Por una política exterior sustentable
Hay quien cree que las relaciones exteriores se reducen a discusiones de palacio entre élites, pero es en coyunturas como la actual donde se ve la real importancia de diseñar una política exterior seria, autónoma a la vez que pragmática, y sustentable. Es decir, una política exterior compatible con los recursos con los que se cuenta. Para ello es imprescindible ser conscientes, primero, de cómo es el mundo de hoy, cuales son los problemas, las necesidades, los riesgos, y las oportunidades para un país como la Argentina en esta coyuntura. La mayoría de las veces, el grueso de las agendas tanto mediática como política se concentran en las urgencias del momento y dejan de lado la mirada a futuro. Decía Keynes, con razón, que en el largo plazo estamos todos muertos. Sin embargo, es importante pensar en ambas aristas a la hora de diseñar e implementar todo tipo de políticas públicas. Esto es aún más patente cuando se trata de la política internacional, donde la capacidad de anticiparse es clave.
El equilibrio diplomático que debe hacer el gobierno argentino hoy no se reduce simplemente al juego entre los Estados Unidos y China. No obstante, a nadie le escapa que la problemática de la deuda condiciona fuertemente la autonomía y el mediano plazo. En este contexto, se baraja la posibilidad de que el país ingrese a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés) china. Si bien, puede ser un movimiento diplomático importante, tampoco hay que sobreestimar los beneficios concretos de ser parte de los países que forman parte de la BRI. Algo seguro es que algo así no caería demasiado bien en Washington. No es lo mismo para la Casa Blanca que la Rosada acuerde una inversión para un criadero de cerdos con China que se convierta en otro país que se integra a su iniciativa global más importante. Por otro lado, de la BRI ya forman parte Chile y Uruguay, por ejemplo, ambos países con fluidas relaciones con los Estados Unidos.
Es importante sostener una política exterior soberana pero al mismo tiempo, no dejar de lado el pragmatismo. Para ello puede ser útil volver a los conceptos de Juan Carlos Puig, quien hablaba de inversión y consumo de autonomía. Es decir, momentos donde no aporta beneficios enfrentarse a la metrópoli, en cuestiones que no son realmente importantes para el Estado, para poder ser autónomo en decisiones futuras que efectivamente implican cuestiones más sensibles. Teniendo en cuenta esto, y simplemente a modo de ejemplo: ¿En qué beneficia a Argentina tener una buena relación con Nicaragua si eso molesta a Washington en un momento clave como son las negociaciones de la deuda con el FMI?
Como bien explica el vicepresidente del CARI, Francisco de Santibañes, en su artículo publicado en La Nación el pasado 18 de enero, no se puede pensar la inserción del país en el mundo desde una sola fuerza política o desde un solo gobierno. Es necesario un acuerdo amplio, un gran pacto nacional que involucre a todos los actores políticos democráticos que genere previsibilidad, confianza, y una mirada tan amplia como integral de las necesidades del país. Esto, a su vez, no debería limitarse sólo a los sectores políticos, sino también a todos aquellos que tienen que ver con la vida pública y económica del país, como son los sindicatos, las cámaras empresariales, y los académicos e intelectuales. De Santibañes concluye el mencionado artículo afirmando que “las decisiones de política exterior deben estar subordinadas a una estrategia más amplia”. No hay ninguna duda al respecto de esto: sin proyecto de país a largo plazo, no habrá política exterior sustentable posible.
*Magister y Doctorando en Relaciones Internacionales.
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