Polémica

El lenguaje inclusivo: ¿un tema ideológico, un papelón lingüístico, o una lucha contra la desigualdad?

Ni la Real Academia Española, ni la Academia Argentina de Letras ven con buenos ojos esta adaptación del lenguaje, por lo que resulta dudoso que se consolide, a pesar de que algunos organismos e instituciones educativas comienzan a aceptarlo, no como obligación, sino como opción.

Lenguaje inclusivo Foto: CEDOC

Para algunos, el lenguaje inclusivo surge de la necesidad de generar conciencia acerca de la desigualdad, de visibilizar a la mujer, o de la necesidad de representación de algunos grupos LGBTIQ+.

Para otros es una aberración lingüística, y por supuesto están quienes creen que hay una intencionalidad política. Y como todo en nuestro país, se genera una rivalidad que enfrenta a quienes adoptan el lenguaje inclusivo contra quienes lo rechazan, con la vehemencia de siempre.

El lenguaje no sexista, que viene desde hace ya unos veinte años, busca concientizar acerca del uso del masculino plural, por ejemplo “los ciudadanos” o “los niños”. Si bien se utilizan para referirse a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos, no falta quien sienta que este uso del lenguaje invisibiliza a las mujeres, y “lo que no se nombra, no existe”, manifiestan. A partir de ahí, se comenzó a utilizar la barra: “chico/a”, “alumno/a”, y  el uso de la x ó @ en la comunicación escrita. Desde hace unos dos o tres años, se comienza a hablar del lenguaje inclusivo, cuando algunos grupos de personas reemplazan la vocal “a” o la “o” al final de las palabras por el morfema “e” como modo neutro: chiques, todes, etc.

¿Lenguaje inclusivo o semiótica totalitaria?

El lenguaje inclusivo o lenguaje no sexista se refieren a la creación y uso de términos que visibilicen a los grupos demográficos con identidad de género y orientación sexual diferente a las masculinas o femeninas. Se utiliza para visibilizar a las mujeres o a las personas no binarias, que no se identifican ni como hombre ni como mujer.

 

¿Quién es dueño de las palabras?

El lenguaje es dinámico, expresa nuestra realidad y sus circunstancias, y evoluciona a lo largo de nuestra vida. El lenguaje sufre modificaciones constantes a nivel social, geográfico y generacional. De ninguna manera es estático. De hecho, la Real Academia Española ha incorporado muchísimas nuevas palabras este año, desde “nachos”, “avatar”, o “cuarentenar” y no solo nadie lo cuestionó, sino que lo adoptamos con naturalidad. Y de eso justamente se trata: el lenguaje no cambia de arriba para abajo, por imposición. El lenguaje cambia de abajo para arriba, con suma lentitud, y de manera gradual, a través del uso de la gente. Después de todo, lo que nos es impuesto nos genera rechazo.

Muchas personas consideran que el lenguaje inclusivo es una alteración imperdonable del lenguaje; otras de las voces críticas al uso del lenguaje no inclusivo aseveran que atenta, además, contra la economía del lenguaje: “los ciudadanos y las ciudadanas”, “los bonaerenses y las bonaerenses”, “estimadas alumnas y estimados alumnos”,  lo que además de alargar la comunicación innecesariamente, hace que pierda la fluidez, armonía, y hasta belleza. Y ni hablar del mal uso del lenguaje inclusivo: “los equipos y las equipas”, ¡o “La Bella Durmienta”!, como se ha escuchado. ¡Bastante mal está la educación en nuestro país como para seguir confundiendo a los estudiantes!

Lenguaje inclusivo o exclusivo

Ni la Real Academia Española, ni la Academia Argentina de Letras ven con buenos ojos esta adaptación del lenguaje, por lo que resulta dudoso que se consolide, a pesar de que algunos organismos e instituciones educativas comienzan a aceptarlo, no como obligación, sino como opción.  Sin embargo, para que el lenguaje cambie se requiere de tiempo. De mucho tiempo.

Una situación real nos muestra la necesidad de empatía en este asunto: en una clase por zoom, Andrea Escamilla, estudiante de México de género no binario, reaccionó fuertemente frente al comentario de un compañero: “¡No soy tu compañera, soy tu compañere!”, exclamó con angustia para luego apagar de inmediato su cámara. Si bien es cierto que varios de sus compañeros aseguran que Andra no es de género no binario como asegura,  y que sólo lo hace para llamar la atención, se ve con claridad la importancia de visibilizar la necesidad de representación de la identidad de muchas personas.

 

Podemos ser inclusivos sin necesidad de alterar el lenguaje

En vez de “médicas y médicos”, podemos utilizar “personal de la salud”. En vez del “Día del niño”, como ya se viene haciendo, podemos hablar del “Día de la Infancia” o de “la Niñez”. En vez hablar del “hombre” de manera genérica, podemos hablar de “la humanidad”.

Podemos utilizar pronombres neutros: en vez de “al interesado”, “a quien pudiera interesarle”. Podemos también ir contra los estereotipos: en vez de “la mujer de la limpieza”, reemplazamos por “el personal de limpieza”.  En vez de “estamos interesados en avanzar con el proyecto”, “tenemos interés en avanzar con el proyecto”. Además, podríamos pedirles a las personas que incluyan en las firma de sus mensajes sus pronombres elegidos, y pedirles que se respeten aquellos pronombres que decidan utilizar cada uno de sus colegas, entre otras posibilidades.

Y, al final, ¿qué onda el lenguaje inclusivo?

La mejor manera de ampliar la conciencia de género es a través del respeto por los derechos de las personas, de la igualdad de oportunidades, de la igualdad de sueldos, de equiparar premios para mujeres y varones en torneos y competencias deportivas,  y del respeto por la auto percepción, entre otras medidas.

¿Será necesario entonces alterar el lenguaje?

 

* Laura Lewin. Autora, capacitadora y especialista en educación. Oradora TEDx. Es autora de Nueva Educación, de editorial Santillana, entre otros.