Ucrania padece la crisis de liderazgo de Occidente
El retiro de la canciller Merkel dejó al mundo sin una figura capaz de contener el expansionismo ruso. La ausencia de definiciones de largo plazo de Estados Unidos y Europa es funcional al juego del “presente continuo” al que los somete Putin.
De no mediar el coraje y patriotismo de la población ucrania, Kiev habría caído en cuestión de horas tras el ataque multifrontal que Vladimir Putin orquestó desde Rusia, después de semanas de mostrar un comportamiento ambivalente. Las potencias occidentales reunidas en la OTAN no alcanzaron a vislumbrar que esta vez sí concretaría sus amenazas.
Pero el líder ruso no solo ataca a Ucrania. Avanza contra el statu quo. La pertinencia o no de la avanzada militar, que tantas horas de análisis ha consumido cuando el Kremlin veía inminente la pérdida de neutralidad del gobierno de Volodímir Zelenski, queda opacada por la necesaria evaluación a la que se debe someter el comportamiento de los líderes occidentales.
La invasión de Ucrania expresa un período de desglobalización
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden; el mandatario francés, Emmanuel Macron, y el flamante canciller alemán, Olaf Scholz, no alcanzaron a comprender que no es posible llegar a un equilibrio duradero con Putin. El Kremlin crea constantes alteraciones de las condiciones de partida. El ida y vuelta, las probabilidades a la baja y a la suba de una intervención militar desconcertaron a estos líderes, que quedaron expuestos por haber maniobrado sin un plan fijo, en un constante “vamos viendo”.
Putin es un espléndido jugador del “presente continuo”, una inestabilidad estratégica que socava el orden establecido, que da lugar a negociaciones largas en las que el perturbador puede seguir extrayendo concesiones y lleva siempre la ofensiva porque maneja, de acuerdo con sus tiempos y necesidades, un constante “estado de excepción”.
La invasión rusa a Ucrania y sus efectos en el Medio Oriente
Esta táctica favorece a quienes no tienen completo control de un proceso político y no se encuentran cómodos con el escenario dado. En este caso, se trata del papel minoritario que el fin de la Guerra Fría le deparó a Rusia, y que le resulta demasiado pequeño a la luz de la tradición imperial y expansionista que los zares y monarcas construyeron a lo largo de siglos.
De allí que no sean pocos los que en estos días extrañaron la imprescindible figura de la excanciller alemana, Ángela Merkel, una lideresa capaz de contener a Putin. Criada en la Alemania Oriental, Merkel habla ruso y es de las pocas figuras de la escena internacional que comprende a Putin y ha podido negociar con él durante más de una década. Entendió como moderar sus ambiciones al tiempo que se acomodaba a sus pretensiones sin menoscabar a las demás naciones. El expremier italiano, Matteo Renzi, ha levantado el teléfono en busca de Merkel, y otros más lo intentarán.
No nos podemos permitir una falta de liderazgo en este momento crucial de la historia de Occidente.
* Mookie Tenembaum, analista internacional, autor de Desilusionismo (Ed. Planeta).
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