El pasado 31 de octubre se inauguró en la galería 1101 Foto Espacio de CIFHA (Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino), “Reportero Gráfico”, la primera exposición individual de Silvio Zuccheri. Esta muestra expresa algunas tensiones vigentes sobre el valor de las imágenes fotoperiodísticas a lo largo de la historia.
Como sabemos, la era de la imagen comenzó hace rato, no obstante, muchos de sus precursores y autores permanecen anónimos a lo largo del tiempo. Una cruel paradoja del desarrollo tecnológico: quienes más trabajaron en la creación de nuestra memoria visual, frecuentemente han sido olvidados.
En 1964, Silvio Zuccheri tomó sus primeras fotos, que aún se conservan. Lleva seis décadas fotografiando y hoy continúa viviendo de ese trabajo a sus 81 años. Si asumimos que nuestra independencia comenzó en 1816, podríamos decir que ha documentado con su cámara casi un tercio de historia argentina.
El equilibrio entre lo intencional y lo fortuito, y su capacidad de transformarse con el paso del tiempo, ya sea en la práctica como en su representación, hacen que la fotografía sea líquida, ingobernable. Una disciplina situada dentro y fuera del ámbito cultural, con rasgos documentales y propagandísticos. Esta versatilidad provocó que históricamente haya sido discutida dentro de los círculos de poder.
No es una industria como el cine o la música, ni son palabras que necesiten un diccionario para ser comprendidas. Tampoco es como una escultura difícil de transportar (aunque se parezcan en su esencia), ni tiene la unicidad de la pintura. Es una trampa a la finitud del tiempo, de ejemplar único y en serie a la vez (como una imagen religiosa), cuya interpretación puede cambiar radicalmente a medida que envejece. Es universal como el sonido, pero interpela a lo más profundo de nuestro inconsciente sin necesidad de música ni letras.
Fue central al final de la revolución industrial y en el comienzo de la era digital, dos siglos más tarde. La fotografía es, hoy más que nunca, síntesis de poder. Quien mejor comprenda el significado de las imágenes, más fácilmente dominará el mundo. No es un dato menor que esta sea la primera muestra de la obra de Zuccheri.
Pone a flor de piel la tensión que existe entre la fotografía, el fotoperiodismo, el arte y la academia, ámbitos que se complementan y repelen en un campo de batalla donde no hay agua para todos sus soldados. Interpela al mercado y al coleccionismo, a los lugares “sagrados” que conservan, exhiben y venden mercancía cultural, mientras escriben una historia del arte acorde a sus intereses y a una moda fugaz. Lo que alguna vez fue rebeldía orgánica, genuina, hoy es un acting políticamente correcto por miedo a la cancelación.
Un reportero gráfico ejerce el periodismo desde la imagen; sus fotografías son vistas e interpretadas por miles de personas que las ven en conjunto con el artículo periodístico, otorgándoles un nuevo sentido. Pero el texto no contó con la opinión del fotógrafo. Su mirada es utilizada regularmente para ilustrar opiniones ajenas. El reportero gráfico aprende a convivir con esa particularidad de su trabajo, que lo daña en silencio.
En tanto que el periodista probablemente se formó en una institución de saberes legitimados, el fotoperiodista durante muchos años no tuvo lugar de pertenencia más allá de su propia organización interna, convirtiéndose en una figura marginal a los espacios de poder y toma de decisión. Es una práctica habitual en la prensa argentina que una gran parte de las fotografías publicadas aparezcan en los medios sin los créditos.
Fotos: un castillo en la favela de San Pablo, la obra inacabada del "Gaudí brasileño"
Quien debe fotografiar un suceso social, una persona o un paisaje, tiene que estar presente. El cuerpo y la mente son mediadores entre lo mecánico y la realidad. En el documentalismo, para lograr una captura fotográfica, es necesario enfrentarse desde lo material con lo que se va a retratar. No hay escapatoria, no se puede reconstruir una foto que nunca existió (aunque esto está cambiando con la IA, que pone en crisis, una vez más, a la fotografía).
El periodista puede observar a cierta distancia, narrando hechos a través de entrevistas o utilizando registros visuales y sonoros como fuentes de su artículo; el reportero gráfico debe poner su cuerpo lo más cerca posible, según sus necesidades estéticas y convicciones, del escenario a documentar. Desde aquellos fotoperiodistas que cubrían partidos de fútbol con una Speed Graphic —también llamados “chasiretes” por cargar siempre con los chasis de sus películas fotosensibles— y se apuraban a revelar sus placas en el baño más cercano, hasta mis excompañeros (yo dejé el oficio hace más de una década), a quienes a veces veo por televisión correr en alguna manifestación para evitar un daño físico producto de la violencia desatada por causas que nunca son propias.
El fotoperiodista debe decidir qué ángulo, distancia focal, apertura de diafragma y velocidad de obturación usará para plasmar, en su máquina del tiempo, el reflejo de la luz de un instante que nunca volverá. Es un cazador de reflejos muertos. La gente cree más en las imágenes que en las palabras.
El acervo de Silvio Zuccheri contiene más de 300.000 fotogramas tomados a lo largo de 60 años de oficio retratando algunos de los momentos más relevantes que hacen a nuestro ser social. Su mirada contiene delicadeza, profundidad y poética. Su fotografía respira.
Formador de varias generaciones de fotógrafos tanto en la era analógica como digital y testigo del salvaje cambio en los medios de comunicación, desde la transmisión de imágenes a través de un Belinógrafo (transmisor de UPI, United Press International) hasta el uso de las tecnologías creadas por Elon Musk, Zuccheri ya no es sólo un fotógrafo o un artista o un trabajador, es un espectador clave de uno de los momentos más increíbles de la comunicación humana.
Conjuntamente con esta exposición estamos en el proceso de edición del primer libro que reúne una selección de obras de este artista escondido bajo la manta del fotoperiodismo. Zuccheri ha donado la totalidad de su obra a Fundación CIFHA (de la cual es miembro de la comisión directiva), tanto los soportes materiales como la gestión de sus derechos, para garantizar su conservación y acceso.
(*) El autor es fotógrafo y artista argentino, fundador y director del Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (CIFHA)