La verdad sobre Sissi, la emperatriz que se creía perseguida por una maldición
Inteligente y hermosa pero inestable y depresiva, Isabel (hoy el centro de la serie de Netflix "La Emperatriz") fue esclava de regímenes de dieta y ejercicio que significaban un auténtico castigo para su cuerpo. Se rebeló contra las restricciones de la corte imperial pero no ganó la lucha y al final de su vida renegó del esplendor de la realeza, deseando abordar un barco y nunca regresar.
La vida de la emperatriz Isabel "Sissi" de Austria fue el centro de innumerables obras de ficción, desde que Romy Schneider la interpretó en los años 50 hasta la serie de Netflix “La emperatriz”, cuya temporada 2 promete revelar la verdad de su historia.
La emperatriz Isabel, más conocida por su apodo de la infancia, sigue siendo una figura intrigante 125 años después de su asesinato en Suiza. El imaginario popular la retrata hermosa, bondadosa, poderosa y trágica, pero su historia real es todavía más compleja de lo que el cine y las series pueden mostrar.
Isabel se casó a mediados del siglo XIX con el emperador Francisco José de Austria-Hungría, cuando sólo tenía 16 años. La leyenda dice que fue un matrimonio por amor y que los dos jóvenes -que eran primos hermanos- se enamoraron a primera vista.
Víctima de una cruel bienvenida de parte de su suegra en el palacio imperial de Viena y sufriendo por un marido ausente, Sissi perdió a su hija mayor, Sofía, cuando todavía era una niña pequeña. Más tarde, perdió al segundo hijo, el archiduque heredero Rodolfo, que en 1889 se suicidó junto a su amante, según la versión oficial.
Sissi también sufrió la intrigante muerte de su amado primo, el mítico "rey loco" Luis II de Baviera, cuyo obeso cuerpo fue hallado flotando en el lago Starnberg un día después de ser declarado incapaz de reinar y encerrado en un castillo que le sirvió de prisión domiciliaria.
Unos años después, murió la hermana de Sissi, Sofía Carlota, al quedar atrapada en el feroz incendio de un bazar de caridad en París. La mujer había logrado escapar de las llamas del edificio, pero volvió a entrar para ayudar a las jóvenes que estaban atrapadas. Sus restos fueron identificados por los bomberos días después gracias a sus dientes.
La sucesión de tragedias fue tal que la emperatriz Sissi de verdad creyó ser víctima de una maldición. "La maldición crece", dijo cuando le dieron la noticia sobre el trágico final de su hermana.
¿Quién fue la emperatriz Sissi?
Apodada Sissi por sus hermanas, la duquesa Isabel de Baviera nació en 1838 y disfrutó de una educación informal y sencilla en los bosques alemanes aunque la leyenda catalogaba a su dinastía, la Casa de Wittlesbach, como un viejo linaje de hombres excéntricos, extravagantes y hasta dementes.
Su padre, Máximiliano José, se consagró a la música y es considerado uno de los promotores más destacados de la música popular bávara del siglo XIX. El hermano de Sissi, Carlos Teodoro, fue considerado casi un loco cuando se dedicó a la medicina y abandonó los palacios reales para entregarse a la curación de enfermos pobres.
Convertida en emperatriz de Austria de la noche a la mañana, su llegada a Viena en 1854 fue un shock, porque la adolescente Sissi no estaba preparada para vivir en la rígida corte de la dinastía Habsburgo. Los contrastes con la vida en Múnich eran aterradores.
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Por si ello fuera poco, su suegra, la archiduquesa Sofía, dominaba todos los aspectos de la vida íntima, y las dos mujeres se convirtieron en antagonistas de la leyenda, en una enemistad agravada por los intentos que la joven Sissi hacía para caer mal a Sofía.
“Sofía es la guardiana de las tradiciones, aunque sean estúpidas”, escribió Jean Des Cars en una de las mejores biografías de Sissi. “A los ojos de Sofía, el pecado de su nuera es no haber merecido el trono de Austria. Puesto que no está en su lugar, conviene recordarle sin cesar que debe ponerse en él”.
“Me sentía tan abandonada, tan sola”, le dijo Sissi a una de las damas. “Siempre temía el momento en que llegaba mi suegra. Porque venía todos los días para espiarme a cualquier hora. Yo estaba a su mercedes. Todo lo que yo hacía estaba mal y ella consideraba mal lo que me gustaba. Todo el mundo le temía, todo el mundo temblaba. Le contaban todo. El más mínimo incidente se convertía en un problema monstruoso”.
Aunque Sissi obedecía las convenciones de su época, por ejemplo usar un corsé ajustado, desafió a su suegra y a los conservadores de la corte al tomar cerveza, bañarse desnuda en una bañera, fumar en público, salir a hacer compras, practicar senderismo y montar a caballo, actividades que no eran consideradas dignas de las mujeres de la época.
El nacimiento de un príncipe heredero, Rodolfo, mejoró la posición de Sissi en la corte después de muchos años de ausencia de hijos y la convirtió en destinataria del cariño popular, algo pocas veces visto en la historia de la monarquía austríaca. Incluso su suegra tuvo que admitir: “Es la emperatriz la que atrae a todos. Porque ella es su alegría, su ídolo”.
La salud de Sissi se resintió debido a la tensión y a la presión que los cortesanos ejercieron sobre ella para dar a luz a un heredero, y comenzó a realizar viajes cada vez más frecuentes a Hungría, a Inglaterra o a Grecia, según decía, para curar sus enfermedades.
“Quiero estar siempre en movimiento”, dijo una vez. “Cada barco que veo zarpar me llena del mayor deseo de estar en él”.
Pocas personas volvieron a ver la cara de la emperatriz y en un intento desesperado por mantenerse joven para siempre, se negó a que le tomaran fotografías después de los 30 años. Cuando era vista en público, un velo o una sombrilla cubrían su rostro.
Los viajes al extranjero significaban la solución mágica a su melancolía y sus enfermedades físicas, lo que sugiere que sus dolencias pueden haber sido psicosomáticas. Ella declaró que su deseo era “viajar por el mundo… hasta ahogarme y ser olvidada”.
La emperatriz Sissi, víctima de su obsesión por la imagen
Considerada la mujer más bella, elegante y fotografiada de Europa en el siglo XIX, se considera que la emperatriz fue una precursora de muchas modas, aunque en la actualidad también se cree que sufrió un trastorno alimentario causado por su obsesión por la apariencia física.
Fanática del fitness, la emperatriz tenía su propia sala de deportes en el palacio imperial. Su plan de ejercicios incluía un baño de agua fría cada mañana a las 5, después del cual hacía gimnasia en barra fija, barras paralelas, barras de pared y con anillos.
También se entregó a algunos tratamientos de belleza menos convencionales, como usar máscaras faciales de ternera, bañarse en leche de cabra, beber cinco claras de huevo saladas (que pensó que reducían la hinchazón del estómago) y lavarse el cabello con huevos y coñac.
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Rara vez descansaba o se sentaba para no engordar. Y después que las damas de compañía la introducían en un corset para que mantuviera su cintura de 40 cm, la emperatriz salía a montar a caballo o a hacer senderismo durante horas y en cualquier condición climática.
Sissi vivía a base de caldos diluidos, leche, huevos y naranjas, pero si alguna vez su peso se acercaba a los 50 kg, pasaba por un período de ayuno.
La obsesión por mantener su buena apariencia tuvo efectos nocivos en la vida de la joven emperatriz, a quien los cortesanos describían entonces como "elegante, pero demasiado delgada" y "extremadamente infeliz".
Cuando comenzó a notar las primeras arrugas, se ocultó de tal forma que casi nadie pudo volver a ver su rostro. A los 50 años ella se definía como “una persona que comienza a desvanecerse”.
Una emperatriz que renegaba de la corona y se creía perseguida por una maldición
La muerte de su hija Sofía, víctima de la difteria, le causó a Sissi un gran dolor emocional. Por esos años, el cuñado de Sissi (el emperador Maximiliano de México) fue fusilado y su viuda, Carlota, se volvió loca. Una joven sobrina murió incinerada ante la mirada de toda la familia cuando cayeron cenizas de su cigarrillo en su vestido.
Más tarde, el misterioso fallecimiento de Luis II de Baviera, en 1886, y el trágico desenlace de su hijo Rodolfo, en un aparente pacto suicida con su amante Mary Vetsera, en 1889, fueron otros golpes de los que nunca se recuperó.
Se retiró de los deberes de la corte y viajó cada vez más, en completa soledad. "Cuando empieza a destruir, el gran Jehová es como la tempestad", decía Sissi, que cayó en una profunda depresión de la que nunca se recuperó del todo, vistiendo de negro durante el resto de su vida y retirándose aún más de la vida pública.
Los libros de historia y filosofía, la escritura de cartas y el aprendizaje de idiomas como el griego y el húngaro fueron su forma de pasar el tiempo cuando se sometía a largas sesiones diarias de peinado.
"La peluquería lleva casi dos horas... y mientras mi pelo está ocupado, mi mente permanece inactiva”, dijo. “Tengo miedo de que mi mente se escape a través del pelo y caiga en los dedos de mi peluquero. De ahí mi dolor de cabeza posterior".
En 1897, su hermana, Sofía de Baviera, murió en un incendio accidental en el "Bazar de la Caridad" de París, y solo un año después, cuando se sentía cada vez más perseguida por la Muerte, Sissi fue asesinada en Ginebra por un anarquista italiano llamado Luigi Lucheni.
Cuando Francisco José recibió el telegrama que le informaba lo ocurrido, su primer temor fue que Sissi se hubiera suicidado debido a la depresión constante en la que vivía. El emperador, aunque había tenido una larga sucesión de amantes, se desplomó y confesó que Sissi era la única mujer a la que él había amado. Nunca volvió a ser el mismo. "Nada me ha sido ahorrado en esta tierra", lamentó.
Unas horas antes de recibir la puñalada mortal, la emperatriz había despertado sobresaltada en su habitación del Hotel Beau-Rivage y le contó a su dama de compañía, la condesa Ida Ferenzcy, que creía haber visto aquella misteriosa sombra que visitaba a los Habsburgo antes de su muerte… la Dama de la Muerte.
A esta altura de su vida, a Sissi no le importaban el esplendor de la realeza ni la autoridad del trono. "¿Qué importan los cetros, las coronas y los pomposos mantos?", escribió. "No son sino harapos irrisorios, jirones colorinches, juguetes ridículos con los que intentamos vanamente cubrir la desnudez de nuestras almas, cuando deberíamos pensar en salvaguardar nuestra vida y nuestros sentimientos íntimos".
El nacimiento de la Sissimanía
Los biógrafos modernos caracterizan a Sissi como un mito popular desde que las desgracias dinásticas condujeron a la caída del Imperio Austrohúngaro después de la Primera Guerra Mundial.
Durante la contienda, la imagen de una Sissi hermosa, infeliz y asesinada fue utilizada por la propaganda monárquica. Tarjetas postales y monedas conmemorativas, y todo tipo de objetos de uso cotidiano, con la imagen de la emperatriz, aparecieron por primera vez en las tiendas de recuerdos de Austria y del extranjero con el objeto de atraer nuevamente el cariño popular a la monarquía.
Una década después de la caída de la monarquía, se publicaron novelas sobre su vida que formarían la base de la trilogía cinematográfica realizada por Ernst Marischka después de la Segunda Guerra Mundial. La primera película sobre la vida de la emperatriz se había realizado en 1919 y fue dirigida por la sobrina de Isabel, Marie Larisch.
Una verdadera “Sissimanía” surgió después gracias al cine, en los años 50, y hoy su figura mueve negocios millonarios, incluido el turismo y el merchandising inspirado en Sissi. Aunque apenas expresó opiniones políticas y retiró casi por completo de la actividad pública la mitad de su vida, hoy es destacada por la ONU por su defensa de las minorías del imperio.