Marcos Novaro participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador, en la que analizó el discurso del presidente Javier Milei. “La pelea termina siendo con los radicales. Milei es más antirradical que antiperonista. Porque gana por los dos lados. Cuando él se dedica a hablar pestes de los radicales, se muestra mucho más popular, plebeyo y más despegado de la clase media, de todo ese típico político del que los peronistas desconfían", subrayó.
El analista político también se refirió a la figura de Cristina Kirchner en su nueva etapa como presidenta del Partido Justicialista. "Cristina está remontando en las encuestas, no le está yendo tan mal. Ella necesitaba el protagonismo, y la operación lanzada por Quintela y Kicillof para tomar el control de la situación disimuladamente era muy artera", agregó Novaro en el Ciclo de Entrevistas coordinado por Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación y rector de USBA.
—¿Usted cree que Milei representa una nueva forma de polarización en Argentina y viene a romper con la histórica polarización peronismo-antiperonismo?
—Nunca hace un antiperonismo clásico, sino que impugna muchos de los componentes del peronismo, pero nunca se refiere ni apela a los temas y los motivos típicos de un antiperonista. Así, puede hablar de los 70 años de decadencia como hacía Macri, pero a continuación dice que en realidad la decadencia empezó con Yrigoyen. La pelea termina siendo con los radicales. Milei es más antirradical que antiperonista- Porque gana por los dos lados. Cuando se dedica a hablar pestes de los radicales, se muestra mucho más popular, plebeyo y más despegado de la clase media, de todo ese típico político del que los peronistas desconfían. No, Milei es un tipo del pueblo, es un plebeyo que detesta a la clase media que representa el radicalismo, esa gente que cree en las instituciones, en los procedimientos, en los buenos modales, en la educación universitaria, en las reglas de la corporación universitaria. Todas las cosas que le encantan a la clase media Milei las detesta, en eso es culturalmente muy peronista. Me parece que eso es lo que le permitió penetrar en electorados que a las fuerzas no peronistas siempre le fueron muy esquivas, y lo hizo de un modo más audaz aún que Alfonsín. Ahora se mete también con él, pero tal vez el último no peronista que había logrado una cosa así había sido Alfonsín, en un momento en que el peronismo estaba tan hecho bolsa como hoy, o más. Pero lo había hecho con otro tono, con otros criterios, con criterios más de clase media; Milei en eso es aún más audaz. Si puede armar un clivaje nuevo y captar sectores populares de un modo perdurable habrá que verlo con el tiempo, pero sin duda ese es un objetivo, y por eso le resulta muy fácil hacer campaña en terrenos donde a otros candidatos no peronistas no les resultó tan fácil. En la campaña del año pasado recorrió todo el conurbano de un modo muy ineficiente, porque no fue demasiado eficaz esa campaña, pero lo hizo de un modo muy populachero. En eso era una campaña menemista, sobre todo en el conurbano. Los clivajes políticos en Argentina son bastante duraderos, hay que ver cuánto dura esto, pero, si tiene éxito en la economía y los demás siguen cometiendo errores, Milei va a tener cuerda para rato, habrá sin duda un nuevo clivaje político.
—La figura de Cristina Kirchner, ¿se ve desvirtuada con esta pelea que ha tenido con Quintela?
—Cristina está remontando en las encuestas, no le está yendo tan mal. Ella necesitaba el protagonismo, y la operación lanzada por Quintela y Kicillof para tomar el control de la situación disimuladamente era muy artera. Claramente a Cristina la dejaban en una situación complicada. Inevitablemente, ella reaccionó, aún con el desgaste que podía tener y aún fracasando en generar un operativo clamor. Era lo que tenía que hacer, lo hizo, y los otros no le sostuvieron la batalla, básicamente porque Kicillof se acobardó. Yo diría que el que salió peor parado de esto es Kicillof y no ella, en gran medida porque no se animó a ir a fondo en la traición. Él dice “bueno, no puede ser que en el kirchnerismo haya que elegir entre ser sumisos o traidores”. Está equivocado, él debe saber que hace 20 años que eso es así. Tenés que elegir entre ser sumiso o traidor; eso se supo desde el conflicto con Scioli en 2003. A días de haber asumido, Néstor estableció la regla: sumiso o traidor, y todos fueron sumisos. Ahora Kicillof viene a desayunarse con que quiere encontrar una tercera vía, cuando todos los que han intentado eso al estilo Massa o Alberto han fracasado, por lo que no hay mucha opción. Para ser traidor y enfrentar a Cristina tenés que tener pantalones largos, y parece que a Kicillof le falta un poco; le falta una horneada.
—¿Hay puntos de contacto entre la manera de conducir y ejercer el poder de Milei y el kirchnerismo?
—Es un tema de actualidad; el otro día Botana hizo la comparación en una entrevista. Hay dos comparaciones que se están haciendo casi permanentemente: una es con el kirchnerismo y otra es con Menem. Con Menem, por el estilo de las reformas y el curso de la política económica; con el kirchnerismo, por el estilo político, el presidencialismo muy personalizado, la interpelación populista y la polarización. Hay puntos de comparación, sin duda. Yo diría que Milei tiene componentes de populismo radicalizado: es un líder que no solo apela a la masa frente a las instituciones y las mediaciones institucionales y todo lo que es típico del populismo en términos generales, sino también a una polarización muy virulenta y a la descalificación de adversarios considerados enemigos irreconciliables, con un tono ideológico que es claramente muy complementario del kirchnerismo. El kirchnerismo acusaba a todo el mundo de neoliberal, y los liberales más extremos acusan a todo el mundo de ser colectivistas y comunistas. Sin duda Milei encuentra un suelo ya muy fértil para este tipo de apelaciones. Se entiende que mucha gente que simpatiza con liderazgos de este tono y que lo hizo con el kirchnerismo pueda hacer un giro y le resulte más fácil congeniar con un tipo como Milei que con un personaje como Macri, quien tenía más dificultades para penetrar en el electorado kirchnerista precisamente porque no tenía estos componentes tan parecidos.
—¿Cómo se explica esta figura de un líder liberal e incluso libertario, pero que no es antiperonista?
—Hay que entender cómo se han descompuesto las familias políticas en Argentina y cómo se han debilitado las identificaciones de tradiciones más identitarias, que han ido perdiendo fuerza con los años tanto por el paso del tiempo como por el desgaste en gestiones no muy exitosas. Esto le ha pasado al radicalismo y también, aunque en menor medida, al peronismo. El peronismo kirchnerizado es un peronismo prisionero de los Kirchner; es un peronismo que se ha atado a una familia, y esa familia, lamentablemente, no tiene sucesor, salvo que uno piense que Máximo Kirchner puede ser sucesor de algo, pero la verdad es que eso no va a funcionar jamás. Ahí hay un problema de cómo se regenera el liderazgo en el peronismo, que hasta ahora ha sido muy frustrante; uno ve lo que está pasando con el pobre Kicillof. Es muy difícil suceder a los Kirchner, va a ser muy complicado, ¿cuánta gente ya fracasó en el intento de esa sucesión? Fracasó Scioli, fracasó Massa, fracasó Alberto Fernández, y ahora probablemente fracase Kicillof. Es un partido cuyos votantes están muy desanimados y han terminado votando cualquier cosa en distintos momentos. Se han frustrado con los renovadores, se frustraron mucho con Massa, y a eso se suma la renovación generacional: hay renovación generacional de votantes pero no de dirigentes; hay dirigentes muy avejentados para los votantes jóvenes. Milei gana peso en esos votantes jóvenes de familias peronistas y, a través de ellos, el resto de la familia termina votando a Milei. La gente joven, sobre todo jóvenes de sectores muy bajos, se ha vuelto muy antiestatista: la pandemia los reventó, y eso fue una operación de propaganda casi suicida para el peronismo. Hay que ver cuánto dura todo esto. A veces, en la política argentina hay modas pasajeras que después no trascienden. Pero esto podría ser diferente, porque la verdad es que, en términos políticos, lo veo muy sólido. Es un proyecto muy contundente. En términos económicos, habrá que ver si tiene el combustible para sostenerse; pero si lo consigue —y no es mucho lo que necesita, porque es un proyecto de bajo consumo— podría mantenerse en el tiempo, como un motor híbrido: consume pocos recursos fiscales, poco gasto, y te lleva muchos kilómetros. Así es como funciona el proyecto de Milei. Y en términos políticos lo logra porque es contundente. Cuando él dice ‘yo de política no entiendo nada, se lo dejo a Francos’, te está tomando el pelo. Él es mucho mejor político que economista.
—Con las internas que hay con Villarruel y los últimos movimientos en Cancillería, con los despidos del representante ante las Naciones Unidas y la canciller Diana Mondino, ¿el Gobierno se está pegando tiros en el pie?
—Es una buena pregunta, porque han vuelto a tirar a funcionarios por la ventana después de un par de meses de tranquilidad, cuando los conflictos internos los tenían los demás. Ellos tuvieron muchos conflictos en el primer trimestre del año, y diría que se extendió bastante en el primer semestre una etapa muy conflictiva en la que despidieron a un montón de gente, incluido a Posse y a otros funcionarios importantes también. Después eso se calmó; empezaron a ordenar el triángulo de hierro, el equipo de los selectos, digamos, quienes conforman la mesa política donde están Francos, Bullrich, Sturzenegger, ese tipo de actores más centrales, y el resto del gabinete donde estaban aquellos que en algún momento podían ser cambiados, donde Mondino era ficha fija para salir. Me parece que lo han hecho en medio de todo este clima de discusión ideológica entre ellos, entre Milei y Villarruel, respecto de cuáles son los temas de la agenda de la derecha argentina: si es el pasado, si es el nacionalismo, de qué manera, a qué tipo de peronismo nos acercamos, a qué tipo de peronismo queremos absorber. Hay una discusión que es bastante tonta e improductiva, porque la verdad es que el peronismo al que se están acercando por ese lado no sirve para mucho: ni Isabel ni Carlos Menem. Villarruel va y se abraza con Isabel, y después aparece Milei con la agrupación "La Carlos Menem". Ninguna de esas cosas sirve para nada. Son jubilados que no aportan casi nada o son contraproducentes. Pero hay una discusión ideológica detrás: si hay que apelar a un peronismo más católico y nacionalista, o a un peronismo más liberal, de derecha, pero liberal. Esa es una discusión que, la verdad, no creo que estén resolviendo bien. Y la otra tiene que ver con la diplomacia ideológica y la diplomacia profesional, cómo mezclan las dos cosas, que en muchos gobiernos contemporáneos tienen que convivir. La verdad es que es lamentable, pero está muy de moda que haya mucha diplomacia ideológica, aunque conviva con un poco de diplomacia profesional, con diplomacia más de Estado que personal. Esta gente no logra compaginar ambas cosas; lo que hacen es un papelón, con idas y vueltas, y da para pensar que habrá más conflictos todavía. Esto muestra los problemas que el propio gobierno genera en el momento más favorable para la oposición, ya que esta última respira aliviada de que se deje de hablar de sus internas, de que el radicalismo esté dividido, de que el peronismo parezca un conventillo, y se vuelva a hablar de que el gobierno es un conventillo. Es, realmente, como dice aquella frase: "no interrumpas a tu enemigo cuando se equivoca". Bueno, eso fue lo que hizo Milei: interrumpió la interna radical y peronista para poner la suya; una tontería, la verdad. Cometen muchos errores
—¿Considera que puede haber más despidos en el gabinete de Milei?
—Este es un gobierno que va a despedir gente todo el tiempo. Me parece que es su modus operandi. Además, Milei saca pecho porque considera que es el tipo de jefe que gana crédito cada vez que echa a alguien, y lo hace del modo más brutal posible. Y mientras más amigos hayan sido, es más brutal todavía. Lo que hizo con Nicolás Posse fue una demostración: al amigo más cercano lo echó del modo más indigno que te puedas imaginar. Ese es su estilo; es muy desgastante, pero le da credenciales. Lo que gana por un lado lo pierde por otro, aunque no creo que le importe demasiado
—¿Qué piensa sobre esta propuesta de disminuir el presupuesto de la financiación de los partidos políticos y derivar ese dinero a las universidades públicas?
—Es una manganeta que han encontrado para acorralar a la oposición y mostrarla defendiendo los intereses de la casta; es una jugada inteligente. A mí me parece muy malo que se elimine el financiamiento público de los partidos, en particular para las campañas, porque algunos de los mecanismos que existen para financiarlas, sobre todo la regulación del uso de la televisión y la radio, me parecen buenos. Hay otras cosas que no; claramente, los fondos estrictamente partidarios, en general, están muy mal controlados en cuanto a su uso y son bastante opacos, pero esos otros no. Las campañas de televisión son bastante transparentes y evitan que haya mucha intervención de las empresas. Entonces, me parece que es un tema que iba a dejar mal parados a los opositores al ponerlos en contra de los universitarios, ya que podrán decir: "No te subí el presupuesto porque esta otra gente quiere quedarse con la plata para los partidos". Como argumento, me parece inteligente; ahora, si les va a servir mucho para cambiar la opinión, eso está por verse. Yo creo que ellos tienen que dar un salto de calidad en su política presupuestaria en general, y en particular sobre el tema de las universidades, porque han quedado atrapados en una lógica muy binaria de decir: "Bueno, nosotros te queremos auditar, vos te resistís, revelás que sos corrupto, y eso igual no va a evitar que el presupuesto aumente porque la mayoría lo va a votar; e insistiremos con el veto. Y si esos aumentos se generalizan o el Congreso insiste, gobernaremos de nuevo sin presupuesto". Me parece que es una lógica binaria, donde el gobierno no saca mucho provecho. El gobierno va a necesitar el presupuesto para mostrar que su control de las finanzas públicas va mejorando, que cuenta con más consenso que el año pasado; que gobernó con recursos de emergencia pero ahora empieza a gobernar con recursos un poco más normales. Si no da ese salto, la idea y la confianza de los mercados sobre en qué va a sostener el rumbo me parece que se siguen debilitando. Debería pasar a una lógica menos binaria, menos de "te saco y te golpeo si resistís". Esa lógica, me parece, solo les sirve para el debate público, no para una negociación más realista del presupuesto. Esto requeriría que acepten ceder en algunas cosas y elijan en cuáles sí y en cuáles no. Es probable que en algún momento pasen a ese segundo escenario, como hicieron con la Ley Bases. Al principio negociaron de manera torpe y en una lógica de "todo o nada", y después negociaron mejor. Tal vez con el presupuesto pase lo mismo, pero entonces es posible que su aprobación se demore bastante. Tampoco es una buena señal que el presupuesto no se apruebe y que se tengan que convocar sesiones extraordinarias en el verano; pero yo creo que lo más probable es que eso ocurra, que el proceso se extienda, sigan las chicanas y que dentro de unos meses entren en una fase un poco más razonable
—¿Milei es más parecido a Menem o más parecido a Kirchner?
—Depende de cómo se lo quiera ver. Están quienes destacan el pragmatismo de Milei y dicen que será cada vez menos ideológico, acomodándose a las condiciones de la gobernabilidad y a las ventajas de ser pragmático. Así, privilegiará los éxitos económicos y las ventajas políticas que puede obtener de ellos, en lugar de su agenda política ideológica, que es más rígida, genera mayor resistencia y, en última instancia, tampoco tiene tantos votantes entusiasmados. El votante de derecha duro en Argentina es muy pequeño. Entonces, Milei se irá pareciendo cada vez más a Menem, un tipo que finalmente abrazó las ideologías que necesitaba, no las que tenía, y lo hizo de un modo muy pragmático. Eso de que Menem era neoliberal es una exageración; él era lo que necesitaba ser. Kirchner, en cambio, a medida que tuvo éxitos políticos, se volvió un dirigente que nunca había sido: demasiado ideológico. La experiencia de Kirchner es la de alguien que se radicaliza ideológicamente desde el pragmatismo, un tipo que había sido pragmático en los 90, pragmático toda su vida, un sobreviviente de los 70, los 80 y los 90. Llegan los 2000 y, cuando empieza a tener su oportunidad, se vuelve ideológico, le da aires a su mujer, que desde siempre había sido mucho más ideológica que él, y se rodea de un grupo de personas más fanáticas y de una coalición cada vez más definida en términos ideológicos y no pragmáticos. Lo que resultó de eso fue catastrófico para el país y para el peronismo. Creo que también para los propios Kirchner, que hubieran sido Gardel si no hubieran hecho eso. Milei está más cerca de seguir el camino de Menem que el de Kirchner, pero a veces creo que ese es simplemente mi deseo y que todo va a terminar muy mal. No lo sé, estoy dubitativo: a veces tengo la impresión de que él va a aprender las ventajas de ser pragmático, como en verdad ha estado aprendiendo, pero me convenzo de que, cada vez que tiene un recurso político más, una moneda más, la usa para su campaña de batalla cultural, de guerra global contra el comunismo, todas esas tonterías de ultraderecha que tanto lo entusiasman.
—Al Gobierno le está yendo bien en algunos aspectos, como la inflación y el déficit fiscal. Pero, ¿cuándo llegará el dinero al bolsillo de la gente?
—He visto los informes económicos recientes, que son bastante más optimistas que los de hace dos meses, incluso de parte de economistas que antes eran mucho más pesimistas. Los economistas que le decían a Milei "si no sacás el cepo, la economía va a demorar mucho en recuperarse" han cambiado de opinión en los últimos dos meses: Miguel Kiguel, aunque un poco más renuente, también lo aceptó finalmente, al igual que Marina Dal Poggetto. Tipos que fueron muy críticos hace seis meses y hoy dicen, "bueno, finalmente se está saliendo con la suya". Y hay señales de que "salirse con la suya" significa que no solo el riesgo de devaluación está relativamente bajo control, aunque de forma precaria, sino que también existe un control cambiario financiero más sólido que hace seis meses y mayores posibilidades de una recuperación. No será en V, porque eso siempre fue inviable, pero sí en U; tendremos algo parecido a una recuperación en U. Entonces, la economía comenzará a dar buenas noticias. Él dice que se acabaron las malas noticias y ahora vienen solo buenas. Bueno, Milei exagera, pero está tratando de generar una ola de entusiasmo para que la máquina del crédito, el blanqueo y todo lo que han logrado mejore la situación financiera y empuje el consumo y la producción. Vamos a ver hasta dónde llega, pero creo que sin duda irá mejorando.
—Agradecemos su participación en este Ciclo de Entrevistas y le damos la posibilidad de cerrar con un mensaje final
—Me gustan estas charlas porque se habla así, a “calzón quitado” de lo que está pasando y ojalá les haya sido de utilidad para ustedes también. A veces uno improvisa mucho y probablemente me arrepentiré de muchas de las cosas que les he dicho, pero, tal vez, de alguna les resulte alguna utilidad. Así que espero que sea así y mucha suerte.
Kristel Freire, Manuel Blanco y Juan Manuel López
Estudiantes del Posgrado de Periodismo de Investigación
Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA)