Felipe Solá participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador (USAL), en la que analizó la gestión de la cuarentena durante el gobierno de Alberto Fernández. “En un momento, propuse hacer un stop and go: preparar a la población, empresarios, trabajadores, sindicalistas, civiles, hombres y mujeres, para realizar un cierre total breve y luego reabrir rápidamente. En lugar de eso, se optó por cierres prolongados. Yo le propuse a Alberto Fernández abrir la cuarentena y me sacó corriendo. Se priorizó el asesoramiento de epidemiólogos, pero faltaron especialistas en sociología que pudieran prever cómo reaccionarían los distintos sectores de la población”, expresó.
El ex canciller del Frente de Todos (FdT) también se refirió a qué pensaría Néstor Kirchner sobre el fenómeno de Javier Milei. “Néstor estaría inquieto. Se preguntaría: '¿Qué pasa con los jóvenes? ¿Por qué piensan así? ¿Dónde están?'. Creo que sentiría una mezcla de fascinación y preocupación”, agregó Solá en el Ciclo de Entrevistas coordinado por Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación y rector de USBA.
—¿La caída sostenida del índice mensual de inflación representa un problema para que el peronismo le dispute poder al Gobierno?
—Sí, indirectamente, porque en este momento es el elemento más sólido que Milei tiene para mostrar como logro. Esto lleva a reflexionar sobre cómo el problema central de la Argentina cotidiana ha sido la inflación. Desde 1991 en adelante, no logramos entender cuál era realmente el problema central. Nosotros afirmábamos que la inflación no era el problema en sí, sino la desigualdad social, la pobreza, la injusticia social y la inequidad. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de que estos problemas son, en muchos casos, consecuencia de la inflación. El error fue no identificar claramente qué debía abordarse primero y qué después. En aquel momento, se justificaba priorizar la pobreza y la distribución del ingreso, dejando la inflación como un tema que se vería después. Lo mismo pasó con la inseguridad, un área en la que puedo hablar con propiedad, ya que dediqué un tercio de mi tiempo como gobernador a trabajar en ella.
—¿Usted cree que el peronismo perdió contacto con la realidad?
—Sí, al enfocarse excesivamente en cómo gobernar, el peronismo perdió de vista los problemas graves que debía resolver. Durante la pandemia, hicimos todo lo posible para minimizar el impacto, pero resultó imposible. En un momento, propuse hacer un stop and go: preparar a la población, empresarios, trabajadores, sindicalistas, civiles, hombres y mujeres, para realizar un cierre total breve y luego reabrir rápidamente. En lugar de eso, se optó por cierres prolongados. Yo le propuse a Alberto Fernández abrir la cuarentena y me sacó corriendo. Se priorizó el asesoramiento de epidemiólogos, pero faltaron especialistas en sociología que pudieran prever cómo reaccionarían los distintos sectores de la población. Esa falta de análisis generó consecuencias que no supimos anticipar. Por otro lado, el otro atenuante muy importante es la deuda que nos heredaron y en ese sentido fuimos como el segundo gobierno de Macri y esto es porque Macri hizo un gobierno muy malo, pero además con la deuda que dejó condicionó al segundo gobierno. Es decir, hay un aspecto muy importante de todo nuestro accionar o del accionar de Alberto Fernández. Me parece que el condicionante de la deuda es fenomenal y hace que permanentemente, los economistas no hablen de economía sino de finanzas. Otro factor determinante fue la deuda heredada, que nos condicionó enormemente.
—Dijo que le propuso a Alberto Fernández abrir la cuarenta y que Alberto Fernández no lo escuchó ¿Puede profundizar en esa definición?
—En abril de 2020, apenas un mes después de que comenzó el confinamiento, leí un extenso artículo de Gabriel Leung, decano de la Facultad de Ciencias Médicas en Hong Kong y un reconocido infectólogo. Leung señalaba que ningún confinamiento prolongado sería sostenible, ni psíquicamente para la población, ni económicamente para los países. En su análisis, describía dos virus: el primero, el que nos obliga a cerrar por razones sanitarias; el segundo, el que, debido al colapso económico y social, nos obliga a abrir. Tomando esto como base, llevé esa reflexión a Alberto Fernández. Pero en ese momento, la figura del presidente estaba en su punto más alto. Su imagen pública era la del médico de todos. Aparecía en televisión dos o tres veces por semana junto a Rodríguez Larreta, y ocasionalmente con Kicillof. Seguramente, recuerdan esas imágenes, el presidente rodeado de todos en contra del virus. Yo al presidente le dije: “Mirá, acá hay un reportaje que quiero que leas porque me parece muy inteligente lo que plantea”. Lo que realmente me preocupaba era cómo una Argentina con una deuda enorme y problemas estructurales de productividad estaba dejando que las decisiones quedaran dominadas exclusivamente por los infectólogos que, aunque intentaban salvarnos, terminó resultando en un número promedio de muertes que no justificaba los costos sociales y económicos del confinamiento prolongado.
—¿Alguien más en el gobierno del Frente de Todos planteaba dudas sobre el aislamiento irrestricto?
—No, nunca. Durante los dos años y medio que estuve en el gobierno, jamás se expresó una crítica a esta cuestión ni a nada relacionado con las decisiones tomadas durante la pandemia. Yo fui el único que no hacía comentarios en las reuniones. Se generó un clima en el que había que ayudar al jefe, porque estábamos atravesando una pandemia terrible. Además, surgieron sectores que negaban la vacuna, el contagio e incluso la existencia del virus. ¿Cómo no íbamos a indignarnos con ellos? Por supuesto que sí. Estos grupos llevaron a cabo una serie de actos con un nivel de violencia implícita, casi triste y profundamente disruptiva. Todo esto contribuyó a fortalecer el cierre alrededor de las políticas sociales y sanitarias, limitando la posibilidad de debatir alternativas.
—¿Cómo ve al peronismo de cara a las elecciones de medio término del año próximo?
—No lo veo bien en este momento. El peronismo enfrentará dificultades mientras no se replantee en qué país estamos viviendo hoy en comparación con el de antes. Creo que, en cierta medida, no la vimos mientras se configuraba otra Argentina. El desafío ahora es entender cuáles son las definiciones sobre esa nueva Argentina y cómo responderá a lo que estamos viviendo. Veo una dispersión del peronismo, que de forma paradójica vuelve a concentrarse alrededor de la figura de Cristina Kirchner a la vez que su figura encuentra limitaciones. Observo dos vías de alianza: una basada en las superestructuras y otra en las alianzas más directas y emocionales que surgen cuando la gente se acerca a votar y se siente convocada. Las alianzas de superestructuras, sin embargo, resultan difíciles debido a la presencia de Cristina. Esta presencia no implica que deba ser excluida; hacerlo convertiría al movimiento en un peronismo light y complicaría aún más la situación, pero es fundamental reducir el nivel de rechazo hacia su figura. El futuro del peronismo se concentra, en gran medida, en las acciones y en el éxito del comportamiento de Cristina. En este sentido, la misión de los consejeros es apoyarla para que sus decisiones contribuyan al crecimiento del movimiento, tanto en términos geográficos como horizontales.
—¿Qué piensa de las diferencias que surgieron en el kirchnerismo con Kicillof?
—Hoy, discutir quién es o no peronista resulta injusto que no tiene en cuenta qué es el peronismo. Lo cierto es que el peronismo eligió a Axel Kicillof como gobernador en dos oportunidades, gracias a dos excelentes campañas. Axel tiene una gran capacidad para conectar con la gente, acercarse y hablar con claridad. La provincia de Buenos Aires enfrenta serios problemas fiscales debido a su alta dependencia de la actividad económica del Estado y a la ausencia de una economía regional. Es una provincia profundamente heterogénea desde el punto de vista económico. Axel, como figura pública, ha demostrado ser un hombre culto, con un profundo conocimiento de la historia económica. Durante su tiempo en el Congreso, dialogaba con todos los sectores. Es alguien probado en su capacidad de gestión, un atributo al que hoy no se le da mucha importancia, pero es un hombre que está haciendo todo lo que puede frente a enormes problemas.
—¿Qué le parece el proyecto de Ficha Limpia?
—Me parece una tontería. Existe la gente honesta y la gente que se desespera por tratar de mostrar que es honesta. Yo estoy entre los primeros, los segundos me parecen una tontería.
—¿La interna entre Milei y Victoria Villarruel beneficia al peronismo?
—Si me preguntás si prefiero que esto ocurra o no, te diría que prefiero que ocurra. Sin embargo, parece ser un beneficio de corto plazo. En este momento, no tenemos elementos suficientes para evaluar si esta situación tendrá un impacto positivo de cara a las elecciones del año próximo. Aún falta mucho tiempo y no hay una perspectiva clara sobre si esta división será significativa o duradera. Algunos afirman que Villarruel carece de una base sólida y que su apoyo proviene únicamente de ciertos sectores de derecha. Sin embargo, el núcleo de lo que podemos llamar la derecha argentina, o las formas conservadoras más tradicionales, tiende a valorar y valorar la voluntad y la firmeza. La palabra clave en este contexto es ajuste. Si en algún momento se produjera una caída de la inflación y se anunciaran medidas para frenar las políticas de ajuste, muchos sectores dominantes, incluidos los comunicadores más influyentes, criticarían con dureza estos movimientos. Esto se debe, en parte, a que Argentina viene arrastrando décadas de decadencia y distracción económica. De todas formas, insisto en que es demasiado pronto para prever cuál será el impacto de esta interna en el panorama electoral.
—¿Cómo debería el peronismo construir liderazgo en este contexto de división?
—Primero, hay que reconocer que mucha gente sería peronista, si el peronismo hubiera cumplido las expectativas. Pero no lo hizo. Recuperar a esas personas requiere un trabajo fenomenal. No basta con pensar en elecciones como las de 2025 o 2027; hay que mirar más allá y construir un proyecto a largo plazo que sea creativo, con un enfoque innovador y pensamiento lateral. En algún momento, será necesario tender puentes hacia quienes votaron por otros espacios, incluso hacia quienes eligieron a Milei, para atraerlos. Si no somos capaces de ofrecer algo distinto, seremos predecibles y perderemos oportunidades clave. No hay derecho a que eso ocurra. Por eso, no se trata de repetir frases vacías como “hay que volver a Perón” sin más contexto. Volver a Perón implica releerlo y reinterpretarlo según las demandas actuales. Yo me quedo con el último Perón, el que tenía una mente abierta y buscaba nuevos horizontes. Volviendo al presente, debemos entender que el militante más comprometido, el que pega carteles y organiza actos, no necesariamente tiene la capacidad de liderar. La conducción requiere una visión más amplia, la capacidad de superar las divisiones internas y evitar caer en parcialidades. Aunque esto podría parecer un peronismo blando o ultra moderado, no lo es. La firmeza es crucial cuando se gobierna. Gobernar implica enfrentarse a contradicciones internas, a virtudes y defectos que solo se hacen evidentes en la gestión, no en la oposición.
—¿Qué diría Néstor Kirchner de Milei?
—No tengo la menor idea. Pero me atrevo a pensar que Néstor estaría inquieto. Se preguntaría: “¿Qué pasa con los jóvenes? ¿Por qué piensan así? ¿Dónde están?”. Creo que sentiría una mezcla de fascinación y preocupación. Por un lado, le atraería entender este fenómeno. Quizás, incluso tendría cierta admiración por la forma en que Milei capta la atención de la gente, aunque, naturalmente, eso no le impediría enojarse por lo que representa. Néstor Kirchner, en mi opinión, estaría enfocado en buscar cómo entender y conectar con esos jóvenes que hoy parecen alejados de las propuestas tradicionales. Ese desafío sería central para él.
—¿Cuál le parece la clave para entender la dinámica política actual frente a un fenómeno como el de Milei?
—En política, como en el fútbol, los resultados muchas veces no son predecibles. Así como un gol puede surgir de un rebote inesperado o de un error fortuito, lo mismo ocurre en el escenario político. Si el discurso de un dirigente es siempre predecible, pierde impacto. Por eso, lo importante es no volverse predecible. Si siempre respondés de la misma manera, terminás perdiendo atractivo como dirigente. Es fundamental generar creatividad, salir de la narrativa que propone el adversario y encontrar formas distintas de comunicar. También es cierto que hay situaciones donde no hay margen para eso, como cuando atacan las universidades públicas. En esos casos, defenderlas es inevitable, pero no podemos quedarnos únicamente en esa posición reactiva. Otro aspecto crucial es la capacidad de marcar agenda. Si no proponés temas, la agenda la dicta el adversario, y eso es un problema gravísimo. Recuperar la iniciativa es difícil, pero no imposible. Cristina Kirchner, por ejemplo, en cada discurso logra instalar cuestiones que interpelan al gobierno, como cuando mencionó la necesidad de regular el mercado de medicamentos. Esa es una crítica concreta y un desafío directo. Eso es lo que significa construir una agenda propia.
—Agradecemos mucho tu participación en este Ciclo de Entrevistas con estudiantes de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y te damos la posibilidad de cerrar con un comentario final.
—El comentario final es difícil, porque estamos en un momento de gran incertidumbre, donde avanzar exige pensar mucho antes de actuar. Creo que es clave dialogar con muchos sectores e intentar entender las posiciones sin convertirse en juez. Puedo decirles esto: uno puede ser mileísta, no mileísta, peronista o no, pero a veces hay que reflexionar sobre qué es lo que realmente incomoda a quienes nos ven como enemigos. Porque muchas veces, nuestras acciones terminan alineándose con lo que quieren quienes están en la vereda opuesta. Hay que dejar de creer que somos duros. Hoy somos una oposición que ha perdido no solo elecciones, sino también su base de apoyo. Es un desafío enorme mantener la coherencia y buscar avanzar sin caer en esa trampa.
Por Alejandro Castriota, Tamara Zanotti y María Florencia Delpino
Estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación
Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA)