Poder de las miradas
En una visita a una institución educativa, durante el recreo, fui testigo de una escena que hoy parece inusual: los estudiantes conversaban entre sí, reían, jugaban y, sorprendentemente, ninguno sostenía un dispositivo móvil. Era un patio lleno de rostros y voces donde cada mirada encontraba su destinatario, y cada sonrisa se compartía sin mediación de una pantalla. Esta interacción sencilla y directa resaltaba el valor de las relaciones interpersonales en su forma más pura, sin distracciones tecnológicas.
En una época en la que las conexiones digitales dominan la vida de niños y jóvenes, resulta crucial que tanto las instituciones educativas como las familias reflexionen sobre el verdadero impacto de la tecnología en las relaciones humanas.
Muchas instituciones educativas han tomado medidas para fomentar interacciones auténticas, implementando políticas de prohibición del uso de celulares. Estas iniciativas no buscan rechazar el avance tecnológico, sino ofrecer un espacio libre de distracciones donde se aprecie el valor de la comunicación cara a cara. Como señala Catherine L’Ecuyer, “la educación siempre tiene un componente de prohibición” que, actúa como guía para un uso sano de la tecnología y protege la construcción de verdaderas relaciones humanas.
Este tipo de políticas no solo tienen un impacto positivo en los estudiantes, sino que también fortalecen el sentido de comunidad y pertenencia en toda la institución, al crear espacios de encuentro y diálogo donde se prioriza la interacción humana. De este modo, se promueve una comunidad educativa que da valor a la mirada y al contacto directo.
Para el sano crecimiento debemos destacar el valor de las interacciones sin pantallas. Las relaciones interpersonales presenciales son fundamentales para el desarrollo biopsicosocial de las personas, ya que fomentan la empatía, la capacidad de escuchar y el respeto mutuo. La interacción directa permite a niños y adolescentes observar y aprender a interpretar el lenguaje corporal, las expresiones faciales y las emociones de quienes los rodean. Estas habilidades sociales, cruciales para establecer relaciones saludables así como una comunicación efectiva.
La colaboración entre las instituciones educativas y las familias es fundamental para consolidar este enfoque en los estudiantes. Debemos destacar el papel de la familia en la educación digital y el desarrollo emocional de los hijos. Al limitar el uso de dispositivos en momentos claves de la vida familiar creamos espacios de conexión genuina que fortalecen los vínculos y promueven el bienestar emocional. Así, el hogar se convierte en un espacio donde los jóvenes pueden tener momentos de calidad y experiencias significativas con sus padres y hermanos.
En definitiva, nos encontramos frente al desafío de redescubrir el valor de las miradas y las relaciones humanas. Instituciones y familias tienen la responsabilidad de ayudar a los niños y adolescentes a construir una relación equilibrada con la tecnología, permitiéndoles disfrutar de sus beneficios sin sacrificar la riqueza de las relaciones humanas.
En nuestros días debemos lograr un equilibrio que permita aprovechar las ventajas de la tecnología mientras aprendemos a valorar y nutrir las relaciones interpersonales. De esta forma podremos formar una generación que utilice la tecnología de manera consciente y responsable, sin perder la profundidad y autenticidad de las relaciones humanas. Las miradas, los gestos y las palabras siguen siendo el lenguaje más poderoso para comunicar y construir lazos duraderos, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que estos valores se mantengan en una sociedad cada vez más digital.
*Profesora de la licenciatura en Orientación Familiar de la Universidad Austral.
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