Occidente le habló al mundo
En junio pasado tuvo lugar en Apulia, Italia, la Cumbre del G7 que dejó un extenso documento que vale la pena analizar.
En este encuentro los líderes mundiales comprendieron que en la “unidad duradera” pueden “enfrentar los desafíos globales” de “las múltiples crisis interconectadas”.
A la pregunta de ¿cuál es el basamento moral y socio-político de Occidente?, reiteran la “creencia compartida en los principios democráticos y las sociedades libres, los derechos humanos universales, el progreso social y el respeto por el multilateralismo y el Estado de derecho”. Y mirando al futuro se comprometen a “brindar oportunidades y a buscar la prosperidad compartida”.
Frente a la paradoja y la contradicción de que muchas de estas cumbres diluyen el poder y la centralidad de la ONU, se plantean el “compromiso de respetar la Carta de las Naciones Unidas, salvaguardar la paz y la seguridad internacionales y defender un orden internacional libre”.
Desde la cima del llamado “consenso liberal” declaran que “apoyarán una gobernanza mundial más eficaz, inclusiva y equitativa”. Y esto se logrará desde la esencia antropológica de occidente –“la defensa de la dignidad humana” y el pilar que garantiza el funcionamiento de su sistema político: “el Estado de derecho”.
Luego de estos postulados, el documento se focaliza en temas concretos de las relaciones internacionales. En primer lugar la “solidaridad con Ucrania” así como “poner a disposición aproximadamente 50 mil millones de dólares” a partir de los “ingresos extraordinarios de los activos soberanos rusos inmovilizados”.
En segundo lugar, el llamado a “un alto el fuego inmediato en Gaza, la liberación de todos los rehenes y una vía creíble hacia la paz que conduzca a una solución de dos Estados” y la solicitud de la “asistencia humanitaria”.
En tercer lugar, se proponen “colaborar con los países africanos en un espíritu de asociación equitativa y estratégica” a través de la “inversión en infraestructura sostenible” y el “lanzamiento de la iniciativa Energía para el crecimiento en África”.
En cuarto lugar, se refuerza el compromiso de “alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible” y reconocen que “la reducción de la pobreza y la solución de los desafíos mundiales van de la mano”. Esto se logrará con dos medidas que debemos seguir en su implementación y cumplimiento: que “el Banco Mundial aumente sus préstamos en 70 mil millones de dólares en los próximos diez años” y un llamado a la “comunidad internacional para que tome medidas para abordar la carga de la deuda”.
En quinto lugar, “tomar medidas concretas para abordar la triple crisis del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad”, así como “preservar los bosques y los océanos y poner fin a la contaminación por plásticos”. En quinto lugar, se comprometen a “una mayor cooperación para abordar la migración” y “frenar la delincuencia organizada transnacional”.
En sexto lugar, se buscará una “cooperación para aprovechar los beneficios y gestionar los riesgos de la inteligencia artificial” y su regulación. Finalmente, se acuerda “fomentar un crecimiento económico mundial sólido e inclusivo” que necesita de un “compromiso conjunto de cooperar abierta y transparentemente de manera coordinada”.
Es necesario mencionar que la Argentina participó de la cumbre junto a Argelia, Brasil, India, Jordania, Kenia, Mauritania, Túnez, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y la Santa Sede.
* Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Austral.
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