Pedro Almodóvar: "Trump ya se encarga de que lo que estamos padeciendo suene a película de terror"
El reconocido director de cine scribió desde su aislamiento conmocionado por una grave noticia.
Pedro Almodovar fuera de la lente y ante la panademia del coronavirus se tomó su tiempo y escribió sobre "su aislamiento". Y qué lo motivó a hacerlo: la noticia de que un espacio recreativo de Madrid pasó a ser una morgue ante la cantidad de muertos.
"Hasta ahora me había negado a escribir. No quería dejar constancia escrita de las sensaciones que me provocan los primeros días de aislamiento. (…) Los nueve primeros días me he negado a tomar una sola nota. Pero esta mañana apareció una noticia que parecía un titular de una revista de humor negro: "El palacio de hielo se convierte en una improvisada morgue". Suena a giallo italiano, pero está ocurriendo en Madrid, es "Una de las Siniestras Noticias del Día”. (…) Hoy cumplo once días de confinamiento, me aislé el viernes 13 de marzo.
Desde entonces me organizo para enfrentarme a la noche, a la oscuridad, porque vivo como un salvaje, al ritmo que me marca la luz de las ventanas y la terraza. (…) La luz del día y su variado periplo hasta llegar a la noche. El largo viaje hacia la noche, pero no como algo terrible sino gozoso. (O en eso me empeño, dándole la espalda a la agonía de los datos). He dejado de mirar el reloj, sólo lo consulto para saber cuántos pasos he caminado por el largo pasillo lateral de mi casa, el pasillo en que Julieta Serrano le reprochaba a Antonio Banderas que no había sido un buen hijo, refiriéndose a mí. La oscuridad exterior me indica la llegada de la noche, pero tanto el día como la noche son tiempos sin horarios. He dejado de tener prisa. De todos los días, hoy, 23 de marzo, mis sentidos me dicen que los días son más largos. Disfruto de más tiempo de luz."
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"No estoy lo suficientemente animado como para ponerme a escribir ficción -todo llegará- aunque se me ocurren tramas variadas, unas de naturaleza íntima (estoy seguro de que habrá un baby boom cuando todo esto acabe, pero también estoy seguro de que se habrán producido montones de rupturas -el infierno son los demás, decía Sartre-, habrá parejas que tendrán que afrontar las dos situaciones a la vez, la ruptura y la llegada de un nuevo miembro a la nueva familia rota).
La realidad de ahora mismo es más fácil entenderla como una ficción fantástica que como parte de un relato realista. La nueva situación global y vírica parece salida de un relato de ciencia ficción de los años 50, los años de la guerra fría. Películas de terror que contenían la más burda propaganda anticomunista. (…) El mal siempre venía del exterior (comunistas, refugiados, marcianos) y servía de argumento a los más burdos populismos (aunque todas las películas que menciono las recomiendo fervientemente, las películas siguen siendo estupendas). De hecho, Trump ya se encarga de que lo que estamos padeciendo suene a película de terror de los años 50 llamándole al virus "el virus chino". Trump, otra de las grandes enfermedades de nuestro tiempo.
Decido entretenerme. Normalmente improviso (pero esto no es un fin de semana, días de soledad y aislamiento) ahora hago una programación de cine, telediarios y lectura para las diferentes horas del día. Mi casa es una institución y yo, su único habitante. (…) Elijo la película de la tarde, Un flic (Crónica negra) de Melville, un plato seguro, y para la noche me sorprendo a mí mismo eligiendo una película de James Bond, Goldfinger. Para días como estos (eso es lo que pensaba yo) lo mejor es el puro entretenimiento, la pura evasión. Cuando estoy viendo Goldfinger me alegro de la elección, más que elegirla yo fue ella -la película- la que me eligió a mí. Conocí a Sean Connery, coincidimos codo con codo en una cena en Cannes y me sorprendió su cultura cinematográfica y sobre todo que mi obra pudiera interesarle lo más mínimo. Él ya no vivía en Marbella, pero seguía adorando España. Quedamos como amigos e intercambiamos teléfonos que estaba seguro ninguno de los dos utilizaría. Sin embargo, unos meses después, era la temporada 2001/2002, me llamó por teléfono aprovechando que acababa (él) de salir de una proyección de Hable con ella. No soy nada fetichista, ni mitómano, pero escucharle hablar de mi película me dejó sobrecogido. Y oír su voz, una voz profunda, de buen actor y hombre atractivo. Pensaba en todo esto mientras veía Goldfinger por la noche. La cuarentena, la noche, Sean Connery y yo, con saltos e interrupciones."
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"Entre una sesión de cine y la otra conecto un momento la televisión y me entero de que Lucía Bosé ha sido barrida por este tornado del que solo conocemos el nombre. Y se me caen las primeras lágrimas del día. Lucía me fascinaba como actriz y como persona. La recuerdo en Crónica de un amor de Antonioni, una mujer de una belleza inaudita, rara para la época, y ese modo de caminar, andrógino y animal, que Miguel Bosé heredó entre otras cosas. Programaré para mañana la película de Antonioni. Yo fui uno más de tantos amigos de Miguel que cayó fulminado ante el hechizo de esta mujer tan poderosa que parecía eterna. Con Jeanne Moreau, Chavela, Pina Bausch y Lauren Bacall, Lucía formaba parte del olimpo/podio de la mujer moderna, libre, independiente, todas ellas más machas que los hombres que las rodearon. Perdón por la cascada de "nombres" pero tuve la suerte de conocerlas a todas y de intimar con ellas.
Es lo malo de estar varado en tu casa, uno es presa fácil de la nostalgia." (...)Lo bueno de carecer de horarios durante el confinamiento es que desaparecen las prisas. Desaparece la presión y el stress. De natural ansioso, nunca me ha invadido menos la ansiedad que ahora mismo. Sí, ya sé que la realidad, más allá de mis ventanas, es terrible e incierta, por eso me sorprende no estar angustiado, y me aferro fuerte a esta sensación nueva de estar venciendo el miedo y la paranoia. No pienso en la muerte ni en los muertos.
"La principal ocupación, algo también nuevo para mí porque en general tengo la mala costumbre de no contestar los mensajes, o contestar poco, es contestar a todo el mundo que me escribe, interesándose por mí y por mi familia. Porque por primera vez el lenguaje no es una convención banal y las palabras tienen significado. Me tomo muy en serio lo de contestar y cada noche hago una ronda para enterarme de cómo están mi familia y los amigos. (…) Intento mantener a raya el pánico y la angustia. La fuga de la que hablo (a través del entretenimiento y la evasión es cualquier cosa menos monótona).
El documental de Chavela, a pesar de haberlo visto me impacta con una emoción que no puedo ni quiero controlar. Lloro hasta el último fotograma. Me invaden de golpe los recuerdos de todas las noches que la presenté en la Sala Caracol o el teatro Albéniz (el primer teatro que pisó como cantante, el maldito machismo mexicano no le permitió pisar un teatro vestida con pantalones y poncho, porque alguien ataviada así no era una verdadera mujer)." La presenté en París, en el Olympia. Costó, pero conseguimos llenar el teatro. Por la mañana, probando sonido, Chavela le preguntó a uno de los empleados dónde solía ponerse la Señora Piaf cuando actuaba en el local. Y desde ese mismo lugar cantó Chavela. A partir de esa noche, como parte de mi propio ritual donde Chavela era mi Piaf, yo empezaba mis presentaciones besando los centímetros del escenario que después pisaría Chavela. (…) Hablamos con Chavela de la enfermedad y de la muerte y me dijo, como buena chamana, "no le tengo miedo a la muerte, Pedro, los chamanes no morimos, transcendemos". No me cupo la menor duda de que tenía razón. También me dijo "Estoy tranquila".
Y continuó "una noche me detendré, poco a poco, sola y lo disfrutaré”. (…) En el año 92 del siglo pasado la película “El sol del membrillo” se puso en el Festival de Cannes, una edición mediocre en la que yo formaba parte del jurado. La película recibió muy justamente el Premio Especial del Jurado. Casi tuve que pelearme con Gérard Depardieu, el presidente del jurado, al que no le gustó la película y la tachó de documental. Afortunadamente el resto del jurado me apoyó. Ya es muy tarde cuando me bajo de La 2, pero da igual, el tiempo en confinamiento es redondo y no quería quedar mal con James Bond, no quería acostarme hasta que Sean Connery desbaratara los planes del maquiavélico y gordo Goldfinger y nos salvara a todos. Fin.