El categórico alegato del fiscal que expuso las mentiras de la mujer policía acusada por un doble crimen
Oscar Ciruzzi reclamó que la exoficial de la Policía de la Ciudad, Sonia Soloaga, sea condenada a perpetua como autora de los homicidios de María Delia Speranza y Alberto Chirico, ocurridos el 11 de junio de 2011 en el barrio Parque Avellaneda. Sus argumentos.
Sonia Rebeca Soloaga (36), la exoficial de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires que está siendo juzgada por asesinar a un matrimonio para robarles sus ahorro y pagarle el viaje a Disney a su hija, escuchó impávida esta mañana el alegato del fiscal. Desde la sala de teleconferencias del Complejo Penitenciario Federal IV de Ezeiza, donde se encuentra detenida, siguió con atención y vía zoom la exposición de la acusación, aunque no emitió ni la más mínima mueca de sorpresa cuando el funcionario detalló la mecánica de los crímenes y refutó, una por una, todas sus mentiras.
Soloaga llegó a juicio acusada por los delitos de "robo agravado en concurso real con doble homicidio triplemente agravado, por su condición de policía, criminis causa y alevosía; y falsa denuncia". También está siendo juzgado por "encubrimiento agravado" su exnovio y también policía, Diego Pachilla (37).
Antes de iniciar su alegato final, el fiscal Oscar Ciruzzi aclaró que "todas las pruebas" reunidas "deben ser analizadas en su conjunto por el tribunal, porque ninguna de ellas, por sí solas, podrían sostener el alegato acusatorio". "De la mirada conjunta de todas estas pruebas van a ver que sí, que todos estos indicios se mancomunan para lograr una fuerza probatoria suficiente", adelantó.
Para el fiscal, la mujer policía ingresó a la casa de Eugenio Garzón al 3500, donde vivían María Delia Speranza (63) y su esposo Alberto Chirico (71), el 11 de junio de 2019. La acusada los conocía porque vivían dentro de la cuadrícula que ella custodiaba entre las 6 de la mañana y las 2 de la tarde.
Según Ciruzzi, ese día, "mediante golpes y amenazas, consiguió que le dijeran donde tenían guardados sus ahorros, unos 70 mil dólares y cerca de 50 mil pesos". Cuando Soloaga encuentra el dinero los ejecuta con su propia pistola para evitar que la delataran. "Para disminuir y amortiguar el ruido utilizó un almohadón color bordó, que fue analizado mediante estudio", explicó el funcionario judicial.
La acusada permaneció siempre en silencio y Ciruzzi continuó con su alocución derribando cada uno de los argumentos que la acusada había expuesto en su indagatoria. Es que Soloaga, entre otras cosas, había manifestado que ella no hablaba habitualmente con las víctimas y que nunca había entrado a la casa. Ni para ir al baño ni para tomar café.
"La negativa del contacto con la familia es un tema fundamental", anticipó el fiscal. "El propio coprocesado -por su exnovio Pachilla- reconoció que Soloaga le había manifestado que la pareja le convidaba café y dejaba que pasara al baño. Además, la hija del matrimonio, María Florencia, contó que su mamá le había comentado sobre una policía rubia que entraba a la casa y que días antes lo había visto charlando con su papá y que, incluso, le hizo preguntas raras sobre 'traer dólares para saber si eran falsos'. El hombre le dijo esta chica es amiga, entra al baño y a veces toma café con leche conmigo".
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"El conocimiento previo que existía entre Soloaga y las víctimas lleva a que les quite la vida para evitar el reconocimiento", entendió el fiscal Ciruzzi.
Otros dos puntos claves de la acusación están relacionados con el arma reglamentaria de la procesada, que nunca apareció, y el teléfono celular con geolocalización provisto por la fuerza de seguridad, que registra todos sus movimientos cuando un efectivo se encuentra de servicio.
Las vainas que fueron secuestradas en la escena son calibre 9 milímetros, como las pistolas que utiliza la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Soloaga dio dos versiones sobre lo que pasó con su arma: el día de los crímenes dijo que la perdió en una persecución y tiroteo, pero después se retractó y dijo que la había olvidado en el baño de una estación de servicio.
"Amaba ser policía"
La acusada reconoció en el juicio que mintió con el tema del arma, aunque alegó que lo hizo porque temía perder su trabajo como policía. "Fue una estupidez (lo que dijo en un primer momento respecto a la pistola), pero estaba en riesgo mi trabajo que tanto me costó conseguir, lo hice por miedo porque amaba ser policía. Sí, hice una denuncia falsa -reconoció- y me hago cargo porque tenía miedo de perder el trabajo".
Sin embargo, para el fiscal la mujer policía cambió su versión porque sabía que "era insostenible". "No hay huellas de los disparos, trastoca sus dichos y entonces después aparece la del olvido del arma en el baño", argumentó Ciruzzi.
Por si fuera poco, los investigadores del caso no pudieron corroborar sus movimientos porque el teléfono oficial, que registra su posicionamiento en las horas de servicio, curiosamente estaba apagado. Ella explicó que lo dejó cargando en un “pet shop” del barrio, pero los compañeros que declararon como testigos coincidieron al señalar que la carga del celular suele durar ocho horas -incluso más- y que cuando uno se queda sin batería lo intercambia con el efectivo que está a bordo del móvil, para que puedan seguir tomando su posición. A esta altura, ya eran demasiadas las casualidades.
"Puedo afirmar que todo lo que Soloaga hace para desaparecer del lugar de los hechos está absolutamente contrarrestado por las pruebas que acabo de presentarles", les dijo el fiscal a los jueces Alejandro Noceti Achaval, Gabriel Vega y Gustavo Rofrano, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional (TOFC) N°7 de la Ciudad de Buenos Aires.
"Sin ninguna duda dejó el teléfono para no ser localizada. Sin ninguna duda tenía trato con el matrimonio. Sin ninguna duda ingresaba a la casa. Sin ninguna duda hizo desaparecer el arma para que no pueda ser peritada", dijo el fiscal y enseguida le pidió a los magistrados que la condene a la pena de prisión perpetua.
Sobre el exnovio de la mujer policía, el investigador entendió que colaboró con la acusada para hacer desaparecer el arma y destacó el testimonio que brindó una oficial que acompañó a Soloaga y Pachilla a la guardia del Hospital Piñero, donde la acusada fue asistida por un presunto ataque de pánico que sufrió a raíz del tiroteo que ella misma inventó.
La testigo recordó que el día del doble asesinato se sintió muy incómoda y que los acusados buscaron, todo el tiempo, excusas para que se alejara. En un momento, intentó cargar la mochila de Soloaga para ayudarla y advirtió que estaba pesada.
"El peso de la mochila me hace pensar que el arma estaba ahí y que el único que podía ayudarla era su novio", destacó Ciruzzi. Si bien cree que en el doble homicidio participaron dos personas, aclaró que no tiene "elementos" que le permitan suponer que fue Pachilla. "Si creo que pudo haber sido la persona que hizo desaparecer el arma", señaló. Por esa razón, pidió que se lo condene a tres años de prisión por el delito de "encubrimiento doblemente agravado".
Tras la exposición de la fiscalía, el juicio pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo miércoles a las 2 de la tarde, cuando llegará el turno de los alegatos de la defensa.