REACCIÓN SOCIAL

"500 protestas en todo el país": los piqueteros y la izquierda desafían al Gobierno

El Frente Piquetero, articulado por la izquierda, y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular activan este miércoles reclamos con el eslogan "una Navidad sin hambre".

Piquetes contra el ajuste libertario Foto: NA

La narrativa que acompaña el descontento social en la Argentina contemporánea no se despliega sólo en los discursos ni en los ámbitos políticos. También toma cuerpo en las calles, a veces con una intensidad que desafía a la institucionalidad misma. Este miércoles, el Frente de Lucha Piquetero, un conglomerado de más de diez organizaciones sociales que incluye al Polo Obrero, desplegará un dispositivo de protesta que promete resonar en todo el país: 500 puntos de concentración simultánea.

El componente central de esta movilización es la UTEP (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular), dirigida por Alejandro Gramajo, un dirigente que orbita alrededor del Movimiento Evita y que mantiene estrechos vínculos con Juan Grabois y sectores de la Iglesia Católica. Esta articulación de intereses entre lo político y lo religioso agrega una capa de complejidad al fenómeno, al sugerir que el reclamo trasciende lo económico y se inserta en un campo simbólico donde convergen valores y tensiones sociales.

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La estrategia de los organizadores pasa por el hermetismo. Se evitó divulgar de antemano los puntos específicos de concentración, una decisión que apunta a sorprender a las fuerzas de seguridad y a sortear las barreras impuestas por los recientes protocolos antipiquetes. Pero algunas coordenadas han emergido. El conurbano bonaerense, con su densa red de desigualdades, será uno de los escenarios clave. Allí, las disposiciones nacionales pierden eficacia, dejando el control en manos de actores locales. En la Ciudad de Buenos Aires, la protesta tendrá como epicentro Retiro, con la posibilidad de una marcha hacia el Ministerio de Capital Humano, dirigido por Sandra Pettovello, quien se ha convertido en la figura señalada por el recorte de las partidas alimentarias.

La consigna piquetera: "Una navidad sin hambre"

“Una Navidad sin hambre” es la consigna que enmarca el pedido de esta movilización. Las demandas centrales son concretas y, a primera vista, modestas: un bono de emergencia de $100.000 como Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la distribución de alimentos a los comedores comunitarios. Sin embargo, estas exigencias se proyectan como un símbolo de las fallas estructurales que el sistema económico no ha logrado subsanar.

El deterioro de los ingresos sociales amplifica la resonancia del reclamo. Un informe del centro de estudios Fundar arroja luz sobre el alcance de esta crisis. Durante la gestión de Javier Milei, los llamados "ingresos populares" han sufrido un retroceso generalizado, con una única excepción: la Asignación Universal por Hijo (AUH), cuyo rendimiento ha mostrado una leve mejoría.

La magnitud de las caídas en el resto de los ingresos sociales resulta alarmante. El programa Potenciar Trabajo, rebautizado Volver al Trabajo, sufrió una contracción del 46%. La Tarjeta Alimentar cayó un 16%, mientras que el Salario Mínimo Vital y Móvil retrocedió un 28%. Los docentes tampoco escaparon a la merma: la paritaria nacional cayó un 29%, los salarios universitarios un 25%, y el salario de los docentes de nivel inicial se desplomó de manera proporcional.

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A estos indicadores se suman otros signos del deterioro. Las jubilaciones mínimas, aún con los bonos incluidos, cayeron un 16%, mientras que las superiores a la mínima lo hicieron en un 25%. Incluso los asalariados del sector privado formal, que suelen resistir mejor los embates económicos, vieron una disminución promedio del 8% en términos reales.

Detrás de estas cifras hay vidas concretas. El informe de Fundar, que se apoya en datos de organismos como el INDEC y la ANSES, presenta un cuadro estadístico que, lejos de ser frío, pone en evidencia el sufrimiento de amplios sectores sociales. En este contexto, las movilizaciones de esta semana no solo son una expresión de descontento. Representan también una interrogación al modelo de gobernabilidad que intenta consolidar el oficialismo libertario.

Por ahora, el gobierno de Javier Milei enfrenta un dilema doble: gestionar una economía en crisis y contener una pulsación social que, aunque dispersa, parece estar ganando cohesión. Si algo queda claro, es que el termómetro social se recalienta, y los próximos meses podrían traer consigo un escenario todavía más desafiante.
 

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