HABLEMOS SIN SABER

¿Por cuál China está obsesionada Trump?

¿Estamos seguros de que la obsesión de Trump será por la China de Pekín y no por la China Suárez? No contesten rápido. Con la China (Suárez) nunca se sabe. Y con Trump, menos.

Donald Trump Foto: CEDOC

Fuimos pioneros. Venimos hablando del tema desde hace meses. Les advertimos a ustedes, señores lectores, que terminaría siendo el monotema del verano (y tiene por delante el otoño y el resto del año). No hablamos de la guita del Fondo, del levantamiento del cepo o la archiaburrida teórica-supuesta-hipotética alianza entre los libertarios y el PRO. Sino de la guerra Wanda vs China Suárez, la verdadera pelea de fondo, salpimentada con actores de reparto como Icardi, L-gante y que, en un momento, llegó a Colapinto. Es lo único que importa: cuando en un cumpleaños no te hablan del dólar y te preguntan por la China o Wanda, sabés por dónde va la sociedad. Fin.

“Nunca subestimes a quien se sobrestima” dice un personaje de Billions (que terminó en la temporada 7, sin el brillo de los primeros años, algo que el público argentino no sabe, porque Netflix versión argenta está muy atrasada con las series). En Billions lo dicen por Mike Prince, el billonario coprotagonista que vendría a ser una especie de mago de las finanzas, decidido a lanzarse a la presidencia sin más atributos que, nada menos, el éxito de sus miles millones. En nuestra versión local hay sobreestimados-subestimados como Javier Milei o, volviendo al tema más importante del país, la China Suárez. A los dos los han vivido ninguneado, destrozado en los medios, criticado por todo lo que hacen, pero sus victorias tapan las críticas.

Uno, el presidente bajó la inflación, terminó con el déficit fiscal, se pegoteó a Trump para que ahora le mande no saben cuántos miles de millones de dólares y hasta ordenó la calle (en CABA). La otra le ganó diferentes, digamos, reyertas a Tobal, Pampita y ahora a Wanda. Sigan subestimándolos.

El gran “subestimador” de Milei ha sido Mauricio Macri.

Hay un tercer sobreestimado-subestimado a nivel mundial: Trump. El tipo ganó una elección, perdió la reelección y ahora vuelve. Un winner. No le importa nada. Dice lo que se le canta. Asume siendo el primer presidente de Estados Unidos en calidad de “convicto”, o sea condenado, pero libre. No le mueve un pelo (y tiene muchos). Está obsesionado con China desde hace una década. En nombre de esa obsesión quiere comprar Groenlandia y recuperar el canal de Panamá. ¿Estamos seguros de que la obsesión de Trump será por la China de Pekín y no por la China Suárez? No contesten rápido. Con la China (Suárez) nunca se sabe. Y con Trump, menos.

Advertencia al lector: vamos a ocuparnos ahora del plomífero tema del acuerdo libertario-PRO. No recibimos quejas por las idas, las vueltas, las contradicciones y las declaraciones de los protagonistas. Es lo que hay.

Volviendo a Billions, el gran “subestimador” de Milei ha sido Mauricio Macri. Hasta Cristina lo consideró meses antes de las elecciones al hablar de los tres tercios. Macri lo privilegió y lo ayudó más de lo que sabe para que llegue a la Casa Rosada. Pero siempre en un registro “lo voy a manejar”, “le falta una mirada integral “o “nosotros tenemos cuadros que él no tiene”. El gran subestimado le hizo saber la misma noche de la victoria al subestimador que la cosa no era así. Milei agradeció desde el escenario, el “apoyo desinteresado” del PRO. Desde ese momento hasta ahora no le dio nada. Ni la hora. Solo un par de milanesas y después un pedazo de entraña. Bastante poco para Macri. 

Wanda - Icardi vs Alberto - Fabiola

Y Macri, que pensaba mirar Argentina desde algún país lejano y enterarse por WhatsApp cómo les iban a los ministros puestos por él en el Gobierno y, en algún momento de este año, chequear las listas de candidatos, se encontró con la ingrata tarea de tener que volver a hacer política. Por lo pronto, Milei se quedó con bastante de su patrimonio político. Veremos cuánto puede salvar el ingeniero y cuántos oficialmente se le cambian de bando.

Encima, como si todo esto fuera poco, el lío entre LLA y PRO se mezcló en la guerra de verdades que se armó en la familia Caputo. Parecen Capuletos y Montescos. No hay antecedentes de semejante vuelo de carpetazos. En algunos casos con diferencia de horas y dejando daños colaterales. 

Todo arrancó con la noticia de que el eterno (Andrés) Vázquez había ascendido a su mujer dentro de ARCA (ex AFIP). A las pocas horas nos enteramos de la operación más cómica de la historia argentina: que el Gobierno macrista había protegido —desde una confusa oficina que no se entiende si sería la AFIP o la UIF— a ese entonces (2016) exfuncionarios kirchneristas. Los kirchneristas, que tuvieron cientos de procesamientos, condenas y varios fueron presos, están fuera de todo y medio groggy políticamente, pero era para reaccionar (un poco). La información —sin fuente— es algo así como que Riquelme en realidad jugó para River y le hizo muchos goles a Boca. Así de lógica fue la noticia. Los macristas se calentaron más que los kirchneristas y salieron a aclarar y contar lo que en realidad había pasado. Tarde. Ya a esa hora del lunes, a la noche, el mundo libertario en redes había cambiado el discurso. El episodio queda en los anales, no de las posverdades, sino de la distopía política más divertida de los últimos años. Lástima que en el medio estamos los argentos.

En Argentina el índice de homicidios dolosos bajó a menos de 4 cada 100.000 habitantes, y no es menos.

Hay más. Tampoco el Gobierno es un relojito que te da la hora cada 60 minutos. De repente tiene baches: habrá que reconocer el ingenio de Scioli. Si no está la gente que esperabas en las playas argentinas (aclaremos, que esperaba Scioli, porque se sabía que todo el mundo se iba a rajar afuera con el dólar regalado) movete para operar la postergación del inicio de clases. En la lógica sciolista si las clases comienzan más tarde, la gente que fue a 150 destinos turísticos en el exterior, aburrida en su casa, va a decidir subirse al auto y mandarse a Mar del Plata o Gesell. Más que fe y esperanza, hay que tener, por decirlo de algún modo amable, una mirada exótica de la realidad. Por no decir otra cosa. 

Hay más II. En la semana apareció en escena Madanes Quintanilla hablando de Galperin. Son esos tipos que hablan poco (Madanes), pero cuando lo hacen generan cosas donde hay que generarlas. No son casta. Están por encima de la casta (sí, hay que avisarle a Javo que hay gente muy poderosa, que de tan poderosa no forma parte de la casta). Madanes tiró como quien dice ‘buen día’ que los costos del e-commerce en Argentina son cinco veces más altos que en Estados Unidos. Con una precisión aritmética, frente a la mirada entre gélida e incómoda de los que lo rodeaban —hablar mal de Galperin en público hoy en Argentina no queda bien— dijo: “Allá es 2,5%, acá es 12%”. Madanes, dueño de Aluar y de Fate, probablemente cansado de vender menos, también se tiró contra el cepo. El mundo libertario naturalmente salió a pegarle, como no podía ser de otra manera.  

Mark Zuckerberg, o sea Meta, o sea Facebook/Instagram, tomó la decisión de dar de baja “al programa de verificación de datos”, con el argumento de que andar chequeando la verdad de lo que se dice en sus empresas-redes hace que se pierda “libertad de expresión”. Esto significa que, desde ahora, vamos a poder decir en redes (como ya lo hacíamos en exTwitter) cualquier cosa, insultar a quien sea, calumniar a destajo y, por sobre todo, inventar mentiras por docenas. No sabíamos que para tener libertad de expresión el precio a pagar era la mentira.

Javier en el país de Alicia

Dato final importante que, para nuestro gusto, pasó demasiado inadvertido. Mérito del trabajo de Patricia Bullrich, de los ministros de Seguridad de todas las provincias y de todas las policías: en Argentina el índice de homicidios dolosos bajó a menos de 4 cada 100.000 habitantes y no es menos, porque Santa Fe tiene un promedio de 11 (por Rosario). Lo interesante de la estadística es la comparación internacional: una nota del domingo del diario La Nación explica que Argentina es el segundo mejor país del continente en la materia y que los mecas del turismo vernáculo no la pasan tan bien. Mucha gente viaja a Punta del Este porque, entre otras cosas, “es seguro para que mis hijos anden solos”, pero resulta que la tasa esteña es de 10,9% (dos veces y media el promedio argentino) sin contabilizar la enorme cantidad de droga sintética que se vende cada verano a los 50.000 asistentes de las diferentes fiestas electrónicas del balneario uruguayo. O a Estados Unidos, adonde van muchos argentinos porque se sienten “seguros” y el promedio es el doble: 6,3 homicidios cada 100.000 habitantes. Ya sé, van a decir que las estadísticas están manipuladas. Pero el homicidio doloso es el único que no se puede retocar porque las muertes no se dejan de denunciar como un robo o un hurto. Son. Qué debate abrió Bullrich. Y qué poca cobertura en redes le ha dado el ejército libertario. Una pena. 

Será que, de tan ocupados en otros temas, cuando aparece algo en serio no saben qué hacer.

Saludos.

 

ML