Juan José Sebreli, un precursor de la lucha por los derechos LGBT en Argentina
En los turbulentos años 70, fundó junto con Héctor Anabitarte, Juan José Hernández y Manuel Puig el Frente de Liberación Homosexual. Editó una revista, participó de marchas y hasta fue detenido. "Queríamos lograr lo que todos los frentes buscan: hacernos ver", dijo.
Si recurrimos a la obra del sociólogo, crítico literario y filósofo argentino Juan José Sebreli podríamos decir que sirvió a la sociedad argentina siendo el "ojo crítico" de su cotidianeidad política y cultural, pero pocos hoy conocen su aporte en la lucha por la "liberación homosexual".
Nacido el 3 de noviembre de 1930 en Buenos Aires, la homosexualidad marcó en sí una impronta literaria y personal que hasta ese entonces era poco explorada. Con el correr de los años, y sin tener intención de hacerlo, se convirtió en un referente del género.
“La primera vez que oí hablar abiertamente sobre algo relacionado con la sexualidad, curiosamente, se refería al tema tabú por excelencia: la homosexualidad”, escribió en su célebre autobiografía que lleva el título "El tiempo de una vida" (2005).
Con tan solo 12 años de edad, en el marco del golpe del 43', decidió dar un paso adelante y no privarse de vivir una vida libre de prejuicios. "De a poco, vinieron los pantalones largos, la bohemia en la calle Viamonte y los amigos homosexuales", detalló.
A las puertas de la adolescencia, se movía en "un mundo de gays" donde "el gay era lo cotidiano", como él describió.
"En la etapa conservadora, no había códigos penales sobre la homosexualidad, sólo iban presos, si los agarraban, los lúmpenes de clase baja. Igual en eso éramos más adelantados que Inglaterra, donde hasta la Segunda Guerra Mundial te llevaban preso por cinco años, aunque fueras un lord. En Argentina los homosexuales en la clase alta abundaban, pero se amoldaban y hacían sus fiestas. Todo el mundo sabía quién era y quién no era, pero nadie hablaba. Eso a la policía no le importaba. Además, llevarse la policía a un personaje como, digamos, un diplomático, eso no podía salir en los diarios".
Tras realizar dicha aclaración, nos introduce a la dificultad de "salir del closet" ante parientes y cercanos. "Yo nunca hablé de mi homosexualidad con mis padres. ¡No! De eso no se hablaba. Aunque seguramente lo sabían, porque nunca tuve novia", recordó.
En ese sentido, y siendo de mente abierta, asumió: "Hay personas que me quieren y que son homofóbicas, y yo dejo que lo sean. Si alguna vez surge el tema, defenderé mi posición. Pero no hay por qué ir peleándose con casi todo el mundo".
Cuando ya tenía 80 años, en una entrevista con Página 12 criticó: "La gente sigue siendo homofóbica. Los prejuicios no se destierran de un momento a otro. Esto va llevar mucho, mucho tiempo".
Su militancia nació en la década de los '70, al convertirse en uno de los integrantes del flamante Frente de Liberación Homosexual (FLH), que fundó junto a Manuel Puig y Néstor Perlongher y Blas Matamoro.
"Tenía un amigo artista, que le gustaba la poesía, sabía mucho de literatura, muy culto, pero no hacía nada. De esos tipos que no hacen nada, leen y cultivan amistades literarias, pero murió sin escribir nada", relató al periodista Osvaldo Bazán en una entrevista. "Me llama por teléfono un día, él por varios años fue traductor de Naciones Unidas, ganaba un sueldazo bárbaro como traductor al castellano, y una mañana me llama por teléfono entusiasmado por el movimiento homosexual que existía en Nueva York y me dijo: 'Tendríamos que hacer algo igual en la Argentina'".
"Nos reuníamos en distintas casas, al principio siempre muy pocos. Pronto éramos 500. Ahí explotó todo. Nuestra principal ocupación de esa época era sacar una revista. Se pegaba en las paredes, y todo Florida y Corrientes llenas de revistas", recordó.
"Queríamos lograr lo que todos los frentes buscan: hacernos ver", precisó. Aun cuando abandonó el grupo por diferencias ideológicas, su participación cementó la lucha por los derechos de minorías. Incluso reivindica su corta permanencia en el mismo.
Esto se debe a que desde desde aquel frente fraguó sus primeras aproximaciones periodísticas, por ejemplo, al abordar la existencia de campos de concentración en Cuba donde homosexuales eran encerrados y reprimidos. "No había códigos", insistió en diálogo con la revista Seúl.
"Nuestro grupo fue importante. Antes de nosotros de la homosexualidad se hablaba en el cuchicheo de la gente. Después no se hablaba más de ese tema, era un tema tabú, y si se hablaba era para hablar mal", se retrotrajo el filósofo y crítico literario.
"Haber formado parte de ese grupo, me dejó haber pasado a la historia. Pero actos concretos, ninguno. Haber sido el creador de eso es un acto poderoso. Después, sacábamos algunas revistas, pero lo de las revistas se terminó", concluyó.
En una entrevista recordó cuando fue detenido por la policía a causa de su militancia: "Angustiados de que me habría atropellado un auto o algo así, lo que menos pensaban era que estaba preso".
"Los últimos años del peronismo, cuando Perón se empieza a distanciar de la Iglesia, hay un desastre total. Los últimos años del peronismo fueron una orgía pública y callejera. Vos ibas a los baños de los cines, de los teatros, de los ferrocarriles, estaba lleno lleno. Se cogía mucho más que hoy, porque hoy no tenés los lugares y en aquella época tenías a los obreros que iban a trabajar y se levantaban 6 de la mañana y para quedarse tranquilos antes del trabajo pasaban primero por la estación de tren y ahí pasaba de todo. Hoy es todo teléfono, la calle no existe".
Tras haber tenido un "trágico" pero nutrido inicio en la lucha por la reivindicación de los derechos LGBT, prefirió quedarse del escritorio y utilizar a la escritura como fachada. Hasta el fin de sus días, se limitó estudiar las ideas políticas y sociales que giraban por el mundo.
Fue así que se ganó la fama de "provocador" y analista constante de la sociedad argentina, basando la mayoría de sus ensayos en cuestiones atadas a nuestro folklore: el fútbol, la música y la conformación del escenario político y sus referentes.
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