Ceguera digital

Opinión pública algorítmica: cuando afecta a quienes toman decisiones

En la actual relevancia de la IA en las campañas políticas, no se podría hablar de integridad y certeza en la toma de decisiones ya que, algoritmos mediante, la opinión pública se compartimenta en audiencias segmentadas que no sabemos si son sinceras.

Los nómades digitales trabajan desde cualquier parte dle mundo y, a su vez, hacen turismo Foto: Télam

Desde la post pandemia a esta parte, un sector importante de la academía se ha volcado a analizar el impacto de las tendencias digitales sobre hechos y actos privados y públicos. La IA o inteligencia artificial ha comenzado a tener distintas adjetivaciones en función del incremento exponencial en la capacidad de tomar información y brindar respuestas, y a su vez, re escribirlas, al sumar mayor información de modo acumulativo.

En este sentido, la IA y los algoritmos, pareja ineludible para intentar comprender esta época tecnológica, generan ya dos bibliotecas enfrentadas, con desencantados y encantados, reviviendo nuevamente a Humberto Eco y su trabajo Apocalípticos e integrados (1964), pero además, nos introduce nuevamente en debates mediados por la viabilidad de ideas como: tiranías de opinión, espiral del silencio, burbujas de opinión, ecosistemas o plataformas, tendencias y convergencia, agenda building o deconstrucción, versiones o sesgos, fake news o verdad, etc.

Para ir al planteamiento en concreto, con algo del herramental conceptual se puede analizar lo que hoy estamos viviendo pero llama la atención que cuando se debe aplicar y decidir sobre el panorama social cambia radicalmente la entidad de las ideas o conceptos.

Entonces, el planteo es: ¿la opinión pública algorítmica afecta a tomadores de decisiones públicas? y la respuesta es: Sí. Y lo más trascendente es que no hay parámetro o indicador que nos permita afirmar lo contrario en tanto no estaremos dos veces en la misma situación tomando decisiones frente a un set de algoritmos que se renueva en su capacidad de framing sobre la amplia, diversa y extensa realidad.

Base cero para el presupuesto, ¿y para la gestión anticorrupción?

Si tomamos un sólo caso para intentar validar esta idea uno podría preguntarse sobre la última campaña presidencial y hasta la presentación del domingo sobre el presupuesto nacional. Es sabido que ambos equipos (de Milei y Massa) en la campaña en 2023 y el presidente actual utilizan -heavy users- equipos, tecnología y plataformas para analizar y decidir en el terreno comunicacional.

Entonces ¿utilizan recursos que realmente los informan para tomar decisiones o los encapsulan por falta de un formato crítico de análisis que les permita ver fuera de la caja o burbuja? Diríamos, no sin ser sujetos a críticas, que claramente: No. Pero no por falta de voluntad de los equipos profesionales o tecnología actualizada sino que los resultados les permiten explicar más sus desaciertos que aciertos comunicacionales.

Un caso extremo de lo anterior fue la campaña electoral digitalizada de Larreta y sus resultados no previstos por muchos de sus integrantes.

Y un caso no tan extremo, pero si llamativo, fue la presentación anunciada de Milei y sus bajos niveles de audiencia pensándolo desde la omnicanalidad. Un pseudo acontecimiento (Champagne, 1993) generado desde una mesa chica política que generó expectativas pero ¿no previó el resultado o fueron capturados por la burbuja? Nunca lo sabremos, dado que los errores se ven pero no todos los reconocen como propios.

Por todo lo anterior, en la presente columna planteamos una pregunta que sería objeto de una extensa investigación pero que busca a la par alertar que no habría condiciones suficientes para hablar de integridad y certeza en la toma de decisiones en este contexto de intermediación de algoritmos que compartimentan a la pretendida opinión pública en segmentadas audiencias que no sabemos si son ciertas, sinceras y realmente voluntarias.

La Ley Bases se olvidó también de la Integridad Pública

Hoy, muchos de los temores planteados desde el siglo XVIII y aún más en inicios del XX se hacen realidad no sólo por la densa pared de datos -que actua como niebla- que no permite a tiempo tener la información precisa para tomar mejores decisiones públicas sino también deja al descubierto al individuo, aún inconsciente de ello o quizás sí con un temor presente, de estar en soledad y enfrentado a un escenario de liviandad, volatilidad e incertidumbre informativa agravada por los sesgos que personalmente válida con sus acciones en los medios digitales. Y que además, puede ser coordinado los agentes desde la creencia en el valor de las plataformas.

Esta nueva patología de la vida digital entonces sería, una patología exacerbada por sus efectos, para quienes son representantes estatales, los referentes sociales y los influencers, en todos los ámbitos de acción en los que pueden llegar a tomar decisiones. 

Se acúa a ciegas, con neblina, o para audiencias menores o intrascendentes, lejos de tener certezas sobre sus metas alcanzadas y los efectos reales sobre la trascendencia e impacto en la vida de multitudes. Esto ocurre muy a menudo y muchos no lo ven o no se quieren detener a entender el fenómeno.

Estado Abierto, modernización y transparencia

Finalmente, podemos afirmar que creer entonces ya no es sólo una cuestión de fe sino de algoritmos, inteligencia artificial y terceros que muchas veces desconocemos su procedencia real y virtual. Además, de no tener aún regulación específica en el nivel legislativo nacional sobre ética y penalidades que los transparente y ubique a los responsables de los códigos en nuestro territorio ni bajo jurisdicción local. 

La complejidad a la que nos exponemos no es menor y esto recién empieza si queremos dar seguridad en sus datos e información a los individuos, transparentar la generación de actos político digitales de parte de funcionarios, en especial, o incluso en las campañas electorales en general y por venir en el 2025.