opinión

Relato, historia y posverdad

Videla. “Deben morir todas las personas necesarias para lograr la paz”. Foto: AFP

El relato es el conocimiento detallado de un hecho, pero también una narración o un cuento. Para Cervantes, la historia es “la madre de la verdad”. Y la posverdad es la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. En el juicio a las Juntas Militares, en 1985, altos mandos -y posteriormente otros- manipularon la terminología militar con la finalidad de justificar su responsabilidad histórica en la lucha contra las organizaciones terroristas irregulares que asolaron a nuestro país en los ´70, y recurrieron a la mentira -que es la manifestación contraria a lo que se sabe- y no vacilaron en concebir una mezcla de relato y posverdad con el fin de tergiversar la historia. Pero “una cosa es una banda de terroristas criminales y otra cosa es que el Estado se convierta en criminal” (Balestra, René, “Los intelectuales de hoy”, La Nación, pág.109). Para ello, invocando preceptos cristianos no vaciló en adoptar y consentir procedimientos tan o más denigrantes que los terroristas: violaciones sexuales, saqueos de instalaciones, robo de propiedades, robo de bebés, asesinatos, tirar vivos o muertos a personas al mar desde aviones, torturas y desaparición forzada de miles de personas.

Como los terroristas, el Estado muchas veces operó en la clandestinidad. En julio de 1976 la organización Montoneros realizó un criminal atentado en una dependencia de la Policía Federal que ocasionó 23 inocentes civiles muertos; a fines de ese año, Galtieri y Nicolaides dispusieron en el Chaco (Margarita Belén) otra desgarradora masacre. Así la describió el jefe del Ejército, general Ricardo Brinzoni: “No fue un enfrentamiento, fue un fusilamiento encubierto debidamente planeado de 23 civiles detenidos que estaban en la cárcel U- 7”. En enero de 2003, en su sepelio, a Galtieri se le rindieron los máximos honores militares, y se lo calificó como “soldado ejemplar” (La Nación, 19 mayo de 2003).

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Para justificar lo injustificable, se invocó la palabra “guerra”. Un reconocido militar británico, la define “como una discusión letal y que, para ser digna de ser emprendida, demanda un fin político sano y provechoso. Que su objeto no es asesinar y devastar, sino persuadir al enemigo a cambiar de idea. Que las guerras ideológicas son disparates, no solamente porque las ideas son impermeables a los proyectiles sino porque invariablemente, cuanto más santa es la causa, más demoníaco es el fin (Fuller,J.F, “La Segunda Guerra Mundial”, Círculo Militar, pág.18). En su alegato en septiembre de 1985, el fiscal Julio C. Strassera expresó: “Ninguno de los documentos liminares de PRN habla de guerra, si hubiesen creído que emprendían una guerra, no hubieran omitido esa circunstancia en la proclama revolucionaria (…) Estamos ante una alternativa de hierro: o no hubo guerra, como yo lo pienso, y estamos ante actos de delincuencia común, o la hubo, y entonces enfrentamos a criminales de guerra”. Juan J. Sebrelli asegura: “El concepto minoritario de la guerrilla desautorizó la autocalificación de la lucha como guerra, en la que coincidían con sus enemigos, los militares” (“Crítica de las ideas políticas argentinas”, pág. 392). Comparto los conceptos citados. Además, durante la última dictadura cívico-militar, el término “guerra” estaba expresamente prohibido en los documentos oficiales.

El gobierno constitucional derrocado impartió órdenes legítimas y legales. El Poder Ejecutivo Nacional (PEN) por Decreto 261/1975 ordenó al Ejército “…ejecutar las operaciones necesarias a fin de neutralizar o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en la provincia de Tucumán”. Posteriormente, el PEN por Decreto 2772/1975 ordenó a las Fuerzas Armadas:  “…ejecutar la operaciones que sean necesarias a fin de neutralizar o aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país”. Militarmente, el término “aniquilar” busca quebrar la capacidad de lucha del adversario, no hacerlo desaparecer o reducirlo a la nada. “No significa el exterminio del adversario, con matanza total de los rivales y despiadada destrucción de sus pertenencias y su territorio; sino la reducción a la impotencia bélica; y colocarlo en un estado físico y moral que, desde luego, se sienta incapaz de continuar la lucha” (Cabanellas de Torre, G, Diccionario militar, pág. 107). El militar alemán Colmar von der Goltz, en su libro “La nación en armas”, dice: “No se vence al enemigo destruyéndolo totalmente, sino quitándole la esperanza de la victoria”. Nosotros en Malvinas fuimos aniquilados.

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Muchos altos mandos tergiversaron los conceptos citados y otras prescripciones militares, legales y éticas. Videla: “En la Argentina deben morir todas las personas necesarias para lograr la paz” (Conferencia de Ejércitos Americanos, Montevideo, 1975); negó la existencia de desaparecidos; ya indultado, exigió al Ejército un “desagravio institucional” (Clarín, 31 Dic. 1990). Bignone: “Cuando se habla de aniquilar al adversario, esto no admite eufemismos: equivale a destruirlo, matarlo, reducirlo a cenizas”

(“El último de facto”, pág.107). Riveros aspiraba a “quebrar y reducir a la nada al enemigo hasta su destrucción total” (Junta Interamericana de Defensa, 1979). Viola: “El delincuente subversivo debe ser aniquilado sin aceptar rendición” (CEA, Bogotá, 1979). Díaz Bessone: “El término aniquilar significa reducir a la nada. ¿Qué podíamos hacer con los prisioneros? ¿Meterlos en la cárcel? Después un gobierno constitucional los liberaría y retomarían las armas…”(Robin, “Escuadrones de la muerte: la escuela francesa”, pág. 440). Todo lo expresado lo contemplaba la pax romana, claro que de ello pasaron dos mil años. Olvidaron que San Martín dijo: “La Patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni les da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas, ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene”.

La mentira pública a veces trata de ocupar el lugar de la memoria. Hay que hacer frente a la historia del pasado para poder construir la del futuro, y para reforzar una memoria colectiva purificada.

*Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas. Ex Embajador en Colombia y Costa Rica.