Prohibir libros no es libertad
“Este ataque configura una perspectiva explícita contra las libertades artísticas, sexuales y profesionales docentes”, comentan las autoras, en relación a la denuncia por “corrupción de menores” realizada contra el ministro de educación bonaerense, Alberto Sileoni.
Diversos medios de comunicación se hicieron eco recientemente de la denuncia realizada por la Fundación Natalio Morelli al Director General de Cultura y Educación (o sea al Ministro de Educación) de la Provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, por “corrupción de menores” y “abuso de autoridad”. El tema, en debate desde hace unos días, es la distribución gratuita de textos literarios adquiridos por la Provincia en el marco del Programa Identidades Bonaerenses. En esta iniciativa, hay 106 libros seleccionados para el nivel secundario; algunos para el ciclo básico y otros para el ciclo orientado.
La fundaciónque preside Bárbara Morelli - vinculada a la Libertad Avanza- y que se dedica a la protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes - parte de no más de quince casos de padres y madres disgustados con las lecturas. En una de las entrevistas que brindó recientemente Morelli expuso varios argumentos que merecen ser discutidos.
Por una parte, personalizando la intención en el Ministro, reduce a docentes y equipos directivos a meros “aplicadores” de contenidos. Sin embargo, cada ejemplar sugerido tiene recomendaciones y hay libertad de selección de docentes desde su conocimiento profesional y, sobre todo, su decisión respecto de la incorporación en la enseñanza.
El supuesto es que la mera lectura de estos libros provoca linealmente una iniciación sexual temprana"
Supone también que las familias no saben qué es lo que leen sus hijas, hijos o hijes en la escuela y que tampoco pueden comentar o supervisar esas lecturas. Vuelve a pensar a las, los y les adolescentes como temibles sujetos del descontrol, un supuesto que hace tiempo se evidenció falso y negativo para el diálogo y la educación sexual integral en el cuidado de sí y de otras personas.
Además, en la entrevista Morelli sostiene que lo que molesta es que, algunos de estos libros, se refieran a la Iglesia, al aborto y a escenas sexuales explícitas, utilizando como argumento general la medicina, la psicología y la neurología para decir que las personas tienen una edad madurativa para la sexualidad, la comprensión lectora o las situaciones de stress.
Para esto, cita el caso de un niño de 5 años frente a alguno de los textos denunciados en comparación con un adolescente o un adulto. En ese punto empieza intencionalmente a confundir al público desde una cuestión ideológica: mezcla la colección Identidades Bonaerenses con la Colección de libros para Educación Sexual Integral (ESI) y procura instalar que quienes leen esos contenidos son niñas, niños o niñes de educación inicial, omitiendo que no es el nivel al que corresponden los títulos.
El cierre de oro de Morelli es cuando dice que lo mejor es que lean libros de biología, matemática y anatomía porque 'los libros de ficción no se usan para educar' (sic)"
Por otra parte, el supuesto es que la mera lectura de estos libros provoca linealmente una iniciación sexual temprana. En estos casos se supondría, que por leer una escena de violencia sexual en alguna de las obras, los estudiantes tendrían la intención de vivir una situación similar. Con ese argumento cualquier material que leyeran inyectaría en el cerebro información como una aguja.
Cabe destacar que hace muchos años se dejó de usar esa metáfora antigua de estímulo-respuesta para pensar textos, discursos y medios de comunicación.
Ahora bien, desde una crítica a cuatro libros de mujeres, escritoras argentinas, contemporáneas, premiadas y reconocidas mundialmente, se plantea una denuncia para que los libros sean retirados de las bibliotecas. Pero se sostiene que la “prohibición” y la “censura” son cosas diferentes. El cierre de oro de Morelli es cuando dice que lo mejor es que lean libros de biología, matemática y anatomía porque “los libros de ficción no se usan para educar” (sic).
Afirma, la titular de la Fundación, que la literatura debe leerse en la casa o que “no sabe”, dice también “pero en la escuela no”. Difícil hacer un remate.
El arte moviliza, conmueve, incomoda y la escuela es el lugar para conocer experiencias, realidades y miradas, que hacen a nuestra historia colectiva, local y mundial.
En suma, este ataque más que sospechoso a una de las mayores inversiones educativas en la historia de la Provincia de Buenos Aires, configura una perspectiva explícita contra las libertades artísticas, sexuales y profesionales docentes.
En tiempos en que el ejercicio de la violencia, las mentiras y los agravios circulan cotidianamente en medios, redes y gobiernos, hay que volver a argumentar una y otra vez y cuidar de mil modos las libertades que se intentan recortar.
Partimos de una convicción: la convivencia en la diversidad de puntos de vista es la condición de la cultura de la paz y de la libertad ¿Qué otro espacio mejor que las escuelas para ese encuentro?
(*) Graciela Morgade, vicedecana de la Facultad de Filosofía y Letras - UBA
(**) Rocío Rovner, subsecretaria de Comunicación Institucional de la Facultad de Filosofía y Letras - UBA
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