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50 años del Watergate, ¿a 50 días de Kamala?

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El periodismo partero de la historia en la renuncia de Nixon. Y Kamala en su mejor momento. | reproducciones

El excelente ensayo “Extremas derechas: 50 tonos de pardo y un deseo de transgresión”, de Joseph Confavreux y Ellen Salvi publicado originalmente en Revue du Crieur y traducido para Nueva Sociedad por Pablo Stefanoni (autor del libro anticipatorio publicado en 2021: ¿La rebeldía se volvió de derecha?), explica las singularidades locales pero enhebra los elementos comunes de estos cincuenta tonos pardos con que aparece y elige vestirse la extrema derecha en los distintos lugares del planeta donde emerge con éxito. Desde el pináculo de Donald Trump en la mayor economía del mundo, pasando por Viktor Orban en Hungría, Giorgia Meloni en Italia, Marine Le Pen en Francia, el Partido de la Libertad en Holanda, el Partido Ley y Justicia de Polonia, Vox en España, Chega (Basta en portugués) en Portugal, siguiendo por distintas formas de nacionalismos como el de Narendra Modi en India, hasta Benjamin Netanyahu en Israel y la extrema derecha extrañamente universalista de Javier Milei en Argentina. Merece ser leída con atención su versión completa

El ensayo cita distintas fuentes, entre ellas el libro Los ingenieros del caos, de Giuliano da Empoli, donde se explica en detalle la emergencia de un populismo antisistema que no puede ser calificado de derecha, como el Movimiento 5 Estrellas de Italia, fundado por el comediante Beppe Grillo en 2005, pero comparte con las nuevas derechas actuales estéticas comunicacionales propias de la utilización de internet y las redes sociales y formas disruptivas como el V-Day: el Vaffanculo Day (Día de Vete a Tomar por Culo), con el que llenó plazas de toda Italia protestando contra el sistema político en junio de 2007.

El ensayo sobre los cincuenta tonos de pardo explica la “llegada al poder de líderes disruptivos, transformando sus aparentes carencias en cualidades para quienes apoyan sus campañas y discursos: la inexperiencia como prueba de que no forman parte de la elite; las noticias falsas como prueba de su libertad de pensamiento; las rupturas geopolíticas como prueba de independencia, etc. (...) Estos personajes e ideas responden, en parte, a un deseo de transgresión que parece haber sustituido a la esperanza de cambio, ya sea reformista o revolucionario, en una época marcada por un futuro bloqueado por las encrucijadas ecológicas y el acceso desigual a los recursos disponibles”. Más allá de la heterogeneidad de las demandas, los autores perciben “el deseo de saltar al vacío, incluso entre un electorado muy consciente de que puede salir perdiendo” y en la mayoría de los casos aquellos que no tienen nada que perder y apuestan a un experimento, como un jugador en el casino.

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Otro elemento común de estos fenómenos es plantear soluciones muy simples a problemas complejos, con la ventaja de ser funcional con la idea de que hay una elite que se beneficia del statu quo: “Si la solución es simple y no se aplica, es porque alguien poderoso se beneficia con el mantenimiento de la situación”.

Tecnopopulismo. En Los ingenieros del caos, Giuliano da Empoli explica el fenómeno comunicacional de ceguera paradigmática y sesgo cognitivo que generan los algoritmos de las redes sociales de la siguiente manera: “La veracidad de los hechos tomados uno a uno no cuenta; lo que cuenta como cierto es el mensaje en su conjunto, que se adecua a la experiencia y sensación de estos (votantes)”.

El emprendedor y profesor del MIT, donde dirige el Laboratorio de Dinámica Humana, Sandy Pentland, promueve la “física social”, título de uno de sus libros, donde propone que gracias a la big data, con la matemática se podrán predecir con exactitud los deseos de la gente y crear dispositivos políticos que les den respuesta eficazmente.

Elon Musk se compró Twitter con el objetivo de influir políticamente a escala mundial (le atribuyen querer ser presidente de Estados Unidos) y esta semana salió a empujar la campaña de Trump, quien desde que Kamala Harris pasó a ser su contrincante ya no lidera las encuestas.

El título “50 tonos pardos de la nueva derecha” apela a la resonancia con Cincuenta sombras de Grey, la novela súper best seller de la escritora inglesa E.L. James. Pero cincuenta tiene su explícita etimología en una cantidad tan basta que casi es “sin-cuenta”, lo que en asociación libre relacioné con los poco más de 50 días que faltan para las elecciones en Estados Unidos y los 50 años del Watergate. Mi asociación libre es porque hace 50 años el periodismo hizo historia obligando a renunciar al jefe de Estado más poderoso del planeta por mentir, cambiando un ciclo político caracterizado por la real politics, dictadores protegidos y polaridad bélica con el comunismo, que se consideraba perenne como se considera hoy inevitable que la derecha en sus formas más o menos extremas gobiernen al mundo y quizás estemos llegando, sin percibirlo, al fin de ese ciclo, y el sorpresivo fortalecimiento del Partido Demócrata para las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos pueda darle una sorpresa al mundo. El triunfo de Donald Trump irradiaría una consolidación de la tendencia ideológico/estética que viene siendo dominante, el inesperado de Kamala Harris podría iniciar el ciclo del paradigma sustituto. 

Dediqué mi columna de ayer a confrontar con el largo tuit de Milei, donde el Presidente criticó al periodismo profesional e hizo un panegírico de las redes sociales y de Elon Musk. El recuerdo de los 50 años del Watergate, el momento más glorioso del periodismo, es otra forma de rendirle homenaje al periodismo, vapuleado no solo por este presidente sino por todos los líderes a los que se refiere el ensayo Extremas derechas: 50 tonos de pardo y un deseo de transgresión y, más aún, también vapuleado por gobiernos como el de Néstor y Cristina Kirchner o el de Nicolás Maduro en Venezuela.

Mauricio Macri considera su presidencia el prólogo de la de Javier Milei y, como el propio Macri reconoció, si no hubiera sido por las denuncias de corrupción de la prensa durante las tres presidencias del kirchnerismo ese campo político podría haber continuado en el poder, como lo hizo en Venezuela el chavismo hasta recién tambalear ahora, tras un cuarto de siglo en el poder.

¿Serán Twitter, hoy X, Instagram, Facebook, YouTube, Google y Tik Tok capaces de producir un Watergate?

Justo esta semana la Justicia de Estados Unidos falló diciendo que Google es un monopolio que afecta la distribución de la información y están en lista de procesos similares los otros gigantes informáticos.

Quizás el mundo esté comenzando a cambiar en la dirección opuesta y, como dice Milei, “no lo veamos”.