El periodista y excandidato a la Vicepresidencia de la Nación Luis Rosales participó del Ciclo de Entrevistas del Posgrado en Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador (USAL), en el que se explayó por una serie de temas que van desde su colaboración con Donald Trump hasta la irrupción de las ideas liberales de Javier Milei.
El consultor político también aseguró que si la Argentina hubiese continuado con las políticas económicas de inicios del siglo pasado, hoy tendría “100 millones de personas y sería potencia mundial”. Además, se refirió al contexto internacional, donde cree que el magnate “va a intentar parar las guerras para que dejen de costarle dinero a Estados Unidos”, aunque todo dependerá de “los intereses de las partes”.
— Luis, usted estuvo como colaborador en la campaña de Donald Trump. ¿Cómo fue ese meeting y la algarabía por el triunfo?
— Primero, el contexto: por qué estuve en esa campaña. Yo soy más conocido en Argentina como periodista, por dedicarme a la tele desde hace años. Pero en realidad, otra de mis tareas es la de consultor político. Empecé a trabajar en esto en el año 2000 cuando conocí en Estados Unidos a Dick Morris, consultor norteamericano que fue el estratega de la campaña de Bill Clinton. Y lo conocí porque yo había trabajado en la campaña de Fernando de la Rúa. Luego de ese acercamiento comenzamos a trabajar juntos en un montón de campañas electorales, sobre todo latinoamericanas, y en el idioma español te diría. Aunque también trabajamos en Africa. El otro ‘sombrero’ que tengo es el de ser político en la Argentina. Fui el diputado más joven de la provincia de Mendoza, secretario de Turismo de Mendoza, también agregado de Turismo de la Argentina en Estados Unidos, después candidato a vicepresidente de la Nación en 2019, abriendo un tanto la puerta con Espert con las ideas liberales y la llegada de Milei. En 2023 me planteé qué hacer y como él había sido estratega de una infinidad de candidatos a legisladores y presidentes en Estados Unidos (además de ser el único que ha conseguido ser el estratega de dos presidentes, porque ahora es el de Trump), ya entrado este año decidí sumarse a su trabajo, que es bastante sencillo: discutir ideas que luego se trasladen a la Casa Blanca.
— ¿Cómo analiza el triunfo de Trump teniendo en cuenta el convulsionado escenario internacional? Hoy tenemos una guerra en Ucrania, estallidos en Medio Oriente, China que está pujando por Taiwán… ¿El puede calmar las aguas?
— Estados Unidos se bate entre dos fuerzas antagónicas: por una parte hay un Estados Unidos imperial que intenta llevar la democracia y “su verdad” (el justificativo moral que ellos se ponen), o sea la luz del sistema americano a todos los lugares del planeta, incluso en aquellos países que no quieren esa luz. La otra pulsión es que, al sentirse tan grandes, tan poderosos, tan únicos, tan originales, se plantean el hecho de para qué salen al mundo a gastar el dinero de los contribuyentes estadounidenses, o sacrificar vidas de soldados por guerras ajenas. Trump es una mezcla de los dos: es aislacionista porque pregona el Make America Great Again, pero no es un hombre imperial, aunque se lo vea muy duro. El va a intentar resolver las guerras en las que esté involucrado, tal como lo hizo en su primer mandato. Intentará cerrar la guerra en Ucrania con Rusia no porque sea algo justo, sino para que deje de costarle dinero. Más en un conflicto que parece eterno y que hoy está empatado, pero también buscará una solución que contemple los intereses de ambas partes porque se han perdido muchas vidas ucranianas y rusas.
— ¿Entre Brasil, Estados Unidos y China, cuál es el socio que le puede dar mayores beneficios a la Argentina?
— La Argentina debería sofisticar su matriz de exportaciones. Nosotros somos, industrialmente, dependientes de Brasil. Eso gracias al Mercosur. Nuestras exportaciones del agro como la soja van a China. Hemos vivido de eso, básicamente. Sobre todo venderle a China forrajes para sus cerdos, para que puedan engordarlos y alimentar mejor a su población, incorporando así más proteína a su dieta. Con los Estados Unidos tenemos una actividad comercial más reducida, que debería ser grande porque es el principal mercado consumidor del mundo. Sin embargo los argentinos no nos ingeniamos demasiado, somos bastante cómodos y generamos pocas divisas afuera. De esa manera terminamos pidiendo plata y llorando que nos presten. Con toda la riqueza de la naturaleza o que Dios nos dio, deberíamos ser superavitarios de divisas y de exportaciones de todo tipo.
— Suele emparentarse a Trump con Milei pero en materia económica son muy distintos: mientras el magnate es nacionalista y proteccionista, el argentino es libertario y aperturista. ¿Considera que nuestro país necesita un Milei más parecido a Trump en lo económico?
— Para contextualizar, me parece interesante observar qué une a todos los miembros de este “club” de gobernantes que han empezado a surgir por todo el mundo: Orbán en Hungría, Meloni en Italia, Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y el partido Vox en España. En general, son todos antisistémicos. Como en todos esos países los sistemas políticos estaban muy corridos hacia la izquierda, podía pensarse que la opción antisistémica iba a venir desde la derecha. Eso los emparenta, pero los dirigentes no son exactamente iguales. Una gran diferencia puede existir, precisamente, entre las medidas proteccionistas que el presidente Trump ha anunciado y las políticas de libre comercio que está poniendo en práctica Milei. Era obvio que en Argentina, al cabo de 70 años de populismo económico, iba a surgir un antisistémico economista y liberal. Yo pensé en 2019 que podría ser José Luis Espert (nos adelantamos cuatro años), pero terminó siendo Javier, cuatro años después. Ahora bien, es difícil extrapolar de un país a otro aquello que funciona. Argentina ha desarrollado proteccionismo desde hace años, y no nos ha ido bien. El país viene con el modelo de sustitución de importaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) desde Raúl Prébisch en adelante, en la década de 1930. Nos ha ido bastante mal con ese sistema. Ojalá que el modelo de Milei dé resultados y la Argentina vuelva a orientarse hacia ese lugar que alguna vez supo tener.
— Retomando esa pregunta: en el reciente acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europa. Francia puso el grito en el cielo en un intento por proteger a su sector rural y lo mismo piensan los productores argentinos. ¿Cómo se puede hacer un acuerdo de libre comercio cuando ambas partes abogan por el proteccionismo?
— Por eso no ha avanzado y siempre estuvimos estancados en el mismo punto. Los europeos, sobre todo los franceses, son muy celosos de la producción industrial, que si no la tuviera sería absolutamente desplazada por el campo argentino porque es mucho más eficiente. Y probablemente la industria argentina también sufriría con algunos productos europeos, pero no al mismo nivel porque las regulaciones de la Unión Europea (UE) han convertido a su comercio en muy ineficiente.
— Mencionó que la Argentina, por su riqueza natural, tendría que exportar muchísimo más. ¿A qué otro jugador deberíamos mirar? ¿Los Brics, los Gigantes Asiáticos?
— Yo seguiría el modelo chileno tratando de hacer acuerdos de libre comercio con todos los que se puedan. A Australia le va bastante bien en eso, a Canadá también, ambos con barreras comerciales muy bajas. Y la Argentina era muy parecida a Australia y Canadá. Teníamos poca población, un enorme territorio, súper ricos… Cuando nosotros elegimos el modelo de sustitución de importaciones, ellos optaron por el libre comercio y no les fue nada mal.
— ¿Cuál es su opinión sobre arancelar la salud pública para quienes no sean residentes en Argentina?
— Creo que es un tema simbólico. En todo el mundo es así, en la mayoría de nuestros países vecinos es así. No nos va a cambiar demasiado la realidad por eso. Tenemos que volver a ser un país lógico, razonable y que no siga tirando manteca al techo. Y obviamente tratar de evitar abusos en las provincias y prestaciones. El país fue muy abierto y todo parecía fácil, pero ojalá que volvamos a ser ricos de vuelta y podamos ser el paraíso de todo aquel que quiera habitar el suelo argentino, como dice el Preámbulo de la Constitución. La Argentina podría haber llegado a 100 millones de habitantes si se hubiera continuado con las políticas de las épocas doradas, cuando llegaron nuestros abuelos de todas partes del mundo. Tranquilamente podríamos ser potencia mundial, no tenemos por qué esperar que cambie un presidente o ir a pedirle plata al Fondo Monetario Internacional.
— ¿Qué modificaría usted de la comunicación política del gobierno de Javier Milei?
— Me parece que está bien dentro del momento en que se vive. Es una época de la superficialidad de las redes sociales, y en esas aguas la comunicación de Milei flota bien. Yo no cambiaría demasiado.
— ¿Y puertas adentro? Sobre todo por la cantidad de renuncias o despidos, como pasó con la canciller, el ex jefe de Gabinete o el secretario de Salud.
— Eso habría que preguntárselo a la gente del gobierno. Una cosa es la comunicación y otra es la gestión de gobierno. Dentro de esta, hay medidas de las más variadas. Yo gobernaría de otra forma, pero a mí no me eligió la gente, lo eligió a Javier Milei y espero que le vaya bien.
— ¿Le gustaría que lo llamen a trabajar en el gobierno?
— Por ahora estoy muy abocado a diferentes actividades con Dick Morris en Estados Unidos. Estaré pocas semanas en Argentina y luego vuelvo para colaborar con la administración Trump. Yo sólo deseo el éxito del equipo de Milei porque eso significaría el éxito para mi querida Argentina, para la cual he trabajado tanto tiempo en las ideas liberales. Yo desde que tengo uso de razón soy liberal.
— Semanas atrás, un grupo de partidarios del presidente Milei encabezado por Daniel Parisini (comúnmente conocido como "Gordo Dan") lanzó la agrupación juvenil llamada 'Fuerzas del cielo'. Utilizó para la ocasión iconografía alusiva al imperio romano que fue criticada por algunos medios y sectores políticos. ¿Qué opinión le merece la impronta de la organización y qué papel viene a jugar?
— Es algo muy propio de las redes sociales, especialmente de Twitter, donde existe una pelea permanente entre sectores. Me parece que la estética iba en ese sentido. Yo no lo haría. Lo que hay que hacer es gobernar bien, derrotar a la inflación, darle un mejor futuro a la gente y armar un país previsible para los próximos 10 a 15 años. Si en el ínterin le vas ganando pulseadas en Twitter a tus contrincantes, enhorabuena, pero para mí no es lo central. Lo que va a quedar en la historia será lo demás. Si hay gente que cree que a eso hay que prestarle atención y que realmente es una batalla, que la peleen. A mí no me molesta en lo más mínimo.
— ¿En su opinión no resta tanto?
— No creo que reste, porque pertenece al microclima de Twitter. Al argentino medio eso no le importa, sino cómo vendrá la heladera el mes que viene. Es cierto que hay que dar una batalla cultural para tratar de correr hacia la derecha el sesgo demasiado exagerado hacia la izquierda que tienen todas nuestras sociedades. Estos chicos quieren dar esa batalla. Está bien que la den, siempre dentro de la ley, de la Constitución Nacional y del respeto a las ideas liberales. Esto último significa el respeto por el proyecto del prójimo, por más que ese proyecto no te guste, te moleste o sea disonante con lo que te parezca correcto. Si sos liberal debés ser tolerante. Que existe una batalla cultural y que la están dando es verdad, y eso es importante. Pero lo central es mejorar las condiciones de los gobernados. De eso se trata.
— Se habla mucho de que La Libertad Avanza quiere a Cristina Fernández en el ring de la próxima campaña electoral. ¿Eso no atenta contra la batalla cultural?
— Y, es una tentación en la que también cayó Macri: poner la antítesis enfrente para que la sociedad se polarice. El riesgo es que, como le pasó a Mauricio, ese polo finalmente te gane. Pero te diría que son tácticas electorales que se usan en todos lados. Si ponés enfrente un candidato que tiene menos imagen y lo empujás al centro del ring lo vas a hacer, son las reglas de juego del sistema democrático para ganar elecciones.
— Considerando el personalismo que define a la política contemporánea, encarnado en líderes como Milei, Bolsonaro y Trump, ¿de qué aspectos debería ocuparse el presidente argentino al momento de construir poder por fuera de su persona para que la Libertad Avanza pueda trascender más allá de su figura?
— Yo sueño con que esta puerta que entreabrimos un poquito con Espert en 2019 y que Milei pateó con fuerza y entró, después se institucionalice y quede consagrada y transformada en una corriente de pensamiento, en lo posible en una institución. Yo creo en las instituciones, por más que no estén de moda. También pienso que además de conquistar hay que convertir. Además de combatir hay que convencer. Además de atacar y pelear hay que sumar. Lo que hay que lograr es que este camino que inicia Milei perdure en el tiempo, no como una imposición sino como un sendero elegido por la mayoría de la clase política argentina.
Si los israelíes lograron derrotar a la inflación fue por medio de ideas fuerza como las de Milei, propuestas por alguien que está en las antípodas del presidente, hablo de Shimon Peres, y mantenidas en el tiempo sin modificaciones desde 1985. Asimismo, si los finlandeses derrotaron el analfabetismo fue gracias a ideas fuerza como las de Sarmiento, mantenidas durante 30 o 40 años desde el poder y sin modificaciones cuando cambió el signo político. De lo que se trata es de que podamos mantener las ideas liberales aunque cambie el color político del gobierno de turno, ideas que han sido introducidas muy bien y con mucha fuerza en la discusión pública por Milei. Convertirlas en políticas de Estado. Nadie en España -ni socialistas ni populares ni mucho menos Vox- dudan en salir de la Comunidad Europea o de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Del mismo modo, nadie en Estados Unidos discute la primacía del dólar o ciertos lineamientos económicos que se mantienen independientemente de que el presidente sea Obama o Trump. Un líder puede abrir la puerta e instalar ideas, pero después hay que construir un sistema para que perduren en el tiempo y el país pueda crecer. Ojalá que la Argentina, que ya ha dado el primer paso, dé los sucesivos para que esto ocurra.
— Le agradecemos su participación en este Ciclo de Entrevistas de Perfil Educación y le damos la posibilidad de cerrar con un comentario final.
— Un gran saludo a través de Perfil a todos los argentinos.
Por Tamara Zanotti, Fermín Pérez Testa y Sebastián Muzi
Posgrado en Periodismo de Investigación
Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA)