Nueva munición de la geopolítica
En un mundo cada vez más interconectado, el concepto de poder se redefine constantemente. Durante gran parte del siglo XX, las armas nucleares fueron el símbolo absoluto de supremacía geopolítica. Sin embargo, en la actualidad, las armas nucleares han perdido relevancia como herramientas de influencia global. La nueva munición de la geopolítica es la inteligencia artificial (IA).
El último capítulo de esta transformación lo protagonizan OpenAI, con ChatGPT, y DeepSeek, de China. Esta batalla tecnológica va mucho más allá de una simple competencia comercial. Representa la punta de lanza de una lucha entre dos modelos de desarrollo tecnológico, político y económico: uno liderado por Estados Unidos y otro por China. Bajo esta dinámica, la inteligencia artificial se convierte en un arma estratégica que redefine el equilibrio de poder global.
En esta nueva era, las capacidades de IA determinan no solo quién lidera en la innovación, sino también quién establece las reglas del juego global. Las plataformas de IA no solo son herramientas para generar riqueza; son infraestructuras esenciales que controlan datos, procesan información y definen la narrativa en los espacios políticos, sociales y económicos.
El dominio de la IA tiene implicaciones profundas. Las empresas que lideran el sector, como los “Big Seven” (Google, Amazon, Apple, Tencent, Alibaba, Meta y Microsoft), concentran más poder económico que muchos países. Pero la diferencia con los oligopolios del pasado radica en que su influencia es omnipresente: desde los algoritmos que estructuran las decisiones de los consumidores hasta las plataformas que moldean el debate público.
China, por su parte, ha convertido la IA en una prioridad estatal. DeepSeek no es solo una empresa; es una extensión de la estrategia del Partido Comunista para proyectar poder en el ámbito global. Mientras tanto, Estados Unidos busca mantener su liderazgo tecnológico, enfrentándose no solo a la competencia extranjera, sino también a la concentración de poder en sus propios gigantes tecnológicos.
En este contexto, las armas del siglo XXI serán las capacidades de ciberespionaje, las plataformas de IA que recopilan y analizan datos, y las herramientas para influir en la opinión pública global.
El último y más reciente capítulo de la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China subraya la necesidad de un marco de gobernanza global para la inteligencia artificial. Pero las recetas tradicionales fallan: los marcos regulatorios que conocemos nacieron en un momento de la historia donde los Estados nacionales gozaban de mayor poder de negociación que las empresas que habían de regular. Con este balance de poder alterado, es esencial un enfoque que combine regulación estatal, colaboración internacional y supervisión privada para controlar el poder de estas empresas y garantizar que la IA beneficie a la sociedad en su conjunto.
La geopolítica actual nos muestra que las armas más poderosas no son visibles. Los algoritmos están redibujando las fronteras del poder, transformando la economía global y, en última instancia, definiendo cómo se estructura el orden mundial. En este escenario, los países que dominen la IA tendrán la capacidad de proyectar su influencia de maneras que las armas tradicionales nunca podrían.
La historia recordará este momento como un punto de inflexión, en el que la humanidad decidió qué papel debía jugar la inteligencia artificial: ¿será una herramienta para construir un futuro más equitativo o un arma para perpetuar desigualdades y rivalidades? La respuesta definirá el siglo XXI..
*Profesora de IAE Business School.
También te puede interesar
-
La burbuja del carry trade de Caputo
-
Un plan demencial
-
Oklahoma quiere salir a la caza de inmigrantes hasta en las escuelas
-
Los latinos empiezan a alzar la voz contra las deportaciones de Trump
-
Lo que no se dijo de Davos, por detrás de las críticas a la diversidad
-
Argentina ante un cambio de paradigma empresarial
-
En nombre de Israel, cada cosa en su lugar
-
La Argentina toma distancia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU
-
Aumenta el interés en la vivienda propia