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Marcelo Diamand y la economía contemporánea

Archivo. Diamand, leído hoy por CFK, junto al autor de la columna en la UIA en la década de 1990. Foto: gza. Federico Poli

En la semana, el periodista Carlos Pagni reveló que Cristina Kirchner está leyendo a Marcelo Diamand y, la discusión entre economistas sobre sus aportes explotaron en las redes.

Aclaro que Marcelo fue uno de mis maestros, con quien tuve una relación personal. Lo recuerdo sentado en su despojado escritorio, del fondo del piso 11 del edificio de Alem 624, en la sede de la UIA, haciendo anotaciones al borrador de una de mis primeras notas periodísticas, que se publicaría, escondida, en Ambito Financiero, en 1992.

Al año de recibirme de economista, entré a la UIA como Jefe del Departamento de Economía, presidido por Roberto Arano, y Marcelo, que había empezado a convocar al Consejo Académico de la entidad, me hizo el honor de incluirme en ese grupo de discusión, de gran amplitud ideológica, conformado por destacados empresarios y economistas.

El Ing. Diamand era, entonces, además de un economista autodidacta, un muy respetado dirigente industrial, que había fundado su propia empresa de equipos de música, radio y televisores, Tonomac, que diseñó, en el año 1956, la primera radio a transistores de América Latina, comprando los que desechaba la industria militar estadounidense.

La vigencia de Diamand y las políticas activas.¿De qué cosas nos habló Diamand, a partir de mediados de los años 1960s, que siguen siendo relevantes para un país como Argentina hoy? Destacaré tres grandes temáticas que puso de relieve:

◆ La industrialización, la productividad dinámica y el empleo.

◆ La asignación de recursos, el mercado y la necesidad de las políticas activas.

◆ El sector externo, la estructura productiva desequilibrada y la enfermedad holandesa.

La industria es una decisión política, en todos lados, en todo momento, pero más aún en países en desarrollo: “nuestros antecesores, cuando construyeron la industria, se plantearon atender tres problemas: el empleo, las oscilaciones del mercado mundial y la dinámica de la productividad industrial”.

De esta argumentación se desprende la intervención del Estado, en su función de orientador de los recursos hacia determinadas actividades productivas. Para determinar la “correcta” asignación de recursos de una economía, consideraba que se deben tomar en cuenta las tres razones mencionadas, antes que el principio de la eficiencia estática. El mercado, por sí sólo, no conduce a los países a especializarse en los sectores con mayor capacidad de crecimiento a largo plazo (eficiencia dinámica), lo que constituye una falla de mercado. En los países mineros o de alta productividad en la producción de materias primas, el mercado incentiva la inversión y aplicación de recursos en esos sectores, especialmente en momentos de precios al alza, y no surgen espontáneamente nuevas actividades. La evidencia de esto es que nuestros países, aún hoy, siguen siendo exportadores de productos primarios.

Se necesitan políticas industriales y de innovación para promover la inversión en nuevos sectores. Esto abre un lícito gran debate sobre cómo diseñar y aplicar tales políticas y la cuestión de las fallas del Estado, cuáles son los mejores instrumentos para evitar la captura y la corrupción. El enfoque estructuralista de la política industrial y de innovación reconoce la importancia y complementariedad del mercado y el Estado en el proceso económico, cuestión que, muchas veces, en nuestros países se olvida y se concibe un estado sustituto del sector privado.

Un tema central en esta argumentación lo constituye la diferencia que establece entre las ventajas comparativas adquiridas, propias del sector industrial, y las naturales, características del sector primario; y la idea de que “si la productividad es dinámica y crece con el desarrollo, toda industria que aspira a ventajas comparativas tiene que pasar por una etapa de desventajas comparativas, y tiene que poder atravesar esa etapa, porque si no fracasa en su adquisición de ventajas comparativas”. Es la idea de la industria infante aplicable para el desarrollo y la adquisición de ventajas competitivas y comparativas de sectores nuevos, en la frontera tecnológica, no para  el simple sostenimiento de sectores eternamente protegidos que “no cumplen años” y permanecen infantes.

Una amplia bibliografía muestra la vinculación entre la densidad del tejido industrial y el aprovechamiento de las economías de escala y de aglomeración, y el crecimiento a largo plazo de la economía y de su productividad. La diversificación productiva es relevante en el proceso de desarrollo, porque: 1) disminuye los riesgos del comportamiento de la economía en su conjunto, por la concentración sectorial y los vaivenes del mercado internacional, 2) ofrece flexibilidad productiva por la presencia de determinados sectores y las capacidades acumuladas, 3) potencia las externalidades de conocimiento por la interacción de un número mayor de actores y 4) genera empleos de más calidad y en mayor número.

Estructura productiva desequilibrada y enfermedad holandesa. Dada la diferencia de productividad entre el sector primario y el industrial, en lo que Marcelo denominó la estructura productiva desequilibrada (EPD), cuando aparece atraso cambiario, el problema es doble. Por un lado, el atraso global, que se visualiza en el incremento del precio relativo de los bienes transables internacionalmente –agro, minería e industria– frente a los no transables. Por otro lado, la paridad cambiaria tiene, respecto a la productividad industrial, un desfasaje mayor que respecto a la productividad de los sectores productores de bienes primarios: “… los costos relativos de producción de esos dos rubros son muy distintos de los que rigen internacionalmente”.

Esta especie de “enfermedad holandesa”, de la que fueron objeto los países de EPD, llevó a “la sobrevaluación de la moneda en relación con la paridad de equilibrio del sector industrial. Esto hizo que los precios industriales tuvieran niveles más altos que los internacionales, hecho que fue percibido como ineficiencia industrial”.

Es de destacar que “en la actualidad, la inadecuación cambiaria se agrava porque, a los problemas generados por la EPD, se agrega una nueva versión de la enfermedad holandesa, originada en el ingreso de capitales, que puede mantener equilibrado el sector externo, aún cuando el tipo de cambio efectivo no sea el adecuado”. Al ingresar, deprimen la paridad cambiaria y condenan a la desaparición a los sustitutos de importaciones y a los exportables.

Por eso, para crecer sustentablemente, nuestros países requieren de una estrategia macroeconómica que permita el sostenimiento de un tipo de cambio real competitivo, tal como plantearon, además de Marcelo Diamand, economistas tan diversos como Rogelio Frigerio, Roberto Lavagna, Aldo Ferrer, Roberto Frenkel y Eduardo Curia.

Me tomo el atrevimiento de aconsejarle a la Vicepresidenta que complemente sus lecturas de Diamand con la de otros economistas que dieron sustento teórico al desarrollo del capitalismo de mercado, que permitió el crecimiento más impresionante de las naciones en la historia de la humanidad.

*Economista UBA.