Para las empresas noruegas, las enfermedades se están convirtiendo en un problema cada vez más difícil. Trabajadores en el país toman más licencias por enfermedad que en cualquier otra parte de Europa y están en el nivel más alto de los últimos 15 años.
Los críticos culpan a un sistema de bienestar excesivamente generoso en el país, donde el gasto en prestaciones de salud supera al de otras naciones desarrolladas. El FMI describe el sistema noruego como “costoso y distorsionador” y afirma que su reforma debe ser prioritaria. Los trabajadores perciben su salario íntegro durante un año, con un tope algo superior al salario medio, y después dos tercios de los ingresos anteriores.
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Crecen las licencia por enfermedad en Europa
“Las empresas nos dicen que dedican más y más tiempo a la contratación, a encontrar personas con las calificaciones adecuadas, mientras que hay un mayor desgaste de los empleados que se quedan”, afirma Odd Arild Grefstad, director ejecutivo de la empresa noruega de pensiones y seguros Storebrand ASA. “Todo eso significa que baja la productividad”.
Pero las generosas prestaciones no son la única causa, y la situación empeora en toda Europa. El envejecimiento de la población activa y mayor conciencia sobre el estrés y la salud mental, en particular entre los más jóvenes, son los culpables, al igual que las repercusiones de la pandemia de Covid.
A medida que suben las cifras, también lo hacen los costos. Es una carga financiera adicional para muchos gobiernos que ya enfrentan débil crecimiento o mayor deuda pública. Las empresas afirman que las licencias por enfermedad agravan las falta de mano de obra y afectan la producción, mientras que para los trabajadores, estar de baja afecta a sus ingresos y subsistencia, con implicancias para su bienestar y sentido de valor propio.
En el Reino Unido, el número de personas económicamente inactivas en edad de trabajar ha aumentado en casi 800.000 desde principios de 2020. Las enfermedades de larga duración representan un costo a la productividad cercano a los £33.000 millones (US$42.000 millones), una cifra que podría duplicarse a finales de la década, según Zurich Insurance. El primer ministro Keir Starmer reveló la semana pasada un plan para revertir esta tendencia y conseguir que más gente trabaje. La meta es impulsar el crecimiento económico y reducir la creciente factura de las prestaciones sociales.
En otros lugares de Europa se ven cifras igualmente dramáticas. Empresas alemanas gastaron el año pasado la cifra récord de €77.000 millones (US$81.000 millones) en licencias de trabajo, más del doble que en 2010, según el instituto de investigación económica IW. El país pierde unos €200.000 millones al año en bajas por enfermedad, según cálculos del gobierno. En Francia, el director de la agencia nacional del seguro de enfermedad ha advertido de un aumento de los costos presiona el presupuesto.
La ayuda a los enfermos que no pueden trabajar es una parte vital de la red de seguridad social. Pero el dinero es sólo una parte de ella, y los gobiernos quieren evitar que la gente se aleje aún más del trabajo, sobre todo si hay una manera de conseguirles un empleo significativo y seguro que no les deje en peor situación.
“Una de las estadísticas más alarmantes es que si una persona ha estado de baja por enfermedad durante al menos seis meses, la probabilidad de que abandone por completo la población activa es mayor que la de que vuelva”, afirma Christopher Prinz, analista principal del mercado laboral de la OCDE en París.
Cualquier solución es complicada, dado que hay múltiples factores en juego, a veces relacionados con problemas físicos o mentales personales. Los gobiernos y las empresas deben actuar con cautela y sensibilidad. De lo contrario, sus acciones pueden parecer desconsideradas o crueles.
Además, conseguir simplemente que la gente reduzca los días de licencia no siempre significa un impulso económico. Estudios de la OCDE demuestran que las personas que acuden al trabajo estando enfermas —un fenómeno conocido como presentismo— son más perjudiciales para la productividad que las pérdidas de los que no acuden, entre dos y tres veces más.
Necesidad real
En Noruega, el arquitecto Andreas Tingulstad no trabaja a tiempo completo desde que sufrió un derrame cerebral, y depende de los beneficios para completar su salario. Tingulstad, de 47 años, es consciente de que el modelo de prestaciones sociales no es perfecto, pero afirma que el mal uso por parte de una minoría no debe ser excusa para desechar algo que funciona para los verdaderos usuarios.
“No espero que la NAV me arregle la vida, pero es imprescindible”, dice refiriéndose a la agencia de trabajo y bienestar de Noruega.
“Normalmente una discapacidad o enfermedad no es culpa de nadie. Simplemente ocurre”, añadió. “Estoy seguro de que hay mucha gente que se aprovecha, no creo que puedas librarte nunca de esa gente. Pero se puede trabajar para mejorarlo”.
Noruega tiene suerte en un aspecto: cuenta con el respaldo de un fondo soberano de US$1,8 billones. Sin embargo, el gobierno afirma que es necesario algún cambio. En un informe de este año destacaba como “objetivos clave” la “reducción de las bajas por enfermedad y la prevención del abandono de la población activa”.
Políticos en otros países también estudian opciones, sobre todo Francia, un país desesperado por ahorrar dinero.
La agencia en Francia que supervisa los seguros por enfermedad planea contactar a aquellas personas que han estado de baja por más de 18 meses para ver alguna forma de reincorporación. También revisará a algunos médicos y reforzará el sistema de licencias médicas.
El auditor nacional francés hizo una controvertida propuesta para poner fin a las indemnizaciones por ausencias inferiores a ocho días, lo que podría ahorrar unos €470 millones al año.
No es de extrañar que haya reacciones en contra. El sindicato Unsa ha dicho que hay que “dejar de estigmatizar a los enfermos”.
En el Reino Unido, el plan de Starmer para que más gente se incorpore al trabajo viene acompañado de una medida para mejorar los derechos de los trabajadores, ampliando el acceso a licencias por enfermedad. Aunque estas reformas costarán a las empresas hasta £4.500 millones al año, el gobierno argumenta que el gasto se compensará en parte con un “mayor bienestar de los trabajadores” que eleve la producción.
Según una encuesta de la consultora Barnett Waddingham, casi el 80% de las empresas británicas han experimentado un aumento del ausentismo laboral debido a problemas de salud de larga duración. Un tercio afirma que esto ha perjudicado a la productividad.
Sin embargo, resulta difícil encontrar soluciones consensuadas. En Noruega, las conversaciones entre la organización empresarial NHO y los sindicatos sobre su acuerdo de “vida laboral inclusiva” están estancadas en la cuestión de las prestaciones.
“La sociedad no puede permitirse que el ausentismo por enfermedad siga como hasta ahora”, dijo Anne Louise Aartun Bye, responsable del departamento de mercado laboral de NHO. “Tenemos la responsabilidad compartida de revertir esta tendencia”.