produjo la visita a Praga del entonces presidente de Francia, François Mitterrand, quien se reunió en un desayuno con un grupo de seis disidentes, entre ellos el escritor Václav Havel. Al día siguiente, el 10 de diciembre, en recordatorio del Día Internacional de Derechos Humanos, se produjo en un barrio de Praga una de las primeras manifestaciones pacíficas masivas que no fue reprimida y que algunos atribuyen a la presencia del presidente Mitterrand en el país.
Al inicio de 1989 se produjeron las protestas en “la semana Palach”, para recordar al estudiante que en 1968 se inmoló, prendiéndose fuego, como expresión de protesta a la invasión soviética a Checoslovaquia y el ingreso de los tanques rusos a Praga. Y en otro hecho para recordar la memoria histórica, el 17 de noviembre de 1989 se convocó una marcha de estudiantes en homenaje a los jóvenes universitarios arrestados por los nazis, que si bien tuvo participación comunista un sector importante se desvió del recorrido planificado, derivando en represión. Corrió la voz de la muerte de un estudiante, que en realidad no se produjo, causando indignación y nuevas protestas.
Las masivas protestas en la plaza Wenceslao se sucedieron y el ya constituido Foro Cívico, que agrupaba a los referentes opositores al régimen comunista, entre ellos Václav Havel, logró montar en un balcón donde funcionaba un partido aliado del gobierno comunista, con sonido aportado por amigos rockeros de Havel, el espacio desde donde pronunció su recordado discurso del 22 de noviembre, en el cual señaló: “Los que durante muchos años alimentaron una sed de venganza violenta y sangrienta contra sus oponentes ahora tienen miedo de nosotros. Pueden estar tranquilos. Nosotros no somos como ellos…”.
Luego de una negociación que involucró a un funcionario del gobierno comunista, que conocía el cómo, desde el punto de vista burocrático, para producir el cambio de gobierno, Václav Havel fue electo presidente de Checoslovaquia, por el voto unánime de un Parlamento comunista…
Lecciones de la Revolución de Terciopelo. El caso de la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia es inspirador, por varios motivos, tanto para los países que actualmente viven en dictadura, un tercio de los países del mundo, como para aquellos donde se viene erosionando la institucionalidad democrática. Sobre esto último, el desempeño de la República Checa en el Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés) demuestra los resultados de largo plazo al combinar el respeto de las libertades civiles y políticas con una buena gobernanza y una economía de mercado con inclusión social.
Por otra parte, para quienes viven desesperanzados bajo contextos represivos, como en Cuba, Nicaragua y Venezuela, la Revolución de Terciopelo es uno de los ejemplos sobre cómo regímenes totalitarios que parecen sólidos terminan, de un día para otro, desmoronándose, “como un castillo de naipes”, al decir de Václav Havel.
En efecto, semanas antes de la caída del comunismo en Checoslovaquia, la mayoría de los “sovietólogos”, e incluso los cables de embajadas en Praga, no vislumbraban lo que finalmente sucedió y sin derramamiento de sangre: el colapso de una dictadura y el inicio de una transición exitosa a la democracia.
Las disidencias internas en actuales dictaduras tienen en el caso checo una fuente de inspiración para enfrentar de manera pacífica a su gobierno no democrático y estar preparados para el gran desafío de la transición. Asimismo, una vez recuperada la democracia, la obligación moral de asumir un rol internacional de promoción global de la democracia, como derecho humano universal y fomento de la paz mundial.
No es casualidad que la República Checa sea uno de los países más solidarios con Ucrania, luego de la agresión militar del régimen autocrático de Rusia, tanto abriendo las puertas a refugiados como brindando apoyo para la legítima defensa del pueblo ucraniano. Tampoco es casualidad que, recordando las muestras de solidaridad democrática internacional recibidas durante la dictadura comunista, la República Checa, tanto su gobierno como su vigorosa sociedad civil, apoyen a activistas de derechos humanos, artistas y disidentes políticos en contextos dictatoriales de todas las regiones del mundo.
Inspirados en los firmantes de la Carta 77, el liderazgo de Václav Havel para una exitosa transición política y una política exterior activa en derechos humanos, la comunidad democrática internacional y la disidencia interna en dictaduras tienen los elementos para impulsar una Revolución Global de Terciopelo.
*Director general de Cadal (www.cadal.org) y autor del libro Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional.