Timothée Chalamet, el actor del momento: “Estoy inspirado por los grandes nombres”
Su presencia en los festivales ya es una constante. maneja estándares de calidad, algo que se adivina en todas sus actuaciones: desde su primer papel en “Homeland” y su estupenda aparición en “Interestellar”, hasta su notable caracterización de Bob Dylan en “A Complete Unknown”, por la que fue nominado al Oscar como mejor actor (y quedó en manos de Adrian Brody por “The Brutalist”, Chalamet no ha dado hasta el momento un paso en falso y entiende que el prestigio lleva a más papeles más prestigiosos. Su último año parece ser indicador de una carrera en franco ascenso.
Todo empezó con un papel chico en Homeland, y podría decirse que el salto a las masas fue cuando interpretó a Tom, el hijo del doctor Joseph Cooper en Interestellar. Era un papel chico, de un hijo con un arco breve, pero intenso. Tenía una escena de enojo y, como casi todo en esa película, para que funcionara había que hacerlo muy bien. Timothée Chalamet lo logró con resto, fue llamado para coprotagonizar Call Me by Your Name (Llámame por tu nombre), de Luca Guadagnino, y desde aquel tiempo a esta parte se convirtió en uno de los actores del momento: fue nominado a dos Premios Oscar, tres Bafta, cuatro Globos de Oro, cinco SAG y seis Premios de la Crítica Cinematográfica.
Su presencia en las alfombras de los festivales se convirtió en una constante, y este año su nombre aparecía por duplicado, ya que además de estar nominado por su respetuosa y delicada mímesis de Bob Dylan, era la cara visible de la secuela de Dune, en donde encarna a Paul Atreides. Y la sensación, en este momento, es que el joven, nacido en 1995, maneja estándares de calidad. Todas las películas en las que aparece responden a una vara que no parece permitirse la liviandad. Si va a participar de una película de ciencia ficción, será de un tanque con perspectiva de ser recordado, como es el caso de la adaptación de Dune de Denis Villeneuve. Si va a encarar la biopic de un músico, dedicará años de su vida a esa empresa, a veces laureada, a veces denostada. Las películas que elige lo demandan. Trabajó en proyectos más chicos, como Beautiful Boy: siempre serás mi hijo, de Felix Van Groeningen o Lady Bird (2017), donde encarna al encantador Kyle y que le valió su primera nominación a los Oscar, como Mejor Actor de Reparto. También se le animó a una producción grande, pero que al ser una remake hecha varias veces implicaba todo un desafío en sí: Mujercitas, de Greta Gerwig, donde le dio vida a un Laurie más aniñado que el de Christian Bale, y hasta quizá más incompleto, pero con una carga emotiva potente y versátil.
“Estoy inspirado por los grandes. Me inspiran los grandes nombres que hay aquí esta noche”, dijo el actor al recibir el premio SAG, hace unas semanas. “Estoy tan inspirado por Daniel Day-Lewis, Marlon Brando y Viola Davis como por Michael Jordan y Michael Phelps, y quiero estar a su altura. Así que estoy profundamente agradecido por este premio”, agregó.
Fue un discurso que lo puso en boca de todos. Adrian Brody esperaba ese mismo premio por su trabajo en The Brutalist. “Sé que la gente no suele decir estas cosas”, había sentenciado segundos antes, consciente del grado de polémica que suscita el amor propio en esos ámbitos, que exigen humildad y pleitesía. Pero Chalamet leyó el momento y el contexto: a sus 29 años, con dos colosos en cartel y una lista enorme de películas con su cara que llegaron a esa ceremonia, reclamó lo propio. Brody, que se terminaría quedando con el Oscar, había ganado su primer premio de la Academia a su edad exacta y el joven reclamó el trono con la irreverencia propia de algunos grandes. Fue una especie de contracara de la faceta que ostentó Kieran Culking durante la temporada de premios: una cara desfachatada, casi desinteresada por todo lo que estaba pasando. Chalamet, en cambio, parece entender el prestigio como la decodificación de la admiración de la crítica y de sus colegas del trabajo que hace. Hay algo de eso. La idea de que el prestigio lleva a más papeles más prestigiosos. Y, por ahora, podría decirse que el actor no dio pasos en falso. Incluso su participación en películas menos aceptadas por la crítica, como Hasta los huesos, también de Guadagnino, lo deja bien parado. Construye un personaje que podría entenderse como similar al muchacho que construye en Lady Bird, pero más oscuro y, habría que decirlo, caníbal.
Del otro lado de su obra y sus eclécticos personajes, Chalamet mantiene un romance con la empresaria Kylie Jenner. Dado que ambos construyeron su figura pública por separado, donde van dan la sensación de pareja poderosa. Y, además, estos últimos días estuvieron circulando en redes imágenes del cariño intenso que Jenner le demuestra a su novio. Cuando caminan, cuando se besan, se susurran o se sonríen, los focos se dirigen a ellos.
Se suma a la cuestión de la exposición de la vida privada, fundamental para la construcción de una superestrella, la relación de Chalamet con las marcas de ropa, que básicamente se pelean por tenerlo. El arco es amplio, casi inesperado, y pareciera responder a la oferta del postor con mejor gusto, según el criterio del actor (y, quién sabe, de sus asesores de moda). De Gap a Givenchy, el muchacho marca tendencia sin miedo al éxito y a los reflectores. Si hay que ponerse un conjunto casi fluorescente, se aceptarán con estoicismo las burlas y se mirará a los ojos con penetrante seguridad. Y si hay que optar por una paleta más sobria, se la lucirá con soltura, esperando a que la tendencia se marque sola.
Lo cierto es que si Chalamet está especulando, lo importante es que no se note. Tuvo un año exitoso, que parece ser signo de una carrera en ascenso. No es poca cosa estar en un lugar en el que el anuncio de su próximo papel será sin dudas una noticia de gran impacto.
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