Un 24 de marzo distinto
Esta vez vamos a pasar el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia en nuestras casas, conectados de otras formas y, sobre todo, cuidándonos entre todxs.
Esta vez no veremos las calles repletas de jóvenes y mujeres, de madres, padres y niñxs; ni del colorido de las propuestas culturales y las banderas políticas; ni el empuje de organizaciones sociales y barriales. Esta vez vamos a pasar el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia en nuestras casas, conectados de otras formas y, sobre todo, cuidándonos entre todxs.
Ante esta ausencia de personas en la calle, quiero resaltar la presencia de un Estado que lleva adelante medidas difíciles pero necesarias para prevenir el contagio del coronavirus. Estoy convencida de que la principal lección que nos deja esta pandemia, acá y en el mundo, tiene que ver con la importancia de tener un Estado fuerte, una salud pública de calidad, con cobertura universal y mirada social.
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El Estado puede estar presente de muchas formas. Está en el imprescindible trabajo de nuestras médicas, médicos, enfermeras y enfermeros, de las y los residentes; y de toda persona que trabaja en la salud, en la educación, en el transporte y en la seguridad, en todas sus formas. Creo también que hay que advertir que, ante este tipo de situaciones, los Estados que no tienen arraigado un sistema democrático fuerte pueden dar lugar a autoritarismos y tener facetas totalitarias a las cuales ya les dijimos Nunca Más. La seguridad debe ser entendida como cuidado, en el sentido feminista de término.
Una historia con cinco golpes de estado
Como titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo y como hija de desaparecidos trabajo para defender más que nunca los derechos humanos de hoy y de siempre. Sobre todo los de las personas más vulnerables y los de las víctimas de la discriminación por razones étnicas. Estamos trabajando junto a mi equipo fuertemente para garantizar la accesibilidad a la información indispensable para cuidarse y repudiar cualquier forma de racismo que implique un acceso desigual a los derechos.
Cuando supe quiénes eran mis papás, José María Donda Tiguel y María Hilda Pérez, me dio alegría compartir con elles la militancia, el sentir que solo la solidaridad y la participación podía transformar la realidad. Yo elegí ese camino antes de saber que era su hija, como si alguno de los dos me lo hubiese heredado en un gen rebelde. Hoy un virus nos pone a todes frente a una realidad: lo único que puede salvarnos la vida es la solidaridad.
Por eso pelearon nuestras madres y nuestros padres, nuestrxs compañerxs.
Este 24 es distinto, pero el sentido es el mismo.
Por eso decimos que la memoria es solidaridad.