Demografía argentina

Hay menos nacimientos en Argentina: la tendencia se consolida y plantea nuevos desafíos

El Ministerio de Salud publicó que, en 2023, nacieron 460.902 bebés. Esto es, un 7% menos que en 2022. La caída de las cifras de maternidad fue más pronunciada entre adolescentes y en el grupo de mujeres con menos educación. ¿Cómo afecta esta tendencia al futuro y qué medidas deberían tomarse para adaptarse a este nuevo escenario demográfico?

CAIDA LIBRE. En 2023 los nacimientos cayeron un 7% respecto al año anterior. Foto: Cedoc Perfil

Hace pocas semanas, el Ministerio de Salud de Nación publicó el resumen anual de datos estadísticos de los argentinos del año 2023. De esa información sobresalió un detalle: en el año, en todo el país, nacieron 460.902 bebés. Y eso confirmó la tendencia a la baja que se prolonga desde hace casi dos décadas. 

Por ejemplo, en 2022, el número de nacidos vivos registrados fue de 495.295. Eso significó un 6,5% menos en relación a 2021. En otras palabras, se consolida el descenso de un nuevo escalón más de la escalera de nacimientos.

Esto ocurre en un contexto en el que los movimientos conservadores que hoy gobiernan países como Argentina y EE.UU. promueven “la virtuosidad de las familias numerosas”, como suele decir Elon Musk, que -vale acotar- tiene doce hijos.

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Este fenómeno demográfico se enanca en varias situaciones. Entre ellas, la principal es una caída de la tasa global de fecundidad que, en 2008, daba un promedio de 2,42 hijos por madre y cayó un 43% en quince años, hasta los actuales 1,36 hijos por mamá.

Vale como dato de contexto el hecho de que, históricamente -al menos hasta la Era de la Revolución Francesa- la media de hijos por mamá, según los estudios de demografía histórica, era de unos 7 hijos por cada madre. 

A partir del siglo XIX, lenta pero constantemente, el número de hijos por mujer comenzó a caer en forma lenta y permanente hasta ahora, en todo el mundo desarrollado. Por otra parte, la tasa de fecundidad global hoy es baja, salvo en los países más pobres, como los del África subsahariana.

Según explicó en un hilo de tuits -que luego le confirmó a PERFIL-, el doctor en demografía e investigador principal de Cippec, Rafael Rofman, “hace unos días se publicaron los datos oficiales de nacimientos de 2023. Como era esperable, siguen bajando -un 7%- respecto de los números de 2022”.

Los desafíos que plantea el envejecimiento poblacional

Esto, según el experto, no es motivo de alarma, sino una situación que hay que analizar para poder evitar riesgos y aprovechar oportunidades, adaptando políticas e instituciones a la tendencia poblacional. 

En realidad, las cifras actuales de fecundidad de Argentina no son extraordinarias, sino que ya son similares a las de otros países de Europa occidental y también a la de muchas naciones de América Latina.

Para Rofman, al analizar estas cifras se encuentran buenas noticias: “La caída sigue siendo más rápida entre las adolescentes (10% durante 2023) y se acumula una caída del 66% si se compara con los números de una década atrás (2014). Y esos suelen ser, casi siempre, embarazos no intencionales, que dificultan la vida a mujeres que estudian o están comenzando a trabajar. Evitarlos es pura ganancia, para ellas y la sociedad”, afirmó.

Además, según el investigador, “la caída también se concentra en mujeres con niveles más bajos de educación”. Los nacimientos de ese grupo cayeron un 67% desde 2014, mientras que los de mujeres con alta educación un 28%. Aún mejor, los de adolescentes con baja educación cayeron en más del 80%.

El investigador del Cippec explicó por qué esto es positivo: implica que más mujeres tendrán más oportunidades para poder completar su educación o conseguir mejores empleos. “En términos económicos, es mayor capital humano para todos y un bono demográfico más profundo. Tremendas oportunidades que, si aprovechamos, nos permitirán crecer más rápido”, aseguró. 

Al mismo tiempo, esta situación consolida otro fenómeno: implica más envejecimiento poblacional en el largo plazo y, si no se revierte, un achicamiento de la población. El envejecimiento es inevitable, y ya está ocurriendo. La edad promedio (en Argentina) es hoy unos 40 años y va a aumentar lentamente, cerca de un año por década.

“Esto nos obliga a, por ejemplo, repensar el sistema previsional, para hacerlo más justo y sostenible. No es muy complicado, pero requiere decisiones políticas. Hace tiempo que venimos hablando del tema, es hora de avanzar con consensos”, afirmó Rofman. 

Crecimiento

Por otra parte, el experto recordó que los números frescos indican que la población está creciendo y “así va a seguir durante las próximas décadas. Recién en 2050 podrían empezar a declinar suavemente. Si la fecundidad se estabiliza en los niveles actuales, la población del país va a oscilar entre los 45 y 50 millones durante los próximos 50 años”, pronosticó.

Por eso, no tiene mucho sentido alarmarse por un posible “despoblamiento”. Ese sería un escenario de muy largo plazo y baja probabilidad. “Sí podemos trabajar en facilitarle la vida a quienes quieren tener hijos y en hacer más productiva a nuestra fuerza laboral”. ¿Cómo? Lo primero, ofreciendo, por ejemplo, mejores licencias parentales, sistemas de cuidados y educación gratuita de calidad, entre otras cosas. Lo segundo implica aumentar el capital humano, el capital físico y el uso de tecnología. 

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Para Rofman, el desafío demográfico que tiene en su futuro la Argentina no es aumentar su población, sino su productividad. “Tenemos que hacernos ricos antes de hacernos viejos y eso quiere decir mejorar -y mucho- la educación, la inversión y la adopción de tecnología. Esa es la tarea más urgente.

Esta tendencia actual de los números de fecundidad, según el especialista, no es un riesgo para el país -como dicen algunos referentes- sino un desafío que tenemos que saber aprovechar y darle respuestas con las políticas públicas adecuadas”.


¿Cuáles son las posibles razones?

“Hay que recordar que la caída de las tasas de nacimientos es un fenómeno global, según reflejan los datos de la CEPAL”, le comentó a PERFIL Dolores Dimier De Vicente, investigadora y profesora en la Universidad Austral. Y amplió: “particularmente en este momento, en América Latina, los dos países que encabezan la tendencia -y muestran las menores tasas de este rubro- son Chile y Argentina”.

Y la doctora Lorena Bolsón, decana del Instituto de la Familia de la Universidad Austral, llamó la atención sobre una particularidad: “en ambos países es algo todavía reciente y durante la última década se aceleró mucho más, sin que este fenómeno demográfico haya sido algo previsible”, le dijo a este medio.

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¿Cómo se explica? Las expertas aseguran que “es algo que hay que profundizar, especialmente si queremos establecer políticas estatales para compensar, o amortiguar, estas tendencias. “Tenemos algunas hipótesis posibles, pero sin más investigaciones específicas no podemos estar seguros de cuáles son las causas”, explican.

Entre ellas se cuentan un mayor acceso a las diversas opciones para el control de la natalidad y un aumento de la educación. Y no dejan de mencionar una limitación en la disponibilidad de los recursos económicos necesarios para acompañar esta experiencia, a lo que se suma una falta de contexto de estabilidad monetaria e incertidumbre sobre el futuro ambiental, social, etc. 

Finalmente, también mencionan que se ve una mayor dificultad para establecer vínculos de pareja duraderos con varones que incluyan el ser padres dentro de su proyecto de vida.

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El fenómeno de elegir tener menos chicos también está reforzado por otra característica: la edad de la maternidad se va “atrasando” y cada vez más mujeres eligen ser madres más tarde. Esto -ligado a razones biológicas- también suma a una menor cantidad de hijos por mamá.

Un punto importante es que, según las investigadoras, no hay datos que indiquen que la reciente legalización del aborto en Argentina sea un factor que pueda ligarse en forma directa con esta baja de la natalidad.


Aprovechar el momento

Ambas investigadoras se animaron a pensar el futuro: “todas las proyecciones indican que -de acá al año 2050- seguiremos viendo cómo se consolida esta tendencia hacia la baja en las tasas de natalidad. Y ambas coinciden con Rofman en que el actual “bono demográfico” que está experimentando nuestra sociedad debería ser aprovechado. “Pero”, afirman, “hoy en Argentina no estamos todavía preparados para lidiar con una sociedad envejecida, como la que parece estar viniendo. Entonces, si no lo hacemos bien, ese bono podría convertirse en una deuda demográfica”, comentaron. Entre las cosas que proponen está entender una sociedad con cambios y desafíos. Por ejemplo, en esta transición se verán más vacantes en las escuelas y, con la actual cantidad de docentes, se daría la posibilidad de una mejor educación. Pero también hay que prepararse en otros rubros: jubilación, medicina, etc, que puedan contener y dar calidad y autonomía de vida a las nuevas longevidades. En otras palabras, contemplar en las políticas públicas cuál será la atención a los requerimientos que tiene una sociedad “envejecida”.