Las fuerzas del suelo

Llame ya, y sea candidato

“La historia se ha transformado en el territorio del horror y por eso se hace necesario entrar en la zona de la amnesia” dice el autor. El saludo nazi no significa nada para los menores de 45 años, que votaron a quien dijo que la justicia social es “una aberración”; nunca leyeron a Hegel, quien dijo que el Estado es la realización de la libertad. Deberían hacerlo.

Escudo. Los disturbios se registraron hasta última hora del viernes, cuando se votó dentro del recinto. Foto: Néstor Grassi

Pareciera que el primer consejo que uno debiera darle a un candidato político en los tiempos que corren sería algo así como: no trate de parecer una buena persona, no lo votarán. Trate de mostrarse cínico, agresivo, despreciativo con los que no lo siguen a Ud. porque así logrará que lo sigan muchos más. Esos parecen ser estos tiempos… Ud. puede hacer el típico saludo nazi, por ejemplo, porque para mucha gente -sobre todo los de menos de 45 años- ya no significa nada. 

La evolución, que incluye el “olvido” de aquellas historias nefastas, también nos trajo familias “multiespecie”, manuales de autoayuda de toda laya y otras exquisiteces que se cocinan con las leyes imperativas de la deconstrucción, que ya hoy están en crisis. Lo construido hasta este momento no sirve si no está alterado, olvidado y vuelto a armar. La historia se ha transformado en el territorio del horror y por eso se hace necesario entrar en la zona de la amnesia. 

Para las nuevas generaciones el mundo debería haber comenzado con el lanzamiento de la worldwide web, nada que no empiece con www debería ser tenido en cuenta. Ilusos.

Así es como, por ejemplo, la tesis inicial de los E.E.U.U. acerca de que Rusia fue el invasor de Ucrania, y que lo hizo para quedarse con territorio que no le era propio. Esa certeza ahora, tal vez, sirva para justificar a priori anexiones propias que arrancarían con cambio de nombre de accidentes geográficos -del Golfo de México-, o con mencionar como gobernador estadounidense al primer ministro de otro estado nacional -Gobernador de Canadá-, o, por ahí, instalar la idea de que es válida la recuperación de un territorio que nunca se debió abandonar o que sería conveniente anexar nuevamente -Canal de Panamá-.

Quizás por todo ello se explique el cambio de postura y la novedosa reinterpretación de los acontecimientos de Ucrania. Porque se necesita que la historia ya no signifique nada. Todo empieza cuando el que manda, el supuesto hegemón, lo dispone.

Cuando él lo decide estamos frente al “mejor gobierno de la historia” armados de teléfonos celulares, de motosierras u otro tipo de armas más convincentes, haciendo grandes de nuevo a los que “nunca debieron dejar de serlo”. Y más grandes aún de lo que fueron, si cabe: se autoperciben inaugurando una nueva era de la humanidad, nada menos.

Para las nuevas generaciones estos son fenómenos de fácil digestión, todo menor de 45 años los comprende tranquilamente. El actual gobierno expresó a muchos jóvenes y tuvo como una de sus banderas el fin de la corrupción y los contratos oscuros de los políticos, a los que llamó la "casta". 

Es lógico que atacando a los políticos se la emprenda también contra la política, ya que la misma no les interesa ni a esos jóvenes ni a los gobernantes, y a éstos sólo les interesa y les atañe la opinión pública procesada en X.

En su discurso, coherente con lo antedicho, el presidente Milei expone continuamente la atrocidad heredada de sus antecesores diciendo: “¿Cómo llegaron a ese desastre? Pues el modelo de la casta tiene dos elementos: la idea aberrante de los socialistas de que donde hay una necesidad nace un derecho”. Y siguió: “La justicia social es una aberración desde el punto de vista moral y naturalmente, como era de esperar, va a generar malos resultados”. E insistió con que “el Estado es una organización criminal”.

Los políticos pretenden gobernar, básicamente eso refiere al Estado. Ergo, trabajan para ser jefes criminales según el actual detentador de ese título.

Algunos políticos han cometido tropelías en tanto gobernantes, pero otros han honrado su función. Y ésta puede ser honrada, justamente, porque el Estado no es ninguna organización criminal, sino que para Hegel, por ejemplo, es la realización de la libertad, la totalidad ética, y un superorganismo en el que todos los individuos tienen las mismas preferencias que la unidad mayor.

Hegel, no Milei. No estoy comparando, no se puede...

Los políticos pretenden gobernar, básicamente eso refiere al Estado. Ergo, trabajan para ser jefes criminales según el actual detentador de ese título"

Ahora bien, si Ud. pretende gobernar y/o conducir, no puede cometer los errores de los supuestos "bienintencionados", socialistas o no, que contribuyeron a arruinar la política, que según Aristóteles es "la ciencia más arquitectónica..." ya que "determina las ciencias necesarias en las ciudades y las que, y hasta qué punto, cada ciudadano debe aprender" (Ética a Nicómaco). El filósofo nos recuerda que la economía, entre otros conocimientos, es dependiente de la política.

Los "bienintencionados" son gobernantes que, según un autor más citado que leído, "han visto en su imaginación repúblicas y principados que jamás existieron en la realidad y que nunca existirán. Tanta diferencia de cómo se vive a como se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación (El príncipe,  Maquiavelo.).

Por eso, la gobernanza se afinca en la realidad efectiva, y el gobernante debe tener ideas firmes y altos valores morales inscriptos dentro de sí. Dichas ideas y valores aplicados a la realidad social deberían producir conductores modélicos que inscriban en la misma una historia acorde.

La participación política, de donde deben surgir los gobernantes (y no de X, ni de paneles televisivos, ni de justas deportivas, o escenarios artísticos) "se plantea en términos de ideales, pero partiendo de la realidad actual y evaluando nuestra idoneidad concreta de transformación. 

No configura, pues, una utopía. La apelación a la utopía es, con frecuencia, un cómodo pretexto cuando se quiere rehuir de las tareas concretas y refugiarse en un mundo imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las responsabilidades inmediatas... Nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas permanentes: “Acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro”. (1974. El Proyecto Nacional). Se puede adivinar de quién es la cita o intentar buscarlo en las redes.

Mantener el ideal es un mandato profundamente ético, gobernar efectivamente de acuerdo con él los destinos de una comunidad organizada en un Estado, también. Nada tiene de criminal.

Una reflexión final; dijo Kant aludiendo a la ética: "el cielo estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí"... Esto vale o debería valer así aspire Ud. a ser candidato o gobernante...

A nosotros aún nos quedan el cielo estrellado, la ley moral…y las fuerzas del suelo.

*Abogado y dirigente político